Hola de nuevo bloggers!
Esta vez reaparezco con un tema más técnico, al tiempo que actual y de gran calado. Se trata de LA LACRA de la sociedad post-tecnológica (como han tenido a bien los Sociólogos bautizar el siglo XXI). Las mayúsculas no son una errata, más bien se han introducido con toda la intención del mundo. La discriminación por género es, a día de hoy, una de las problemáticas de mayor presencia en nuestro país.
Quiero resaltar que esta entrada va dirigida a todos los foros, especialistas y profanos en la materia, pues la esperanza que albergo mediante la difusión de estas líneas no es otra que, remover conciencias e informar de la realidad en la calle. Podéis respirar tranquilos y seguir leyendo...Xd.
Bien, aquell@s que me conocéis en mayor profundidad sabéis de buena tinta que es un asunto que me preocupa y con el que me estoy implicando sobremanera. Estoy completamente convencido de que entre tod@s podemos revertir esta situación y vivir en una sociedad en igualdad.
Y es que aunque parezca mentira, hemos dado unos cuantos pasos hacia atrás durante los últimos años. Las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) o, como escuché hace unos días en una mesa de trabajo sobre violencia de género en la que tuve la oportunidad de participar activamente, las TRICs (Se incluye la Relación, con mucho acierto desde mi opinión personal), no sólo han supuesto un avance positivo para la sociedad. Los adolescentes viven encadenados a los smatphones. Que si WhatsApp, Twitter, Instagram... un sinfín de aplicaciones para comunicarnos y compartir experiencias que, además de todo lo beneficioso, están generando adicción. No habéis oído mal, adicción. Una cosa es la afición, otra bien distinta: la dependencia.
Como padres y madres, tenemos la obligación de educar a nuestr@s hij@s de la mejor manera posible. Esta responsabilidad, en esta sociedad post-tecnológica, ha subido un escalón en dificultad con respecto al siglo pasado. L@s niñ@s van un paso por delante de nosotros en el control de las nuevas tecnologías. Tanto es así que, en algunos casos, me atrevo a decir que nos cuesta seguir su ritmo. No es posible ponerle freno a todo esto, pero sí añadirle una "pizca" de mesura.
Es inadmisible que un chico con 9 años, en el día de su Primera Comunión, reciba como regalo estrella un Smartphone. Por favor, tiene 9 años, no es momento de iniciarlo en el mundo de las comunicaciones. Tampoco es de recibo que a un adolescente se le conceda la independencia para encerrarse en su dormitorio durante largas horas, con un ordenador de sobremesa y conexión a internet, sin ningún tipo de supervisión. Llegados a este punto alguno se preguntará: bueno, ¿Y todo este rollo de las nuevas tecnologías que tendrá que ver con la educación en perspectiva de género?; la respuesta es fácil, tiene que ver TODO.
Sin ir más lejos, usaré un caso real que se me dio hace poco tiempo. Una chica de 16 años comienza a salir con un chico de 19. En el punto de inicio de la relación, hacen un "pacto" en el que ambos aceptan ciertos requisitos para que el amor perdure. A destacar: acuerdan que se tendrán que pedir permiso SIEMPRE que deseen salir con algún amigo o familiar. Esto, según la chica, es algo natural y entra dentro del ámbito de la confianza. "Él me quiere y lógicamente quiere saber en todo momento donde estoy, se preocupa por mí"... Bien, la noticia de la supuesta situación de violencia de género nos llega a través de un familiar cercano a la adolescente. Indica que ha apreciado un cambio de humor enorme, además de una rebeldía inusitada que, para nada formaba parte de sus patrones de conducta. Asimismo señala que ha dejado de ir al Instituto de la noche a la mañana, cuando siempre ha sido una chica "de 10".
Lo que al parecer podría ser una fase vital (la pubertad, con el cóctel de hormonas que eso conlleva) de obligado paso, se tornó en algo mucho más grave.
Por parte del Centro Educativo se nos informa de conductas desviadas constantes. Su tutora cuenta que tiene que sacarse fotos a cada instante para enviárselas a su novio. La explicación a esto es que él no se cree que esté en el Instituto. Sin embargo, ella no lo ve como una forma de control.
Hasta este punto, estaríamos en lo que la Psicología ha bautizado como fase de acumulación de tensión. La violencia de género es un ciclo, es decir, culmina con la agresión o el maltrato psicológico para volver a la "luna de miel". "Perdóname por favor, no volverá a pasar; te vi hablando con él y no sé que me pasó, creí que te perdía; te quiero con locura y sin ti no soy nadie"; todo lo cual se acompaña de regalos y otros halagos, volviendo el agresor a doblegar la voluntad de la víctima y conseguir traérsela a su terreno. Este ciclo se basa en el dominio, situación que se consigue mediante mecanismos diversos, entre los que destacamos el control del círculo de amigos, que culminará en el aislamiento de la mujer. Ahí es cuando queda indefensa y el hombre instaura la relación de poder.
Inciso explicativo hecho, retomamos el caso de nuestra adolescente. La fase de acumulación, como era de esperar, se culmina con el establecimiento de la relación de poder y comienzan las agresiones físicas. Sus primas comienzan a verla amoratada y con marcas de mordiscos. Cuando le preguntan por el origen de las lesiones, ella se culpabiliza: "hemos discutido y bueno, me lo merecía; ayer no le avisé cuando salí del Instituto"; no olvidemos que tenían un "pacto", de lo más sano y natural (modo irónico on).
Gracias a Dios, aquellas personas que rodean a la víctima SÍ se percatan de la situación. Otras mayúsculas, en un monosílabo... Tampoco se trata de una errata, querid@s amig@s. Los familiares y amigos tenéis la llave para salvar a vuestro ser querido. Para ello sólo hay que denunciar. Nosotros hacemos el resto.
Y la historia de la joven, como no podía ser de otra manera, tuvo un final feliz. Orden de alejamiento dictada por el Juzgado y, lo que es aún mejor, ella se dio cuenta de lo que estaba viviendo y rompió la relación. Para ello fueron necesarias algunas sesiones de terapia y mucho cariño. Sí, cariño, amor, y demás acciones positivas de aquell@s que nos quieren.
El control del que venimos hablando, en esta nuestra sociedad moderna, tiene un gran aliado: los teléfonos móviles. En el ejemplo que os he relatado, todas las comunicaciones y contactos continuos (nunca pasaba más de 15 minutos sin escribirse un "whatsapp"), tenían lugar a través del teléfono. Esto nos obliga a educar en la mesura, en el uso responsable de las tecnologías, y por supuesto, en la diferencia abismal que hay entre dos conceptos: control y confianza.
La confianza es creer sin ver, sin comprobar, sin cotejar, sin cuestionar... el control, por su parte, es todo lo contrario. Eduquemos en la confianza, en el respeto y en valores (cada uno los que quiera transmitir, siempre que sean culturalmente aceptados).
Que no os engañen, la mujer y el hombre son iguales. No hay roles predefinidos. La mujer no sueña con ser princesa, no, la mujer sueña con realizarse. Y si para ello tiene que dirigir una multinacional, adelante. El hombre, por su lado, que todavía dispone de una situación privilegiada, debe fomentar el equilibrio, facilitar a su mujer sus objetivos y aplaudir cada uno de sus logros. No hay nada más bonito que compartir logros y proyectos. Gracias por vuestro tiempo y espero que entre tod@s consigamos revertir esta situación. NO A LA VIOLENCIA DE GÉNERO.