UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA

UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA
UNA DE BUENOS AMIGOS

lunes, 27 de agosto de 2018

El machismo en Twitter

Por segunda semana consecutiva mi entrada gira sobre la misma temática: el maldito machismo. No es fijación, en absoluto; más bien responde a un fenómeno digno de análisis - al menos bajo mi particular prisma -. Aterricé en Twitter allá por el mes de abril de este año (un pepinillo, como en el argot policial nos referimos a los Polis novatos). Tal vez sea esa falta de rodaje la razón por la que me llama tanto la atención los airados ataques machistas que, a través de la figura virtual del troll, se reparten a diestro y siniestro. O tal vez no.
El caso es que su ofensiva en redes sociales es totalmente comprensible: difamar es gratis y en la Red se hace con la cobertura del anonimato. El Internet se consagra como el perfecto espacio para los cobardes, aquellos que prefieren no ir de cara. ¡Qué más se puede pedir! 
Sin ir más lejos, el sábado tuve que bloquear a 4; el domingo, a 2. Estas son mis cifras como hombre e Inspector de Policía Nacional (información que destaca en mi perfil, junto a mi foto). No me quiero ni imaginar los números de muchas de las feministas a las que sigo y tanto respeto. Supongo también - lejos de equivocarme, seguramente -, que el tono de los mensajes dista en gran medida: yo, por fortuna, solo he recibido precarias faltas de respeto y sandeces varias. A ellas les dirigen a diario hasta amenazas - en estos casos extremos, se debe optar por la denuncia -. Lo dicho: la seguridad de refugiarse tras la pantalla del ordenador; esa sensación de impunidad.
Como todo en la vida, la situación acarrea una pizca de humor. No sé a vosotros, pero a mí los nombres con que bautizan sus perfiles me suelen arrancar una sonora carcajada: que si "cazador de brujas", "un chico más", el "coco feminista", "divorciado indigente"; son solo algunos de los sujetos con que me he topado y que ahora engrosan mi lista de contactos bloqueados. Sin duda, la originalidad no es su fuerte.
Ante este aluvión de trolls decidí documentarme online. Pronto me toparía con un artículo de The Guardian en el que varios sociológos compartían el resultado de un estudio sobre esta incipiente figura virtual. Su conclusión era taxativa: hay que ignorarlos y bloquearlos. No podría estar más de acuerdo. Dicho y hecho.
Desde aquí, para terminar, me gustaría mandar un mensaje a la horda de trolls machistas que campan por Twitter: por mucho que os empecinéis en insultar, difamar, amenazar y cuestionar la violencia de género; no vais a conseguir callarnos. El feminismo ha cogido carrerilla y las voces que lo defienden se escuchan cada vez más fuerte. Sobre eso ya no hay discusión posible.
Es más, que el machismo haya optado por la agresión, por estas patéticas faltas de respeto y variopintos ataques; denota que sus privilegios están en riesgo. Ven peligrar los cimientos del patriarcado y se defienden cual gato panza arriba. Pronto la igualdad será una realidad, de ello podéis estar seguros. Entre tanto, seréis bloqueados como moscas.


Imagen extraída de www.arturogcampos.wordpress.com

sábado, 25 de agosto de 2018

El machismo y sus gafas opacas

"No hay más ciego que el que no quiere ver"; reza el archiconocido refrán popular. Para el caso, nos viene como anillo al dedo. Resulta que el machismo, de la mano de sus defensores (los y las machistas, pues hay de ambos sexos aunque cueste creerlo), se defiende del "ataque" a sus privilegios cual gato panza arriba. No necesita de argumentos sólidos, ni recursos contrastados; simplemente se vale de cualquier arma arrojadiza a su alcance: que si la violencia no tiene género, que si existe un alto porcentaje de denuncias falsas, que si no nos importa que asesinen a hombres y a niños, que si la legislación que aboga por la igualdad no es igulitaria... y así podría seguir hasta el fin de los días. Lo dicho, que padecen de la vista.
Para esto hay una explicación sencilla: la amenaza a sus afianzados privilegios se ha vuelto una realidad. Casi la pueden tocar con la yema de los dedos. El feminismo, esa corriente o movimiento que persigue la igualdad real de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, encabezado por un nutrido grupo de valientes féminas, ha dado un puñetazo en la mesa para decir: ¡hasta aquí! Ya no te paso ni una más. A voz en grito y con el gesto visiblemente serio, imperturbable. No sé a vosotros, pero a mí como hombre privilegiado me invita a reflexionar. "A ver si van a tener razón. A ver si va a ser verdad todo eso que dicen sobre los techos de cristal, la violencia de género y demás. Suena justo y sensato, ¿no os parece?". ¡Claro que es de justicia! Faltaría más...
A mí, aliado fiel de la causa feminista, me parece que tienen más razón que un santo. Es más, desde el día en que me puse las gafas moradas no he podido quitármelas; es como si se adhirieran a la piel y pasaran a formar parte esencial e irrenunciable de tu cuerpo. Una sensación magnífica, sin duda. El machismo, por su parte, en vista de los argumentos vacíos y rancios que esgrime pareciera estar repartiendo entre sus fieles seguidores y seguidoras gafas opacas. Lentes oscuras que no permiten pasar la luz y te dejan completamente ciego. Digo esto con conocimiento de causa: ¿cómo es posible que no se den cuenta que cada año asesinan a una media de 60 mujeres?; ¿por qué no ven que faltan féminas en consejos directivos y en puestos de dirección?; ¿qué hay de la brecha salarial?; ¿no se percatan de los numerosos abusos y agresiones sexuales que se registran?. Definitivamente están ciegos, no hay otra explicación posible.
Para aquellos y aquellas de las gafas opacas tengo una buena noticia: ese complemento de la visión - por llamarlo de alguna forma - no se adhiere a la piel, es decir, estáis a tiempo de quitároslas y darles un buen pisotón. ¿Qué me decís?, ¿no os parece que las moradas son mucho mejores? Si finalmente optáis por el cambio, os informo de que hay gafas para todos y todas. Hacedlo, os prometo que no os arrepentiréis.

Fdo. Alguien que un día, no hace mucho, llevó gafas opacas y optó por deshacerse de ellas para siempre.


Imagen exraída de la web www.nocreasnada.com

sábado, 18 de agosto de 2018

La importancia del apoyo externo

El miércoles fue un gran día. Uno de esos que pasan al baúl de los buenos recuerdos; aquel en el que se almacenan solo los que dejan una huella positiva, amable, simpática. Al menos para mí y los míos. De hecho el sentimiento podría quedar perfectamente definido con esta frase: la satisfacción del deber cumplido.
El miércoles pasó a disposición del Juzgado de Violencia Sobre la Mujer Avelino. Esa misma mañana, a pesar de su negativa a declarar en su contra, Amparo salió con una Orden de Protección bajo el brazo. Una medida cautelar que en su nombre solicitaron su madre y la Fiscal de guardia. La situación, sin duda, lo requería.
El caso de Amparo llegó a nuestras manos hace ahora dos semanas. Su madre, Martina, fue la encargada de presentarse en Comisaría para dar cuenta de la presunta situación de violencia de género que su hija sufría. Refería haber visto hematomas en diferentes zonas del cuerpo de la joven en varias ocasiones; marcas físicas que eran justificadas por Amparo a través de excusas inverosímiles: "Me las hice jugando con Avelino; no es nada, déjame que viva mi vida". Pero la mecha la incendió una llamada inesperada: la madre de una amiga de su hija contactó con ella para contarle un episodio violento. El hecho, ocurrido días atrás en un local público, fue presenciado por varias personas más (amigas de Amparo).
Asigné el caso a uno de mis Policías. Como viene siendo habitual en estas situaciones, en las que en principio no contamos con la colaboración de la supuesta víctima, recurrimos al Distrito Sanitario. Se solicitó el historial médico de Amparo. En concreto, aquellas asistencias facultativas registradas que pudieran derivarse de episodios de malos tratos. En 24 horas teníamos la información en el correo electrónico: solamente había una asistencia, por pérdida de peso, náuseas y mareo; ocasionada a raíz de una ruptura sentimental cercana en el tiempo. Esta información ya apuntaba a que, como mínimo, Amparo estaría manteniendo una relación tóxica.
El siguiente paso que dimos era previsible: identificamos a las testigos del supuesto episodio violento, contactamos con ellas por teléfono y las citamos en Comisaría para ser oídas en declaración. Todas vinieron prestas. Estaban decididas a echar un cable a su amiga para salir de la situación de maltrato en la que estaba atrapada.
Al objeto de evitar futuras represalias y que se sintieran más seguras en su intervención (sobre todo lo segundo, pues las partes pronto supieron quienes eran), les ofrecimos la figura del testigo protegido. Se acogieron a ella de buena gana. Martina no se equivocaba cuando dio la voz de alarma: estas jóvenes presenciaron una agresión física semanas atrás, en el seno de un nutrido grupo de personas que disfrutaban del sábado noche en un local de ocio. Así nos lo narraron y así quedó plasmado en el papel.
Amparo, como era de esperar, se acogió a su derecho a no declarar. En este primer contacto no se mostró para nada receptiva. Es más, nos transmitió abiertamente que nuestra presencia la incomodaba. Una vez firmada el acta de no denuncia, nos marchamos con el rabo entre las piernas. Habíamos perdido una batalla pero no la guerra.
Mandé detener a Avelino con los indicios que manejábamos. De hecho, cuando dimos con él estaba con Amparo. Ella pateleó de lo lindo, no quería que su pareja se viniera con nosotros. Su actitud no iba a evitar nuestra actuación: era víctima de violencia de género aunque todavía no lo supiera.
Al día siguiente, en el Juzgado, subí personalmente con el atestado bajo el brazo. Por este orden, hablé con Fiscal y Jueza. Ambas me transmitieron que habría medida cautelar. De ahí me fui a ver a las amigas de Amparo, refugiadas en una sala aparte por seguridad: les di las gracias por lo que estaban haciendo y les prometí que nos íbamos a volcar con su caso. No pararíamos hasta que abriera los ojos.
Por último, me entrevisté en privado con la propia Amparo. He de decir que se mostró más receptiva, o al menos me dio esa impresión: me miraba cuando le hablaba e incluso asentía con la cabeza. Le pedí que viera a una amiga psicóloga del Instituto Andaluz de la Mujer y hablara con ella. "Solo una ocasión, ¿lo harías por mí?". Contestó que sí. Con eso me bastó por el momento.
Ayer me llamó la coordinadora del IAM para decirme que todavía Amparo no había accedido a acudir a ninguna cita. Paso a paso, no podemos querer que todo se resuelva en un plis plas. Con la orden de protección en vigor, tendremos que estar atentos a posibles quebrantamientos y actuar si la situación lo requiere. Al menos le hemos dado la oportunidad de ver la salida y eso nos hace muy felices. O mejor dicho, su madre y sus amigas - en definitiva, sus seres queridos - le han tendido la mano para ayudarla. El apoyo externo es fundamental en esto de la violencia de género. No lo olvidéis.

P.D.: todos los datos (nombres, fechas...) que empleo son ficticios y la situación en sí se encuentra novelada y adaptada. Las razones son obvias.