UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA

UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA
UNA DE BUENOS AMIGOS

sábado, 28 de diciembre de 2019

Carta a los Reyes Magos


Queridos Reyes Magos, este año me he portado de maravilla, aunque esto es algo que vosotros ya sabéis. Lo de “Magos” no es un calificativo inerte, en absoluto. He intentado, día sí día también, ser corresponsable, conciliador y, no menos importante, cariñoso. Porque ser hombre y dar cariño a los tuyos, sobre todo a tus hijos e hijas, no es incompatible. En el plano laboral también me he esforzado por ayudar a cada hombre y mujer que nos ha necesitado. A mí y a mi equipo, por supuesto. En unos casos lo hemos llevado a cabo con más éxito; en otros, con menos, pero siempre, sin excepción, nos hemos dejado la piel para tenderle la mano a quien demandó auxilio. La pasión por lo que hacemos es nuestro signo de identidad.

Dicho lo cual, sus Majestades reales, pasaré a enumerar mis deseos para este 6 de enero. Espero que mi carta de presentación sea motivo suficiente para darme estos “caprichitos”. Vamos allá:

Queridos Reyes Magos, en primer lugar, os quiero pedir un buen porte de esperanza, a ser posible en cantidades industriales. Para mí, como no, y para todos aquellos – y aquellas - que dedican su tiempo y sus esfuerzos a la búsqueda de la igualdad. Me refiero a aquella que persigue poner en un mismo escalón a hombres y mujeres, en lo que a derechos y oportunidades se refiere. Esperanza para seguir creyendo en la meta, para continuar, paso a paso, caminando en la dirección adecuada. Traedla, por favor, porque tirar la toalla nunca ha sido – ni será – una opción.

Queridos Reyes Magos, en línea con mi primera petición os pido, para los y las que no creen en esta justa causa, un saco repleto de gafas violeta. O moradas, que para el caso es lo mismo, a ver si con ellas puestas consiguen dejar de ver la realidad tan distorsionada. Dicen mis amigas feministas, y yo lo comparto, que una vez te las pones es imposible quitárselas. ¡Pues claro! ¿Quién podría darle la espalda e incluso, poner obstáculos, a algo tan sensato? Lo creáis o no, todavía quedan muchos (y muchas, of course) que niegan lo evidente. Lo dicho, gafas moradas a tutiplén.

Queridos Reyes Magos, por último, no puedo dejar de pediros por las familias y amistades de las 55 mujeres asesinadas en el contexto de la violencia de género en lo que va de este año. Hablo de los casos confirmados por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, porque, aparte de ellas, existen 3 casos que se encuentran actualmente en investigación. Traedle consuelo, en la medida de lo posible, para superar esta injusticia de magnitudes colosales. Espero que dentro de unos años (los mínimos, si no es mucho pedir) echemos la vista atrás y pensemos: “Cómo era posible, allá por 2019, que casi 60 mujeres fueran asesinadas por sus parejas o ex, por el simple hecho de haber nacido, precisamente, mujeres”.

Queridos Reyes Magos, habéis podido comprobar que no he sido excesivamente “pedigüeño”, como diría mi santa madre. He querido ir al grano, para que nada se os pase y así poder tener todas mis peticiones satisfechas. Gracias de antemano por vuestro esfuerzo y dedicación.

P.D.: Os dejo un par de vasos de leche para los camellos y un plato de mantecados para vosotros debajo del árbol. Un fuerte abrazo, Álvaro.


miércoles, 22 de mayo de 2019

Más de lo mismo...

La historia se repite: no hace mucho, leía a mi querido Miguel Lorente hablar de la especie de bucle en que se encuentra atrapado el machismo (y por extensión, los y las machistas). Una y otra vez recurren a los mismos argumentos, "disfrazados" torpemente de novedosos, en un intento de socavar el decidido avance hacia la Igualdad. Y es que el feminismo lleva ya tiempo caminando, con paso firme, en busca de una meta clara: la autonomía total de las mujeres y su acceso efectivo a idénticos derechos y oportunidades que sus congéneres, los hombres.

Esta mañana, sin ir más lejos, me topaba con una de estas argucias (término más apropiado que "argumentos", ¿no creéis?). Lo más gracioso de todo es que quien la esgrime pretende, por regla general, hacernos creer que ha de tener la consideración de "verdad absoluta". ¡Claro! Como lo dice un hombre desde su pedestal, entonces debemos tomarlo como un dogma. Ahora todo encaja: ver, oír y callar, ¿no? Ya, por suerte, NO - en mayúsculas -. Este "espontáneo", desde un perfil anónimo (para qué ir de frente...), aseguraba que "las denuncias de malos tratos son recursos utilizados por las mujeres en su propio beneficio", sobre todo para acelerar los trámites de la separación/divorcio. Así, en frío. Yo, con afán dialogante, le pregunto en qué estudio o estadística se apoya tal afirmación, que según él "está demostrada". Tal y como era de esperar, alude a su supuesta dilatada experiencia en la materia - nada más y nada menos que 30 años -. Un bagaje que respalda cualquier aseveración, por torticera que sea...

Hay veces que me planteo si mis dotes de investigador estarán en proceso de merma, si habrá un gran número de mujeres que, haciendo un uso fraudulento del sistema, me la "cuelan" constantemente, sin que me de cuenta. En otras ocasiones pienso: a lo mejor, en lugar de ser "fallo" mío, la explicación recae en que estos "espontáneos" disponen de una bola de cristal, de esas que usan las pitonisas, que cuando la frotan les "chiva" si la denunciante que tienen frente a ellos está mintiendo. Ni una teoría ni otra se sostiene, sinceramente.

Entonces, ¿dónde está el quid de la cuestión? En el eterno mandato de género, por supuesto. La construcción cultural de las mujeres como malas y perversas viene de largo: son calculadoras, vengativas, persiguen causar daño a hombres buenos, a través de estrategias psicológicas variadas, para así quedarse con la paga, la casa y la descendencia. Nada nuevo bajo el sol.

Lo que obvian cuando recurren a esta argumentación es que las cifras y los estudios científicos apuntan en una dirección muy distinta: la de considerar la violencia sobre la mujer pareja como un problema de salud pública (OMS, 2002). En concreto, los procesos judiciales de separación o divorcio no deseados por el hombre; o aquellos conflictos en torno al cuidado de los menores, se erigen en factores detonantes de la violencia. Todo lo que genere desacuerdo y, por ende, tensión, alimenta la posibilidad de que se registre una agresión. De hecho, un número considerable de los homicidios y asesinatos en este contexto se producen bajo estas circunstancias.

Y así con todo: que si las agresiones son causadas por factores externos (véanse, el alcohol o las drogas), que si todas las violencias han de tratarse como lo que según ellos son: simplemente violencias; que si los "chiringuitos" del género se lucran a costa de todo esto, etc. Repetitivo a más no poder, como si de un bucle se tratara. O tal vez sea su propio eco, que reverbera en el interior de la caverna a la que se aferran. Quién sabe.


martes, 16 de abril de 2019

Un problema de los hombres que sufren las mujeres

El título no es "cosecha propia". Con el permiso de Michael Kaufman - tácito, todo sea dicho -, doy nombre a esta nueva entrada que versará, como viene siendo habitual, sobre la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres. Es decir, violencia de género en el sentido amplio del término.

A estas alturas del partido, a uno le cuesta creer que existan reticencias a la hora de admitir el carácter estructural de esta problemática, por un lado, y que esta suerte de barreras, por otro, vengan de la mano de reacciones agresivas en algún que otro caso. Sobre todo en redes sociales, donde el paraguas del anonimato, en los tiempos que corren, pareciera aguantarlo todo: insultos, desprecios y toda clase de comentarios hirientes que, en una gran proporción, tienen como diana al sexo femenino. Algo que no sorprende, a la vista de las cifras oficiales sobre violencia en el contexto de las relaciones de pareja y aquella que afecta a la libertad sexual de las mujeres, por poner un par de ejemplos. Ellas suelen ser las afectadas; nosotros, los responsables.

Y es que nuevamente, si recurrimos al rico refranero castellano, encontramos un dicho que viene como anillo al dedo al caso que nos ocupa: "Quien se pica ajos come". Así de sencillo. La mayoría estaréis hartas - y hartos - de oír/leer frases del tipo: "Ser hombre se ha convertido en un peligro; nos criminalizan por el simple hecho de ser hombres; estamos expuestos a que nos denuncien falsamente; la presunción de inocencia ya no existe..." Podría seguir hasta aburriros, no os quepa duda. En esta línea escribía Miguel Lorente hace unos días: "Al machismo no le interesa diferenciar "hombre" de "maltratador" para decir que como no todos los hombres son maltratadores, en verdad ninguno de ellos lo es..." Es la estrategia de generar confusión, a través del victimismo y el "#NotAllMen", un recurso que, por desgracia, se ha convertido en recurrente en la actualidad. Con su reacción, a destiempo y carente de argumentos, demuestran que se sienten aludidos, que esto en realidad va con ellos y que, en absoluto, es su deseo ceder privilegios. Hablando en plata: se les ve el plumero.

Lo cierto es que hay que darse por aludido, pero en un sentido bien distinto: se necesitan hombres, jóvenes y activos, que deseen desconstruirse. Hacen falta nuevos modelos de masculinidad. Porque, aunque cueste entenderlo, el feminismo persigue la búsqueda de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Porque, nos duela o no, el machismo es un problema del hombre que sufren las mujeres.


Termino con una cita de María Noel Vaeza, directora de programas de ONU Mujeres, en una entrevista publicada en El País en mayo del año pasado: "Los hombres deben estar en el feminismo moderno". En definitiva, el cambio depende de todos y todas.

sábado, 13 de abril de 2019

La historia de Carmen

Una nueva agresión tuvo lugar. Era cuestión de tiempo que volviera a ocurrir. Carmen y José eran matrimonio desde hace mucho tiempo. Fruto de su unión tenían una hija común en edad adolescente (a fecha de esta historia, contaba con 16 años). Que supiéramos, era la sexta vez en la que José empleaba la violencia física sobre Carmen. 6 veces, nada más y nada menos.

Si os estáis preguntando qué pasó en las 5 anteriores, aquí tenéis la respuesta: Carmen no denunció a su maltratador y todo siguió igual. Las causas se archivaban, tras lo que ambos abandonaban el Juzgado juntos, con sus manos entrelazadas, para dirigirse una vez más a esa vivienda que compartían y que, en absoluto, podía calificarse de hogar. Esto último requiere de una buena dosis de cariño y respeto, aspectos que, en este caso, brillaban por su ausencia.

Sinceramente, en un principio, no albergaba esperanzas en esta sexta ocasión. Ese parte de actuación que descansaba sobre mi mesa, con un resumen de lo ocurrido y las firmas de los agentes intervinientes, volvería a ser insuficiente. Eso creía, hasta que me puse manos a la obra. Por un lado, los Policías actuantes habían apreciado lesiones en el rostro, cuello y brazos de Carmen. Por otro, comprobé que fue la hija (Manuela) quien había realizado la llamada al número de emergencias. No solo eso, sino que narró lo ocurrido a los agentes, en un tono en el que la preocupación era fácilmente detectable. 

Sin más preámbulos, comenzamos la gestiones de investigación. La falta de expectativas inicial dio paso a la esperanza. Esta vez estábamos convencidos de que podíamos echar una mano a Carmen para salir de ese infierno, aun a sabiendas de que ella no deseaba, por el momento, nuestra ayuda. Citamos a Manuela en primer lugar: quisimos que viniera sola (su grado de madurez y edad nos permitían explorarla sin presencia adulta), cosa que hizo encantada. Hasta aquí, fenomenal. Pero la cosa se iba a torcer... Habían pasado varios días del episodio violento y Manuela se "había enfriado". Fue leerle la dichosa dispensa (el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal) e inmediatamente se acogió al privilegio de no declarar en contra de su padre. Por ahora, el caso no pintaba nada bien.

Decidimos analizar todos los atestados anteriores, en busca de algún dato que pudiera cambiar el rumbo de la investigación. Ninguno de ellos lo habíamos instruido en mi Grupo por lo que, en principio, desconocíamos los detalles. Cuál fue mi sorpresa cuando me percaté de que en dos de ellos el requirente (persona que llama a la Policía para dar cuenta de la comisión de un presunto delito, en este caso concreto) era un vecino del inmueble donde residían. Pondríamos toda la carne en el asador a la hora de elaborar el informe vecinal, empezando por este "buen samaritano".

Voilá. Bingo. Eureka. No nos equivocábamos: este señor demostró ser un "buen samaritano", pero además localizamos a otra vecina dispuesta a dar la cara por Carmen. Lo que determinó el cambio positivo fue, sin duda, la implicación de ambos, extremo éste que unido al hecho de que habían sido testigos visuales directos de algunas de las agresiones, nos situaban en una posición muy favorable de cara al proceso penal que en unos días daría comienzo. Carmen, por su parte, vino a Comisaría para firmar un acta de "no declaración", o sea, acogerse también al maldito 416. Nada nuevo bajo el sol.

Con toda la información recogida, una vez convenientemente documentada, detuvimos a José. Éste decidió no declarar en Sede Policial, como era de esperar. Se le veía seguro de sí mismo; esperaba, indudablemente, que esta vez no fuera distinta a las anteriores. Al día siguiente, en el Juzgado, José se dio de bruces con la realidad en forma de indicios consistentes: varios agentes que habían visto el menoscabo físico en Carmen y, además, un puñado de vecinos aseguraban haberlo "pillado" in fraganti, con las manos en la masa. Reconoció los hechos, por un lado, y se conformó con la petición de la Fiscal, por otro. 1 año y cuatro meses de alejamiento e incomunicación de Carmen fue la pena impuesta (la prisión quedó suspendida por el momento, al ascender a unos cuantos meses).

Habíamos ganado una batalla. Una de muchas, pues la meta de la supervivencia todavía se ve difuminada, lejana, allá en el horizonte. A pesar de todo, a los pocos días nos encontramos con un acontecimiento inesperado: Carmen había llamado al 091 para informar de que José estaba en su portal, en actitud de espera. Quería verla; quería recuperarla. La esperanza de su agresor se vio truncada por la rápida actuación de un Z, que lo detuvo en el lugar. Otro pasito más cerca de la salida, Carmen.

Esta es la historia de una mujer maltratada, alguien que sin la intervención externa todavía seguiría atrapada en las garras de su agresor. Su ejemplo ha de servirnos para dar la cara y salir del silencio cómplice. Denuncia, no mires para otro lado. Ante la violencia de género, tolerancia cero. Por ellas.


Fuente: https://www.catalunyapress.es/texto-diario/mostrar/380070/victimas-supervivientes-claves-luchar-positivo-contra-violencia-genero

lunes, 8 de abril de 2019

Negar la mayor


Hoy os traigo, del rico refranero castellano, “negar la mayor”. Lo que vendría a ser, básicamente, dar la espalda a la realidad o remar a contracorriente, a sabiendas de lo que supone. Algo que, aunque cueste creerlo, está de moda en un ámbito de tanta importancia como la búsqueda de la igualdad.

El momento actual, por suerte o por desgracia, empuja a la polarización. El mejor ejemplo para explicar esta situación nos remite a la política: pareciera, a escasos día de los comicios generales, que solo existe la izquierda y la derecha. No solo eso, sino que además ambas han de tender a la búsqueda de los extremos. El término medio, la escala de grises; han pasado, quiero pensar que temporalmente, a mejor vida.

En materia de igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres ocurre algo parecido. Y es que no debemos perder de vista que lo personal es político. Ante los indudables avances del feminismo, una parte de la sociedad ha optado por situarse en la más combativa oposición. Una reacción, en algunos casos, que incluso llega a virar a agresiva, sobre todo si se cuenta con el paraguas protector del anonimato en redes sociales. Una especie de “todo vale” en el mundo virtual, con tal de mantener intactos mis privilegios y, por ende, la desigualdad por razón de género.

Todo esto que os cuento choca de lleno con la realidad de los datos. Algo que, sin duda, cuesta comprender. ¿Cómo es posible negar el alcance social de la violencia sobre la mujer? Según el Consejo General del Poder Judicial, cada día de 2018 se registraron 457 denuncias de media por maltrato en el ámbito de la pareja. Nada más y nada menos. Pero, para ellos – y ellas, todo hay que decirlo – el verdadero problema radica en el “alto porcentaje” de denuncias falsas, ese que ningún año alcanza el 0’1% del total, si nos remitimos a las estadísticas de la Fiscalía General del Estado.

Sigamos: cuando les dicen que el machismo mata, que al año una media de 60 hombres asesinan a quienes son o fueron sus parejas (mujeres); son capaces de achacar el problema a los extranjeros, o apuntar que “no todos los hombres matan”. Acabáramos. También, por cierto, nos recuerdan que los hombres son asesinados en una proporción mucho mayor que las mujeres, obviando, de plena conciencia, que sus asesinos son también hombres en su inmensa mayoría.

Venga, que ya hemos cogido carrerilla: en una ciudad como Málaga, el año pasado se registraron un total de 225 presuntos delitos contra la libertad e indemnidad sexual (aquí entra el Título del Código Penal completo: abusos, agresiones, acosos, etc), según el último Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior. Esto, traducido a horas, quedaría de la siguiente manera: cada 40 horas aproximadamente se comete una supuesta infracción penal del Título VIII del Código Penal, es decir, de naturaleza sexual. Voy un poco más allá, si me lo permitís: en casi todos coincide el sexo de víctima y presunto agresor. Mujer, la primera; varón, el segundo.

No hay nada como darse un buen baño de estadísticas oficiales para abrir los ojos, ¿no os parece? Aún así, todavía algunos – y algunas, por desgracia – seguirán “negando la mayor”.



martes, 26 de marzo de 2019

Impliquémonos


Hoy no hablaré de él. Tampoco me centraré en ella. Hoy la víctima y el autor pasarán, si me lo permitís, a un segundo plano. Hoy, aún a sabiendas de que me salgo un poco del guion habitual, pondré el foco en el entorno de la pareja; en aquellos y aquellas que, aun cuando se encuentran en una posición privilegiada de detección y ayuda, optan en multitud de ocasiones por guardar silencio.

Por si todavía te estás preguntando sobre el tema que os traigo, procedo a aclararlo antes de entrar de lleno en materia: pretendo escribir sobre la importancia del apoyo externo en la violencia de género. Hablo de aquella que cursa del varón hacia la mujer, siempre y cuando exista o haya existido una relación de afectividad entre ambos (según la definición legal vigente en nuestro país).

Hace unos días conocíamos las estadísticas del 2018 sobre violencia de género, a través de la Web oficial del Consejo General del Poder Judicial. 166.961 denuncias: un 0’4% más que en 2017. Pero de todos estos casos, ¿cuántos se iniciaron por la propia víctima? Un 69’06%, exactamente. Es decir, 115.303, de los que 4.676 fueron denuncias interpuestas directamente en Juzgados y 110.627, ante Fuerzas y Cuerpos de Seguridad con competencia en instrucción de atestados en este ámbito.

Casi en un 70% de los casos fue la propia mujer, por su propio pie y en lo que yo, personalmente, considero un alarde de valentía; quien se “plantó” ante un Juzgado o en una Comisaría a pedir amparo. Por motivos de espacio no me detendré a desglosar el 30% restante (si tenéis curiosidad por conocer los datos en mayor profundidad os invito a consultar el informe). Solamente os diré que 768 denuncias (un 0’46% del total) fueron presentadas por familiares en Juzgados, a lo que habría que sumar las 2.716 interpuestas por éstos ante Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (un 1’63%). Juntos ascenderían a un insignificante 2’09% de todas las denuncias de 2018. Un mísero 2% de casos en los que el círculo más cercano de la mujer da el paso y pide ayuda para su ser querido.

No sé a vosotros y vosotras, pero a mí me parece que falta implicación “por un tubo”. Pensad que una mujer víctima de maltrato se enfrenta a muchos factores, sobre todo psicológicos, que le van a complicar enormemente demandar auxilio por sí sola. Os hablo de miedo, dependencia emocional y económica, baja o nula autoestima… Barreras que la aíslan del exterior, que la debilitan hasta el punto de estar a merced de su maltratador.

Aquí han de entrar en escena los familiares, amigos y amigas, vecindario, etc. Me refiero a todo aquel que, de una forma u otra, pertenezca al círculo cercano de la víctima. Es momento de salir del silencio cómplice y pasar directamente a la acción. No podemos mirar para otro lado porque todavía creamos que “son solo problemas de pareja”. La violencia de género nos afecta a todos y todas, impliquémonos.


martes, 5 de marzo de 2019

El papel del varón

Con el 8M a la vuelta de la esquina, como quien dice, muchos hombres nos preguntamos sobre la mejor manera de apoyar a nuestras compañeras. Utilizo la primera persona del plural porque me incluyo en el lote, faltaría más. Del rico refranero popular recupero esta frase: "Preguntando se llega a Roma"; que, por cierto, viene al pelo para describir cuál ha sido la vía que he elegido para salir de la duda. Quién mejor que mi amiga y maestra Angélica Cuenca para acometer esta empresa.

Solo necesité enviarle una foto del párrafo inicial, acompañado por un "¿te animas?". A buen entendedor pocas palabras bastan. En cuestión de media hora tenía una respuesta. ¡Y qué respuesta! Dos minutos de audio de Whatsapp que valen su peso en oro. Procedo, a sabiendas de mis limitaciones, a resumiros los consejos que mi admirada psicóloga nos da a los hombres de cara al próximo viernes 8 de marzo.

Su propuesta gira en torno a una palabra: ESCUCHA (que conste que las mayúsculas son, también, cosa de ella). "Escucha qué es lo que las mujeres tienen que decir; escucha a las mujeres hablar sobre qué es el feminismo; y sobre todo, escucha las dificultades que se encuentran en su día a día, por el mero hecho de ser mujeres." Por otro lado, a nivel práctico, nos pide que ese día nos encarguemos de los cuidados para permitirles a ellas participar activamente. En esta línea continúa: "Si eres empresario, facilita a tus trabajadoras ir a la huelga y por supuesto, no tomes represalias contra ellas; si eres profesor, no pases lista ese día porque hay un bien mayor..."

Pero no se queda aquí, no señores. Mi queridísima Angélica retoma ese vocablo mágico con el que comenzó sus recomendaciones: ESCUCHA. "Escucha por qué las mujeres queremos ir a la huelga; escucha por qué las mujeres estamos tan indignadas; escucha por qué las mujeres nos sentimos inseguras; escucha por qué las mujeres nos sentimos agredidas; y escucha por qué las mujeres sentimos que estamos en desigualdad de condiciones con nuestros compañeros varones."

Termina con una frase que a mí, personalmente, me eriza todo el vello del cuerpo: "Debéis entender que esto es una lucha por los Derechos Humanos, una lucha por la IGUALDAD (en mayúsculas)." Aquí hay uno que ha captado el mensaje. Es más, en la medida de mis posibilidades pondré todo de mi parte por apoyar a las mujeres en tan justas demandas. Como ella misma puntualiza, "la escucha no ha de limitarse al 8 de marzo, más bien ha de ser extensiva a todos los días del año." Por ellas, por vosotras. Gracias compañera.


Imagen extraída de https://eldia.es/sociedad/2018-03-01/2-marzo-Dia-Internacional-Mujer-Yesica-Rivero.htm

viernes, 1 de marzo de 2019

Las mujeres de mi vida

Se acerca el 8M. Este año, tras las históricas movilizaciones del pasado, se espera una acogida sin precedentes. Las mujeres saldrán a la calle a reclamar lo que por justicia les pertenece, en una sociedad que todavía - bien entrado el siglo XXI - sigue en proceso de cambio. La igualdad, por mucho que nos duela, no es aun una realidad. Es más, vivimos un momento social y político que empuja a la unión sin fisuras para proteger lo logrado y seguir en la dirección adecuada. Una frase que ha inundado las redes estos días define a la perfección la postura actual del feminismo: "Ni un paso atrás".

En medio de este panorama, del que sin duda saldrán reforzadas nuestras mujeres, me gustaría hablaros de tres de ellas. Tres de vosotras. Iré de mayor a menor, de más experiencia a la total inocencia, de la sabiduría de una abuela a la "ricura" de una - todavía - pequeñaja.

Empezaré por quien me trajo al mundo: mi mamá. Son ya 34 años a su lado, piel con piel. Mi madre tiene una manía de la que nunca se podrá desprender: si decide cogerte la mano, será difícil que en algún momento te la suelte. Dedicación es, sin atisbo de duda, la palabra que mejor la define. Gracias por enseñarme el valor del esfuerzo, la importancia de ser sincero y la virtud de escuchar al prójimo.

En segundo lugar, en estricto orden de edad, está Esther. Mi compañera de viaje, mejor amiga, confidente. Por tu culpa entré en contacto con el feminismo; es algo que no te podré perdonar jamás. Siempre has sabido complementarme y día a día me demuestras con tu ejemplo que los sueños, si se persiguen con pasión, corren el riesgo de convertirse en realidad. Como colofón me has dado las dos mayores alegrías hasta la fecha: Óliver y Sofía. Nuestros pequeños.

Por último, no podría pasar sin mencionar a una mujercita de algo más de 6 meses. Nuestro ángel Sofía. A pesar del poco tiempo entre nosotros, ha conseguido ganarse nuestros corazones con su sonrisa. Te prometo que tu mamá y un servidor haremos lo posible por educarte en igualdad.

Ellas son las mujeres más importantes de mi vida. Ellas, junto con muchas de vosotras, se echarán a la calle el próximo día 8 de marzo a exigir derechos y oportunidades. Sin ellas, he de confesaros, no sería quien soy. Gracias.


Imagen extraída de http://eldopolis.com.ar/actividades-y-homenajes-en-conmemoracion-por-el-dia-internacional-de-la-mujer/

miércoles, 20 de febrero de 2019

Mujeres "de las malas"

Hoy me gustaría hablaros del clásico sobrino que, en una cena de Navidad, contó que su vecino le dijo que a su hermano lo habían denunciado falsamente. O del amigo que, a través de su panadero, supo sobre lo que le ocurrió al hijo del frutero a quien, sin margen de duda ni error posible, denunció su mujer para quedarse con la custodia de los niños. Tanto una como otra, siempre según su versión, son mujeres "de las malas".

No quiero que vayáis a pensar que estas historias siempre salen de la boca de hombres. Nada más alejado de la realidad. De hecho, el pasado fin de semana fue una mujer la que me deleitó con uno de estos relatos. No sé si se trataba del cuñado de su peluquero, o de un antiguo compañero de trabajo, al caso viene a ser lo mismo. La ecuación responde, por regla general, a la que a continuación expongo: Sujeto A (mujer "de las malas") denuncia a Sujeto B (hombre "de los buenos") falsamente, con la intención de quedarse con los hijos, la casa y, si hubiera en cantidades considerables, la pasta. En el supuesto de familias humildes, o de ser ella extranjera, probablemente refieran que buscaba la famosa "paguilla".

Lo más gracioso de todo es que la clásica historia que aquí nos ocupa llega justo después de que les diga a qué me dedico. Para que os hagáis una idea, intentaré reproducir el sentido de la conversación. Sería algo así como:

Álvaro: "Soy Inspector de Policía. Dirijo un Grupo de Investigación especializado en familia y mujer. Violencia de género, doméstica y delitos contra la libertad sexual."

Interlocutor/a: "Qué chungo. Debe ser difícil trabajar en algo así..."

Álvaro: "La verdad es que se ven cosas desagradables, pero la oportunidad de ayudar al que más lo necesita compensa todo lo que se ponga por delante." Os prometo que siempre, siempre, intento transmitir sensibilidad desde el minuto uno. Ni aún así...

Interlocutor/a: "Imagino. Ahora está la cosa "calentita" con eso de las denuncias falsas. Seguro que veis muchas..."

Álvaro: "Pues en cuatro años que llevo solo he tenido unas cuatro o cinco investigaciones sobre violencia de género en las que concluyera una posible falta a la verdad. Luego no les he seguido la pista; desconozco cuántas acabaron en condena."

Interlocutor/a: "Qué raro. A mí me han contado varios casos. Sin ir más lejos, el tío de mi amiga del pueblo pasó un fin de semana en el calabozo..." Con vuestro permiso, obviaré los cinco minutos de historia que siguen.

Después de esto intento explicarles que un sobreseimiento judicial no implica que la mujer mintiera. También les hablo del privilegio de la dispensa de declarar en contra de sus parejas, al que se acogen más mujeres de las que desearíamos. Les digo que el hecho de que "retiren la denuncia" en el Juzgado - como coloquialmente se define esta acción -, no significa que la presunta perjudicada tenga motivaciones espúreas. Continúo contándoles que la violencia de género, como tipología delictiva, cursa bajo unas circunstancias que la hacen especial. Suelo destacar una en concreto: el maltrato queda normalmente confinado en las cuatro paredes del hogar, lejos de la mirada de terceros. Esto dificulta en gran medida la prueba, porque en numerosas ocasiones solo tenemos la palabra de uno contra la de otro. Por tanto, que no condenen a un determinado hombre no significa, necesariamente, que la supuesta víctima engañara al sistema. Faltaría más.

Os confieso que hay veces que consigo cambiar mentalidades. Otras, después de ponerle una buena dosis de paciencia y cariño, levanto el pie del acelerador y doy el caso por perdido. Sea de una manera u otra, lo que más me choca es el pensamiento que parece estar calando en parte de la población: hay multitud de denuncias falsas en el ámbito de la violencia de género. Esto da que pensar. En un país donde anualmente son asesinadas una media de 60 mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas, hay gente que se queda con historias de tercera o cuarta mano, en las que se acusa a una porción del sexo femenino ("las malas") de denunciar a hombres "buenos". Hay algo que no cuadra; una pieza no encaja en este puzzle.

Ante toda esta confusión, en la que se mezclan mensajes incompletos con falta de conciencia social, entre otros aspectos; el remedio que se erige en infalible es, sin lugar a dudas, la educación.  No nos dejemos llevar por informaciones imprecisas, no contrastadas. Necesitamos igualdad, y a ser posible, cuanto antes.

Foto: Pixabay

jueves, 14 de febrero de 2019

Aliados por la igualdad

El domingo puse el foco en ellas: todas esas supervivientes que inspiran y se erigen en ejemplo de superación. Hoy, si me lo permitís, os hablaré de aquello que sucede entre bambalinas, fuera de los ojos atentos del público general.

Estas mujeres tienen, cuando se deciden por la vía penal, el apoyo incondicional de muchas personas. Entre estas, por supuesto, se encuentra la Policía Nacional. Voy a barrer para casa - por algo a este espacio lo bauticé "El pequeño rincón de Álvaro" -. Y es que gran parte de la culpa de la supervivencia de muchas valientes la tenemos nosotros (y vosotras, mis queridas compañeras).

Las Unidades de Familia y Mujer llevan desde 2015 prestando una atención integral y especializada a víctimas de violencia de género. Para que no haya confusiones, conviene puntualizar que desde estos equipos también se investigan conductas penales incluidas en el ámbito doméstico o familiar - entre las que se encuadran los casos en los que la mujer aparece como sujeto activo del delito -; y aquellas que afectan a la libertad e indemnidad sexual. En este último apartado las víctimas son mujeres en un elevadísimo porcentaje. Todo hay que decirlo.

Contaba que sobre la Policía podemos depositar un buen pellizco de responsabilidad en materia de auxilio y protección de mujeres maltratadas. Porque, al fin y al cabo, las Fuerzas de Seguridad han de avanzar al compás de la ciudadanía: en la actualidad, huelga recordarlo, la igualdad está de moda. Así las cosas, toca posicionarse en el extremo opuesto al machismo; abogar por la especialización y la concienciación de los especialistas policiales; crear una red de ayuda a las víctimas en la que la coordinación interinstitucional ocupe un lugar central.

Pero no solo de represión vive la política criminal. Para que el cambio pueda ser una realidad, la mayor parte de los esfuerzos han de recaer en otro ámbito: el de la prevención. Que conste que no me refiero a la presencia policial en las calles - por cierto, necesaria en la evitación de conductas criminales -, aquí pretendo poner el acento en el campo de la educación. ¿La Policía trabaja el aspecto educacional? Por supuesto, además de la concienciación social. Nos podéis encontrar en centros educativos, en A.M.P.A.s, en mesas redondas multidisciplinares, en jornadas de formación... Porque, como apuntaba, el castigo no nos conducirá a la meta.

Así las cosas, seguiremos del lado de quienes más lo necesitan: las víctimas. Por ellas.





sábado, 9 de febrero de 2019

Un halo de esperanza

"La vida se compone de pequeños momentos." Así concluía su intervención otro de los autores premiados, cuyo nombre no alcanzo ahora a recordar. Pero esto, al caso, es lo de menos. A mí lo que realmente me caló fue el mensaje: la vida es una suma de vivencias. Unas malas; otras que pasan desapercibidas; algunas regulares; y otras, simple y llanamente, maravillosas.

El pasado viernes mi libro (La lucha contra la violencia de género: vivencias de un Policía) era elegido como el mejor del 2018 de la categoría "superación", en la V gala de los premios editorial Círculo Rojo. Esto, por cierto, también ha de ser tomado como un dato circunstancial. Permitirme que me explique: este reconocimiento se lo debo a ellas y solo a ellas. Ellas, en exclusiva, son la razón de mi inspiración. Ellas, y nadie más, traen un halo de esperanza a muchas mujeres que sufren, que se encuentran perdidas. Porque, no lo olvidéis, la vida se compone de momentos y su supervivencia me dejó una huella imborrable.

A este respecto, también debo deciros que vivimos en un mundo donde "vende" la tragedia. Pareciera que ansiamos conocer los detalles sobre la desgracia ajena. Solo tenéis que sintonizar cualquier cadena televisiva, a las 15 horas exactamente, para comprobar mi teoría. Asesinatos, accidentes, peleas, catástrofes; y así podría seguir hasta llenar un par de páginas.

Por este motivo, precisamente, son tan importantes los finales felices. Se hace fundamental contrarrestar tanta negatividad y desesperación para poder creer que un mundo mejor es posible. De la violencia de género se puede salir, indudablemente. Ellas lo demostraron - me refiero a mis 6 valientes y a un sinfín de mujeres más -. Con su ejemplo prueban que hay luz al final del túnel y, por qué no, que existe la ilusión de una vida mejor.

Desde aquí os pido que no dejéis nunca de buscar historias positivas. Solo así podremos aspirar a plantar cara al maltrato con opciones de victoria. Gracias de todo corazón.


jueves, 7 de febrero de 2019

Un comienzo de año negro

Siete. Un número que bien podría significar un magnífico rendimiento en un examen, en este caso concreto, apunta en una dirección muy distinta. Siete son las mujeres presuntamente asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas en lo que va de 2019. Un total de siete víctimas mortales en escasos 50 días. Escalofriante, ¿no creéis?

Desde 2003, año en que se comienza a contabilizar la cifra de la vergüenza (como alguien, acertadamente por cierto, tuvo a bien bautizarla), son ya 982 nombres de mujeres los que engrosan esta maldita lista. Para que os hagáis una idea del alcance de la violencia de género: la banda terrorista ETA dejó un legado mortal de 853 personas. Se trata, a la vista de los hechos, de una lacra de alcance social.

Pero lo más preocupante de todo - al menos, a mi juicio - es que en 6 de los casos no existían denuncias previas. Lo repito, para que cale: no existían denuncias previas. La repetición la baso en que, todavía, se siguen leyendo titulares de tipo: "ninguna víctima había denunciado; las 6 mujeres no habían presentado denuncia; etc." Hace escasos días lo tuiteaba en mi perfil: el lenguaje es importante y, si depositamos la responsabilidad de la denuncia en ellas, por un lado podríamos dar a entender que indirectamente las culpamos de lo ocurrido y, por otro, no menos importante, transmitimos a la sociedad en general que el peso de pedir ayuda recae en ellas, exclusivamente. No olvidemos que la culpa exclusiva ha de recaer sobre el maltratador. Siempre, sin excepciones.

Para aquellos y aquellas que penséis que exagero, o incluso que carezco de razón, os daré algunas cifras de interés al respecto: en 2017 solo el 2'25% de las denuncias fueron iniciadas por el entorno de la víctima. Me refiero a familiares, amistades, vecinos y vecinas. Voy más allá, si me lo permitís: de 2018 conocemos las cifras de los tres primeros trimestres y el porcentaje ha descendido a un 1'4%. Datos, sin duda, desalentadores.

¿Qué explicación hay para esta suerte de silencio? ¿Por qué seguimos mirando para otro lado? Históricamente se ha esgrimido la creencia de que los problemas de pareja son de índole privado. Eso de "los trapos sucios se lavan en casa". Al machismo le conviene mantener el statu quo: las probabilidades de que un agresor sea descubierto descienden si se consigue que el apoyo externo nunca llegue. En relación a este hilo argumental recuerdo como un chico de 16 años, al término de una charla en instituto, se me acercó para compartir conmigo una experiencia personal. Contaba que sus vecinos de abajo discutían con habitualidad. Incluso puntualizaba que en alguna ocasión había escuchado gritos de la mujer pidiendo auxilio y ruidos que podrían corresponderse con la rotura de enseres domésticos - muebles, vasos, etc -. En uno de esos incidentes le preguntó a su padre si debían llamar a la Guardia Civil. La respuesta de su progenitor fue taxativa: "No te metas. Son asuntos de pareja." Yo, en línea con mis convicciones, no pude evitar pedirle que la próxima vez que ocurra un episodio parecido marque el 062 o el 112, dé cuenta de los hechos y no le diga absolutamente nada a su padre. Tal vez me metiera donde no me llaman, pero no pude evitarlo. Lo hice pensando en ella.

En definitiva, falta conciencia social "por un tubo". No podemos seguir instalados en esta cómoda complicidad, bajo una especie de anestesia que nos impide implicarnos de lleno, levantar la voz de una vez por todas. Es momento de decir basta; toca salir de la zona de confort y dar la cara para proteger a estas mujeres que sufren violencia, día sí, día también; a manos de quienes debieran amarlas y respetarlas. Desde aquí os pido implicación: esta feroz batalla contra el machismo solo puede ser ganada con la participación de la sociedad en su conjunto. No lo hagáis por mí, hacedlo por ellas.

Imagen extraída de la web navarra.es