domingo, 7 de marzo de 2021

Un obligado hasta luego

 No me gustan las despedidas. ¿A quién, en su sano juicio, le puede agradar decir adiós a personas queridas? A nadie, indudablemente. Más si cabe cuando el motivo es ajeno a lo estrictamente profesional. Hoy, no me andaré con rodeos, es uno de los días más duros de mi vida: tras casi seis años al frente del Grupo de Investigación de la U.F.A.M. de Málaga, me despido para cambiar de destino. En realidad, no me marcho de un simple grupo de trabajo, no señor. Dejo atrás a mi equipasso, como cariñosamente nos hemos autodenominado.

Después de darle muchas vueltas al coco, de intentar, una y otra vez, evitar lo inevitable; llegó la hora de cambiar de aires para conciliar el trabajo con mi vida personal. Porque, me duela o no, es momento de volcarse en la familia. De centrarme en mi pequeño Óliver. Atrás dejo grandes profesionales, experiencias inolvidables y, lo que es más importante todavía, muy buenos amigos y amigas. Colegas para toda la vida. Vosotros y vosotras, mis súper policías, sois la razón principal de mi tristeza. Vosotros y vosotras, amigos/as, me habéis regalado los que posiblemente sean mis mejores años en esta santa casa, la Policía Nacional. 


Aterricé aquí sin pena ni gloria. No en vano, mi designación fue del todo inesperada: vine a Málaga, de hecho, buscando “acción”, esto es, dedicarme a las drogas y el crimen organizado. Sin embargo, por afán del destino, acabé recalando en la Unidad de Familia y Mujer, un proyecto que, de hecho, iniciamos juntos, allá por abril de 2015. Desde entonces hemos superado tiempos difíciles, conflictos de diferente cuño, casos peliagudos donde los haya, pero siempre con una sonrisa en la cara. Siempre, sin excepción, me habéis regalado confianza a raudales, en forma de dedicación y trabajo bien hecho. Todo ello supuso que, lo que en principio parecía algo temporal, se convirtiera en una forma de vida. La nuestra, la del equipasso.


Por esto y mucho más os quiero dar las gracias. Gracias por hacerme crecer como policía y persona. Gracias por acompañarme desde el minuto uno, cuando mi bagaje como “director de orquesta” dejaba mucho que desear. Gracias por guiarme, por levantarme después de cada tropiezo, por aconsejarme incluso cuando yo, testarudo por momentos, no lo demandaba. Gracias por criticarme si hacía algo mal, por escucharme, por aguantarme. Gracias por hacer de esta profesión algo divertido. Gracias por haber ayudado a tantas mujeres y hombres que confiaron en nosotros. Gracias, en definitiva, por hacerme tan feliz. Hasta la próxima, equipasso, porque este inspector amenaza con volver. Os quiero y no poco.