El machismo no descansa. No
conoce de períodos vacacionales, ni mucho menos de fines de semana en los que
desconectar. No tiene en cuenta circunstancias espaciotemporales: cuando llega
la hora de pasar a la acción, sencillamente actúa.
El pasado viernes, mientras la
mayoría de la sociedad se disponía a plegar velas, él entró en escena. El lugar
elegido: Palma de Mallorca; su víctima: Sacramento Roca. Esta mujer de 36 años,
española; se encontraba en su lugar de trabajo, posiblemente con la vista
también puesta en los planes de ocio que la aguardaban al finalizar su turno.
La diferencia con el resto de nosotros es que ella nunca podrá llevarlos a
cabo.
El presunto culpable de haber
puesto fin a sus días antes de tiempo fue su expareja, Rafael Pantoja. Varón de
45 años, español, vigilante de seguridad de profesión. Él decidió que era el
momento de acabar con la vida de Sacramento. ¿La explicación? El machismo no
pregunta, simplemente golpea.
Según se desprende de las
informaciones que han trascendido a los medios, el supuesto homicida o,
incluso, asesino (a la vista de los hechos podría darse la alevosía en su
conducta); no había aceptado una reciente ruptura. La seguía queriendo, no
estaba dispuesto a pasar página así como así. Se lo hizo saber en numerosas ocasiones
– tanto a través del teléfono, como presentándose inopinadamente en la tienda
donde Sacramento trabajaba -. Sus firmes negativas a retomar la relación,
presuntamente, hicieron que Pantoja pasara al plan B: ella había denunciado
días atrás que alguien había pinchado las ruedas de su coche, además de la
aparición de carteles en los que figuraba su número de teléfono junto al
ofrecimiento de contactos sexuales. Por supuesto sospechaba de él. Yo, también.
Los machistas, que no son más que
el brazo ejecutor del machismo, creen con convicción que ellas les pertenecen. Sacramento
era suya, y de nadie más. No concebía una vida sin ella a su lado. Esto,
llevado al extremo, se traduce en una agresión mortal. En el caso que nos ocupa
el ataque llegó por la espalda: la cobardía como sello de identidad de esta
maldita lacra.
Sacramento es la víctima 44 de
este año y la 972 desde 2003. No podemos bajar la guardia ni un momento; en
esta lucha sin cuartel, la relajación no tiene cabida. Porque él no descansa.
Porque él es capaz de llevar el conflicto hasta las últimas consecuencias.
Porque ellas se merecen vivir en paz de una vez por todas.
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