Permitidme en primer lugar una
breve presentación. Mi nombre es Álvaro, soy Inspector del Cuerpo Nacional de
Policía desde 2010 y un amante empedernido de lo que hago. Caprichos del
destino hicieron que allá por septiembre del mencionado año, conociera al que a
la postre se convertiría en un gran amigo. Autor de varios manuales de gran
utilidad policial, constante como él sólo, no podía fallar a su petición de
hacer esta pequeña aportación a lo que vaticino será otro gran éxito editorial.
Es para mí un gran honor.
Una vez roto el hielo, entraré de
lleno en lo que he venido a relataros. Una historia llena de subidas y bajadas,
del inglés “ups and downs”, pero que
como no podía ser de otra manera, tuvo un final feliz. Para mí, abriendo mi
corazón a vosotros desde este preciso instante, fue un cuento de hadas.
Corría principios de junio del
año 2009 cuando un servidor finalizó sus estudios. El año anterior me había
licenciado como Ingeniero Químico por la Universidad de Granada, sin embargo,
no las tenía todas conmigo. Fue una carrera que no me llenó, de la que tuve
oportunidad de cursar prácticas que tampoco consiguieron cubrir mis
expectativas. En medio de ese pequeño bache emocional, decidí matricularme en
un máster semipresencial: Prevención de Riesgos Laborales y Sistemas Integrados
de Calidad y Medio Ambiente. Las normas ISO venían pisando fuerte en la
industria y la búsqueda de la excelencia empresarial estaba a la orden del día.
Para sorpresa mía y de mis padres (mis principales avalistas), tampoco consiguió
motivarme lo suficiente. Podríamos decir que me encontraba inmerso en una
crisis existencial cuando surgió la que sería la oportunidad que venía
buscando. Llegó a mis oídos que existía la posibilidad de acceder al Cuerpo
Nacional de Policía por la categoría de Inspector.
Tras una semana de fase
decisoria, tomé la mejor decisión de mis todavía cortos días. Una oposición a
un trabajo que, desde que era un adolescente, me llamaba mucho la atención y lo
más importante, mis estudios superiores serían de utilidad. Una prueba de este
calado requería una estrategia a la altura: primero decidí, después de cinco
años de independencia espacial (no puedo decir lo mismo de la económica),
volver a casa de mis padres. La bonita ciudad que me vio nacer, Córdoba, me acogió
con los brazos abiertos. Segundo, como todo buen opositor que se precie, tracé
un plan de estudios muy exigente. Un horario estricto (de lunes a sábado), con
un mínimo de 8 horas útiles de trabajo intelectual al día y un par de horas de
ejercicio físico. No olvidemos que no solo debemos preparar la mente para ser
declarados aptos, el cuerpo también juega un papel fundamental.
El primer mes y medio todo fue
como la seda. Y claro, no podía ser de otra forma. Iniciaba una nueva etapa en
mi vida que me motivaba a rabiar, por lo que el esfuerzo que puse en liza fue,
a todas luces, excesivo. He usado este calificativo porque estaría a las
puertas de afrontar mi primera crisis como opositor.
Me desinflé como un globo. Primer
error de principiante, la preparación es gradual y la oposición es una carrera
de fondo. Yo fui el típico que esprinta el primer kilómetro de una carrera de 5
y los cuatro restantes se arrastra hasta la meta, deseando retirarse a cada
instante. En estos momentos es cuando surgen las dudas: ¿Seguro que quiero ser
Inspector?, ¿75 plazas en toda España para más de 2000 licenciados/diplomados?,
¿Habrá tantos “enchufados” como dicen en los foros?; aquí aprovecho para
espetaros lo siguiente: los foros son un gran error. El balance es negativo, es
decir, te generan más dudas que luces te aportan.
Bien, la crisis que os he
introducido se prolongó durante una interminable semana. ¿Qué cómo salí de
ella? En sólo dos palabras: mis padres. Ellos son los artífices de mi éxito, me
recordaban a cada instante mis capacidades y que la esperanza es lo último que
se pierde. “No puedes rendirte a las primeras de cambio, lucha como tú sabes”.
Y así lo hice, volví a agarrar el toro por los cuernos, eso sí, plan de
estudios mediante y a un ritmo bastante más pausado.
Entre tanto, superé el verano con
nota. No fueron 8 horas diarias pero estuve cerca y lo mejor de todo, fueron
muy productivas. Ese aprovechamiento sobresaliente lo achaco a la costa. Pasé
los dos meses de verano en Torre del Mar y debo admitir que la brisa marítima
me abrió la mente enormemente. Pronto estábamos en septiembre y ya sabía por dónde
iban los tiros. La vida del delito, el dolo, error de tipo y prohibición, hurto
y robo con fuerza en las cosas, etc; pasaron a formar parte de mi vocabulario
de andar por casa. El Derecho Penal había irrumpido en mi vida y, para mi grata
sorpresa, me apasionaba. Recuerdo mi primer supuesto como si fuera ayer. Esa
calificación dejó su imprenta en mi diario, a partir de ese momento sólo quería
calificar. Aquí hacemos una parada: cuando te conviertes en un “freak” del
Derecho Penal significa que tu objetivo se acerca. Haces algo que te apasiona y
eso a la postre se reflejará en los resultados.
Octubre... ¿Cómo podría olvidar
ese mes? Hasta Octubre de 2009 mi andadura fue en solitario, salvo por la
perenne presencia de mis cariñosos progenitores. Fue en esa fecha cuando conocí
a la que hoy es mi esposa y que me ha dado la criatura más bonita de la faz de
la tierra, nuestro hijo Óliver. Su comprensión, su apoyo y su intensidad
jugaron un papel clave. Lo digo porque es muy difícil mantener una relación
sentimental durante el período de oposiciones. De ella o de él requerimos,
sobre todo, entendimiento. Resulta complicado digerir que lo primero son los
libros. Una vez conseguimos esto, tendremos a nuestro lado al mejor de los
aliados (esto lo cuento en primera persona).
El tiempo vuela, por lo menos
para mí. Pronto era Navidad. Otra época del año en la que ser opositor no es
atractiva. Celebraciones familiares, salidas con amigos y excesos alimenticios
por doquier. Es en estas fechas señaladas donde se marca la diferencia. Os
recomiendo empapelar vuestro dormitorio y agenda con frases motivadoras, que a
diario te recuerden que sin esfuerzo no se alcanzan las metas. En mi caso
también me ayudó mucho la música. Aparte de ayudarme a abstraerme, ciertas
canciones me inyectaban un plus de motivación y me hacían querer devorar los
apuntes.
Pronto llegó el mes de enero y
con él la convocatoria. Sin comerlo ni beberlo me encontré haciendo la maleta
para viajar a Vicálvaro, donde mis sueños empezarían a tomar forma. En este
primer envite, me acompañaron mi padre y mi madre. Esa fría mañana de miércoles
fue solventada sin mayor sobresalto. Siempre he sido un gran deportista. La
única contrapartida fue la baja para los siguientes exámenes de mi madre. La
pobre nos dijo en el trayecto de vuelta que era demasiada tensión para ella,
que la próxima se quedaba en Córdoba para no sufrir.
Y así fue. A partir de ese
instante ella se ocupó de la logística (búsqueda de alojamientos) y mi padre y
yo pusimos el resto. Prueba tras prueba, eso que al principio era sólo un sueño
difuso fue cogiendo forma. La meta estaba cada vez más cerca.
Después de un largo período de
exámenes (el primero fue en enero y el último en mayo), inscribí mi nombre
entre los 75 elegidos. No se había cumplido ni un año desde aquella crisis de
identidad y ya saboreaba las mieles de la victoria. Si yo conseguí hacerlo en
un año, con todas mis limitaciones, cualquiera de vosotros tiene esta empresa
al alcance. Sólo hay que estirar la mano para cogerla. El tiempo de formación
de Ávila lo dejo para otro momento, aunque os anticipo que fue una experiencia
inolvidable.
Esta es parte de mi historia, una
que tuvo un final feliz. Las dudas serán constantes y veremos barreras allá
donde miremos, sin embargo, la mente humana está preparada para derribarlas.
¿Cómo? Creyendo en uno mismo y poniendo todo de nuestra parte. El esfuerzo es
la clave del éxito. Soy consciente de que en mi caso todo fue un camino de
rosas. Padres que me respaldaban, novia comprensiva, en definitiva, opositor
dedicado en cuerpo y alma al estudio. Cualquiera puede conseguirlo con un plan
adaptado a sus circunstancias, si no en un año pues en dos o en tres. No
podemos exigirnos más de lo que podemos dar, como ya he comentado. Hasta aquí
mi aportación a vuestros sueños. Para terminar quiero pediros que no dejéis de
perseguirlos, la vida es para los soñadores que se toman las cosas en serio y
se dejan la piel en lo que hacen. Como diría mi amigo Manuel Damián, paz y
amor.
Álvaro BOTIAS BENEDIT
Inspector del Cuerpo Nacional de
Policía
Málaga, 2016
Me ha encantado su post me ha dado mucha energía! Estoy preparándome la escala ejecutiva cree que con 6 horas al día es suficiente? Muchas gracias
ResponderEliminarHola Mónica! Muchas gracias por tus palabras. Intento poner toda la pasión que mis dedos me permiten en mis entradas... Recuerda que preparar una oposición es como correr larga distancia - por ejemplo, una maratón. Si sales muy fuerte al principio, aprovechando ese exceso de motivación que las nuevas metas nos brindan, al final llegarás exhausta y sin aliento. 6 horas bien aprovechadas, de lunes a sábado, son maravillosas. Dedícale todo el tiempo que tu vida personal y profesional te permita, respetando siempre los obligados descansos. Un saludo y mucho ánimo. Aquí me tienes para lo que necesites
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