Una nueva agresión tuvo lugar. Era cuestión de tiempo que volviera a ocurrir. Carmen y José eran matrimonio desde hace mucho tiempo. Fruto de su unión tenían una hija común en edad adolescente (a fecha de esta historia, contaba con 16 años). Que supiéramos, era la sexta vez en la que José empleaba la violencia física sobre Carmen. 6 veces, nada más y nada menos.
Si os estáis preguntando qué pasó en las 5 anteriores, aquí tenéis la respuesta: Carmen no denunció a su maltratador y todo siguió igual. Las causas se archivaban, tras lo que ambos abandonaban el Juzgado juntos, con sus manos entrelazadas, para dirigirse una vez más a esa vivienda que compartían y que, en absoluto, podía calificarse de hogar. Esto último requiere de una buena dosis de cariño y respeto, aspectos que, en este caso, brillaban por su ausencia.
Sinceramente, en un principio, no albergaba esperanzas en esta sexta ocasión. Ese parte de actuación que descansaba sobre mi mesa, con un resumen de lo ocurrido y las firmas de los agentes intervinientes, volvería a ser insuficiente. Eso creía, hasta que me puse manos a la obra. Por un lado, los Policías actuantes habían apreciado lesiones en el rostro, cuello y brazos de Carmen. Por otro, comprobé que fue la hija (Manuela) quien había realizado la llamada al número de emergencias. No solo eso, sino que narró lo ocurrido a los agentes, en un tono en el que la preocupación era fácilmente detectable.
Sin más preámbulos, comenzamos la gestiones de investigación. La falta de expectativas inicial dio paso a la esperanza. Esta vez estábamos convencidos de que podíamos echar una mano a Carmen para salir de ese infierno, aun a sabiendas de que ella no deseaba, por el momento, nuestra ayuda. Citamos a Manuela en primer lugar: quisimos que viniera sola (su grado de madurez y edad nos permitían explorarla sin presencia adulta), cosa que hizo encantada. Hasta aquí, fenomenal. Pero la cosa se iba a torcer... Habían pasado varios días del episodio violento y Manuela se "había enfriado". Fue leerle la dichosa dispensa (el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal) e inmediatamente se acogió al privilegio de no declarar en contra de su padre. Por ahora, el caso no pintaba nada bien.
Decidimos analizar todos los atestados anteriores, en busca de algún dato que pudiera cambiar el rumbo de la investigación. Ninguno de ellos lo habíamos instruido en mi Grupo por lo que, en principio, desconocíamos los detalles. Cuál fue mi sorpresa cuando me percaté de que en dos de ellos el requirente (persona que llama a la Policía para dar cuenta de la comisión de un presunto delito, en este caso concreto) era un vecino del inmueble donde residían. Pondríamos toda la carne en el asador a la hora de elaborar el informe vecinal, empezando por este "buen samaritano".
Voilá. Bingo. Eureka. No nos equivocábamos: este señor demostró ser un "buen samaritano", pero además localizamos a otra vecina dispuesta a dar la cara por Carmen. Lo que determinó el cambio positivo fue, sin duda, la implicación de ambos, extremo éste que unido al hecho de que habían sido testigos visuales directos de algunas de las agresiones, nos situaban en una posición muy favorable de cara al proceso penal que en unos días daría comienzo. Carmen, por su parte, vino a Comisaría para firmar un acta de "no declaración", o sea, acogerse también al maldito 416. Nada nuevo bajo el sol.
Con toda la información recogida, una vez convenientemente documentada, detuvimos a José. Éste decidió no declarar en Sede Policial, como era de esperar. Se le veía seguro de sí mismo; esperaba, indudablemente, que esta vez no fuera distinta a las anteriores. Al día siguiente, en el Juzgado, José se dio de bruces con la realidad en forma de indicios consistentes: varios agentes que habían visto el menoscabo físico en Carmen y, además, un puñado de vecinos aseguraban haberlo "pillado" in fraganti, con las manos en la masa. Reconoció los hechos, por un lado, y se conformó con la petición de la Fiscal, por otro. 1 año y cuatro meses de alejamiento e incomunicación de Carmen fue la pena impuesta (la prisión quedó suspendida por el momento, al ascender a unos cuantos meses).
Habíamos ganado una batalla. Una de muchas, pues la meta de la supervivencia todavía se ve difuminada, lejana, allá en el horizonte. A pesar de todo, a los pocos días nos encontramos con un acontecimiento inesperado: Carmen había llamado al 091 para informar de que José estaba en su portal, en actitud de espera. Quería verla; quería recuperarla. La esperanza de su agresor se vio truncada por la rápida actuación de un Z, que lo detuvo en el lugar. Otro pasito más cerca de la salida, Carmen.
Esta es la historia de una mujer maltratada, alguien que sin la intervención externa todavía seguiría atrapada en las garras de su agresor. Su ejemplo ha de servirnos para dar la cara y salir del silencio cómplice. Denuncia, no mires para otro lado. Ante la violencia de género, tolerancia cero. Por ellas.
Fuente: https://www.catalunyapress.es/texto-diario/mostrar/380070/victimas-supervivientes-claves-luchar-positivo-contra-violencia-genero
Decidimos analizar todos los atestados anteriores, en busca de algún dato que pudiera cambiar el rumbo de la investigación. Ninguno de ellos lo habíamos instruido en mi Grupo por lo que, en principio, desconocíamos los detalles. Cuál fue mi sorpresa cuando me percaté de que en dos de ellos el requirente (persona que llama a la Policía para dar cuenta de la comisión de un presunto delito, en este caso concreto) era un vecino del inmueble donde residían. Pondríamos toda la carne en el asador a la hora de elaborar el informe vecinal, empezando por este "buen samaritano".
Voilá. Bingo. Eureka. No nos equivocábamos: este señor demostró ser un "buen samaritano", pero además localizamos a otra vecina dispuesta a dar la cara por Carmen. Lo que determinó el cambio positivo fue, sin duda, la implicación de ambos, extremo éste que unido al hecho de que habían sido testigos visuales directos de algunas de las agresiones, nos situaban en una posición muy favorable de cara al proceso penal que en unos días daría comienzo. Carmen, por su parte, vino a Comisaría para firmar un acta de "no declaración", o sea, acogerse también al maldito 416. Nada nuevo bajo el sol.
Con toda la información recogida, una vez convenientemente documentada, detuvimos a José. Éste decidió no declarar en Sede Policial, como era de esperar. Se le veía seguro de sí mismo; esperaba, indudablemente, que esta vez no fuera distinta a las anteriores. Al día siguiente, en el Juzgado, José se dio de bruces con la realidad en forma de indicios consistentes: varios agentes que habían visto el menoscabo físico en Carmen y, además, un puñado de vecinos aseguraban haberlo "pillado" in fraganti, con las manos en la masa. Reconoció los hechos, por un lado, y se conformó con la petición de la Fiscal, por otro. 1 año y cuatro meses de alejamiento e incomunicación de Carmen fue la pena impuesta (la prisión quedó suspendida por el momento, al ascender a unos cuantos meses).
Habíamos ganado una batalla. Una de muchas, pues la meta de la supervivencia todavía se ve difuminada, lejana, allá en el horizonte. A pesar de todo, a los pocos días nos encontramos con un acontecimiento inesperado: Carmen había llamado al 091 para informar de que José estaba en su portal, en actitud de espera. Quería verla; quería recuperarla. La esperanza de su agresor se vio truncada por la rápida actuación de un Z, que lo detuvo en el lugar. Otro pasito más cerca de la salida, Carmen.
Esta es la historia de una mujer maltratada, alguien que sin la intervención externa todavía seguiría atrapada en las garras de su agresor. Su ejemplo ha de servirnos para dar la cara y salir del silencio cómplice. Denuncia, no mires para otro lado. Ante la violencia de género, tolerancia cero. Por ellas.
Fuente: https://www.catalunyapress.es/texto-diario/mostrar/380070/victimas-supervivientes-claves-luchar-positivo-contra-violencia-genero
No hay comentarios:
Publicar un comentario