sábado, 24 de noviembre de 2018

¡ALCEMOS LA VOZ!


Decía alguien en Twitter hace unos días: “De la violencia machista no siempre se sale. Hay demasiadas asesinadas. Ellas ya no tienen vida, no tienen voz.” No sé a vosotras y vosotros, pero a mí este comentario me eriza todo el vello del cuerpo. Y es que las cifras hablan por sí solas: 972 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas desde 2003; una denuncia en España por violación cada 8 horas; en torno a 5 millones de mujeres son tratadas cada año en el mundo con fines de explotación sexual (1 de cada 4 son menores de 18 años); y así un largo etcétera. Desalentador, ¿verdad?

Hoy, 25 de noviembre, se celebra el día internacional contra todas las formas de violencia sobre la mujer. Hoy, en todo el mundo, las mujeres alzan la voz para que se las oiga y para reclamar lo que les pertenece: vivir en paz, ser respetadas, no ser violentadas por el simple hecho de no haber nacido hombres. Lo ideal, sin duda, sería no tener que dedicar una jornada al año para exigir algo que es de justicia. Pero eso es todavía y por desgracia, una utopía.

Como hombre, aprovecharé estas líneas para dirigirme a los de mi sexo: toca posicionarse; es momento de salir de la comodidad que otorga el silencio cómplice. Hoy, más que nunca, echaros a la calle a acompañar a las mujeres. Gritar fuerte a su lado, secundar su justa causa. Ha llegado la hora de quitarnos el disfraz de privilegios. Toca dar un paso al frente para unirnos a la reivindicación. Nosotros y ellas, ellas y nosotros.

Alcemos la voz por aquellas a las que el machismo calló. Alcemos la voz para condenar toda forma de violencia sobre la mujer, incluida la prostitución. Alcemos la voz hoy, mañana y siempre. Un día al año no es suficiente para conseguir el ansiado cambio. ¡Por la igualdad real y el fin de la violencia machista!


Imagen extraída de http://espaciopopular.com/25-de-noviembre-dia-internacional-de-la-eliminacion-de-la-violencia-contra-la-mujer/

viernes, 23 de noviembre de 2018

Microrrelato: MIS ÁNGELES DE LA GUARDA


- "Te juro que te mato." Dijo, a voz en grito.

José estaba fuera de sí. Desde su posición - parapetada detrás de la mesa del salón -, María pudo ver cómo se adentraba en la cocina, con paso decidido. Oyó el sonido del cajón e inmediatamente después, el roce del metal.
- "Por favor, José." El llanto ahogó cada palabra. Solo pensaba en su hijo, a quien abrazaba con tanta fuerza que temía hacerle daño.
A los pocos segundos, su marido entró en el salón, cuchillo en mano. Y entonces todo cambió.
- "¡Policía! Abran la puerta."
Había esperanza.



sábado, 17 de noviembre de 2018

El machismo no descansa


El machismo no descansa. No conoce de períodos vacacionales, ni mucho menos de fines de semana en los que desconectar. No tiene en cuenta circunstancias espaciotemporales: cuando llega la hora de pasar a la acción, sencillamente actúa.

El pasado viernes, mientras la mayoría de la sociedad se disponía a plegar velas, él entró en escena. El lugar elegido: Palma de Mallorca; su víctima: Sacramento Roca. Esta mujer de 36 años, española; se encontraba en su lugar de trabajo, posiblemente con la vista también puesta en los planes de ocio que la aguardaban al finalizar su turno. La diferencia con el resto de nosotros es que ella nunca podrá llevarlos a cabo.

El presunto culpable de haber puesto fin a sus días antes de tiempo fue su expareja, Rafael Pantoja. Varón de 45 años, español, vigilante de seguridad de profesión. Él decidió que era el momento de acabar con la vida de Sacramento. ¿La explicación? El machismo no pregunta, simplemente golpea.

Según se desprende de las informaciones que han trascendido a los medios, el supuesto homicida o, incluso, asesino (a la vista de los hechos podría darse la alevosía en su conducta); no había aceptado una reciente ruptura. La seguía queriendo, no estaba dispuesto a pasar página así como así. Se lo hizo saber en numerosas ocasiones – tanto a través del teléfono, como presentándose inopinadamente en la tienda donde Sacramento trabajaba -. Sus firmes negativas a retomar la relación, presuntamente, hicieron que Pantoja pasara al plan B: ella había denunciado días atrás que alguien había pinchado las ruedas de su coche, además de la aparición de carteles en los que figuraba su número de teléfono junto al ofrecimiento de contactos sexuales. Por supuesto sospechaba de él. Yo, también.

Los machistas, que no son más que el brazo ejecutor del machismo, creen con convicción que ellas les pertenecen. Sacramento era suya, y de nadie más. No concebía una vida sin ella a su lado. Esto, llevado al extremo, se traduce en una agresión mortal. En el caso que nos ocupa el ataque llegó por la espalda: la cobardía como sello de identidad de esta maldita lacra.

Sacramento es la víctima 44 de este año y la 972 desde 2003. No podemos bajar la guardia ni un momento; en esta lucha sin cuartel, la relajación no tiene cabida. Porque él no descansa. Porque él es capaz de llevar el conflicto hasta las últimas consecuencias. Porque ellas se merecen vivir en paz de una vez por todas.



jueves, 27 de septiembre de 2018

El cambio recae en la educación

En esta trágica semana es más necesario que nunca sentarse a hacer balance. ¿Se podrían haber evitado los 5 asesinatos?, ¿qué ha fallado?, ¿por qué no se ha protegido convenientemente a estas mujeres? En todos los casos, sin excepción, habían acudido a las instituciones en busca de ayuda que, a la vista de los fatales desenlaces, no surtió el efecto deseado.
Son ya numerosos los artículos en prensa que desgranan - o al menos lo intentan - los fallos del sistema. También hemos tenido acceso a varias publicaciones que en unos casos "culpan" a la Jueza de Castellón; en otros a la Fiscalía; y, para no dejarse a nadie en el tintero, los hay que apuntan con el dedo a la Policía (Leí uno en concreto que recogía las manifestaciones del Delegado del Gobierno de la Comunidad Valenciana, en las que desvelaba posibles errores en la valoración policial del riesgo).
Como no podría ser de otra manera en la era post-tecnológica, a modo de complemento a la información recibida por los medios de comunicación, me he topado con todo un arsenal de reacciones en redes sociales - reacciones a título individual -. Unas hablan de justicia patriarcal; otras de desprotección total; incluso algunas hacen referencia a una supuesta violencia institucional. Las hay para todos los gustos.
Partiendo de la premisa de que el asesinato de una mujer a manos del maldito machismo - que previamente había acudido a la Administración en demanda de auxilio - ha de ser considerado un fracaso institucional; intentaré, de forma breve y escueta, exponer algunos pensamientos e ideas que estos tristes días me rondan la cabeza.
PRIMERO.- Empezaré, por su cercanía temporal, por Manuela. Esta mujer, vecina del Morche - yo vivo a escasos 10 kilómetros del lugar -, fue acuchillada mortalmente por su pareja en su domicilio en el día de ayer. Víctima y agresor, a pesar de existir orden de alejamiento en vigor, habían retomado la convivencia. 
Esto no es poco habitual, en absoluto. El vínculo emocional que une a la mujer a su maltratador es difícil de romper y se necesita un trabajo psicológico-asistencial paralelo al proceso penal. Por supuesto, la situación dificulta el seguimiento de la protección por parte de la Policía. Pregunta: ¿Una "pulsera" habría evitado que volvieran a convivir? Sí. Sin embargo, el medio telemático está reservado para casos cuyas características - de gravedad, entre otras - lo requieran. Aunque no lo creáis tiene sus contras: la mujer está constantemente en situación de alerta; cuando el dispositivo "pita", os podéis imaginar el miedo que pueden llegar a sufrir (en muchas ocasiones los saltos de alarma son fortuitos); genera ansiedad, desasosiego... No todo es positivo.
A mí, si os soy completamente sincero, lo que más me sorprende son las declaraciones de vecinos que he leído en la prensa: "aseguran que tenían una relación muy tormentosa; era frecuente verla discutir en público con su pareja; aunque no podía estar sin él..." (la negrita va con toda la intención del mundo, que quede claro). ¡Ah! Que esto venía de largo y su entorno más cercano lo sabía. Me atrevo incluso a afirmar que conocían de la existencia de la medida cautelar, fijaos. Esto tiene un nombre: anestesia social.
No pasa nada, miramos para otro lado y ya está. Si "son cosas de pareja" y además ella asegura que no puede estar sin él... ¿Qué falla entonces? Muchas cosas, sin duda. Pero el error de mayores dimensiones recae sobre la ciudadanía; sobre la sociedad en su conjunto. Mientras se siga mirando para otro lado, el machismo seguirá campando a sus anchas.
SEGUNDO Y ÚLTIMO.- El terrible asesinato de las niñas de Castellón. Aquí los fallos han sido múltiples, sobre eso no hay discusión posible. Yo, por mi parte, optaré por analizar un par de cuestiones.
La primera será en torno a la falta de Unidades de Valoración Forense adscritas a los Juzgados de Violencia sobre la Mujer. Se necesita - con urgencia - que se establezcan en todas partes y comiencen a desplegar sus funciones (sobre todo cuando hay niños y niñas de por medio). Para los que no sepáis qué son, os diré que se trata de equipos multidisciplinares compuestos por un/a médico forense, un/a psicólogo/a y un/a trabajador/a social. Sus valoraciones de todos los intervinientes (víctima, agresor, menores, entorno familiar...) serían el complemento perfecto a las valoraciones policiales de riesgo. Porque, pregunto: ¿alguien ha hecho un seguimiento al varón?, ¿se le ha valorado psicológicamente?, ¿sabemos si ese señor estaba en condiciones de cuidar a sus hijas?, ¿alguien ha explorado a la niña mayor? He leído que era consciente de la situación. Incluso en una ocasión llegó a coger a su hermana - de 1 año por aquel entonces - para protegerla de su propio padre. Él, según la información a la que he tenido acceso, comenzó a romper enseres en el salón de manera violenta. Son solo algunas de las preguntas que me asaltan y que comparto con vosotros/as.
La segunda y última cuestión recae sobre el agresor y su entorno. No podemos perderlo de vista. Al respecto también recuerdo haber leído en prensa que un amigo declaró a los periodistas que estaba viviendo una situación límite. Cuentas intervenidas, un despido reciente sobrevenido, riesgo de embargo de su vivienda... Además, por si fuera poco, achacaba todo esto a su ex-mujer. Decía algo del estilo: "me ha dejado sin un duro, esto es todo por su culpa". ¿A este supuesto amigo no se le ocurrió pedir ayuda? Otra dosis de anestesia social.
En definitiva, la Policía y la Justicia intervienen una vez el conflicto se ha generado, es decir, acudimos para reprimir al autor y auxiliar a la víctima. Con los recursos y la formación a nuestro alcance - ambas, a todas luces, escasas - hacemos todo lo que está en nuestra mano y un poquito más, si cabe. Como humanos que somos erramos, eso es de cajón.
Sin embargo, la base del problema radica en los cimientos de la sociedad y lleva por nombre patriarcado. La educación es la llave que abre la puerta de la igualdad, que a su vez podría conducir a la erradicación de esta violencia estructural. Mientras sigamos creyendo - como escribió de manera magistral Miguel Lorente hace unos días - que un maltratador puede "querer a sus hijos y ser un buen padre", el machismo seguirá desplegando sus conductas de agresión contra las mujeres. Por el simple hecho de ser eso, mujeres. Mientras sigamos pensando que lo que ocurre en la pareja son cosas de pareja, seguiremos llorando a nuestras amigas, vecinas y familiares. Es una lacra social y urgen acciones. No miremos para otro lado. Actuemos.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Primeras medidas del Pacto de Estado


Hace escasos 2 días se convalidaba el polémico Real Decreto-ley 9/2018, de 3 de agosto, en la Cámara Baja. El apoyo, como no podía ser de otra forma, fue unánime. Se trata de la aprobación del primer “paquete” de medidas que suponen la modificación de textos legales, enmarcadas en un Pacto de Estado que vio la luz hace prácticamente un año. 11 meses y 13 días, para ser exacto. Entre medias numerosos vaivenes políticos, quebraderos de cabeza con aires separatistas y un sinfín de cosas que ahora no alcanzo a recordar. ¿Excusas? Si tenemos en cuenta que la violencia de género es la manifestación más cruel del desequilibrio de poderes entre hombres y mujeres, en la sociedad actual, podríamos decir que sí. Que nada importa más que lo que nos ocupa.

Sin embargo, no estoy por la labor de ser negativo: “Más vale tarde que nunca”; y sobre todo que este paso siente un precedente. Recurro a una analogía empleada en el deporte rey: “Una vez se abre la caja vienen todos seguidos” (para los/as menos futboleros/as: después de meter el primer gol todo es más fácil). A este achaque de positivismo se suma el hecho de que finalmente hayan convertido el texto en proposición de ley, lo cual supondrá que se someterá a debate y otros grupos políticos podrán incorporar enmiendas. Todo lo que sea revisar en pos de un mayor consenso siempre es favorable. No os quepa duda.

Dicho esto, que ha de servir como somera introducción, me gustaría que el cuerpo de esta entrada discurriera por dos frentes – ambos igual de importantes -: el primero consistirá en un intento de explicar en qué consiste exactamente la modificación legislativa que nos ocupa; el segundo, como no podía ser de otra forma, en aportar y fundamentar mis opiniones personales al respecto. Sin más preámbulos, ¡vamos al lío!

Las medidas que con este Real Decreto-ley se despliegan son varias:

En primer lugar, se llevan a cabo varias modificaciones de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la violencia de género. La “Ley” por antonomasia; nuestra herramienta de mayor valor en esta lucha. Bien, tres son los artículos afectados por la reforma: el artículo 20, que versa sobre la representación procesal de las víctimas (es decir, su derecho a asistencia letrada).  Se modifica el apartado cuarto, que pasa a tener la siguiente redacción: “4. Igualmente, los Colegios de Abogados adoptarán las medidas necesarias para la designación urgente de letrado o letrada de oficio en los procedimientos que se sigan por violencia de género y para asegurar su inmediata presencia y asistencia a las víctimas.” Designación urgente e inmediata presencia y asistencia a las víctimas. Esto va en la línea de proteger a la mujer de forma integral y desde los primeros compases. Asimismo, como novedad, se incorporan tres apartados al mentado artículo: todos ellos se orientan a la posibilidad de que la víctima se persone como acusación particular en la causa. Para ello se prevé la representación por Procurador/a y se especifica que podrá incorporarse como parte activa en cualquier momento del procedimiento. Todo esto, por supuesto, a coste cero.

De aquí pasaríamos al artículo 23. En él se recogen las vías o formas a través de las que se puede acreditar la situación de violencia de género de una mujer. Hasta ahora solo se podía conseguir por la vía penal: sentencia condenatoria por delito de violencia de género, Orden de Protección o cualquier otra medida cautelar dictada a favor de la víctima y en defecto de los anteriores, informe del Ministerio Fiscal que acredite la existencia de indicios de delito. Esto suponía que necesariamente la víctima tenía que pasar por el trámite de la denuncia para que existiera la posibilidad de desplegar el “paquete” de medidas integrales previstas en la L.O. 1/2004. Digo “existiera” porque no siempre se daban las condiciones impuestas, a pesar de haber interpuesto la correspondiente denuncia (véase, archivo en Juzgado de Violencia Sobre la Mujer por falta de indicios que acrediten la situación de violencia o porque la mujer se acoge a su derecho a no declarar en contra del supuesto agresor). A partir de ahora se abre un nuevo camino: informe de los servicios sociales, de los servicios especializados, o de los servicios de acogida destinados a víctimas de violencia de género de la Administración Pública competente; “o por cualquier otro título, siempre que ello esté dispuesto en las disposiciones normativas de carácter sectorial que regulen el acceso a cada uno de los derechos y recursos.” Termina añadiendo: “El Gobierno y las Comunidades Autónomas, en el marco de la Conferencia Sectorial de Igualdad, diseñarán, de común acuerdo, los procedimientos básicos que permitan poner en marcha los sistemas de acreditación de las situaciones de violencia de género.”

En lo que afecta a la L.O. 1/2004, nos encontramos una última modificación. Ésta concierne al contenido del artículo 27, sobre la compatibilidad de ayudas económicas. Con el cambio se pretende que la mujer víctima pueda acceder a ayudas de carácter local o autonómico, entre otras, y que éstas no sean incompatibles con las de carácter estatal.

En segundo lugar, se modifica el artículo 156 del Código Civil. Con poco margen de error me atrevo a afirmar que estamos ante el cambio más polémico. No es para menos. Con él, en palabras literales de la exposición de motivos, se pretende “desvincular la intervención psicológica con menores expuestos a violencia de género de la patria potestad”. Aquí cabe añadir, aunque luego lo hayan incorporado a la nueva redacción, que también aplica en violencia doméstica (es decir, si es él – el varón -, el afectado por la violencia o bien lo son sus hijos/as a manos de su madre). Resulta que a partir de ahora, si uno de los progenitores está “incurso en un proceso penal iniciado por atentar contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad o indemnidad sexual del otro progenitor o de los hijos e hijas de ambos”; su consentimiento dejará de ser necesario en lo que respecta a la atención psicológica de los hijos e hijas menores de edad (con dos puntualizaciones: que habrá de informársele de este extremo y que en caso de hijos/as mayores de 16 años se recabará siempre el consentimiento expreso de éstos). En resumidas cuentas: un o una presunto/a autor/a de violencia de género/doméstica perderá su derecho a decidir en este aspecto de la patria potestad. El presunto/a significa que está siendo investigado por unos hechos que podrían ser delictivos, si bien todavía no ha recaído sentencia condenatoria. Todo esto ha de quedar claro cristalino.

En tercer y último lugar, se incorpora un apartado a la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local. Su contenido reza: “Actuaciones en la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres así como contra la violencia de género”. Con esto se pretende poner el foco en las Administraciones Locales. Por cercanía y confianza, a la vista de que en torno al 70% de las mujeres asesinadas hasta la fecha no habían interpuesto denuncia, se considera primordial que el papel de Ayuntamientos y sus servicios asistenciales se vea convenientemente reforzado. Esto enlaza a la perfección con la ampliación del catálogo de vías de acreditación de la situación de víctima de violencia de género.

Hasta aquí lo que da de sí la reforma. Momento ahora de entrar de lleno en las opiniones a título personal. ¡Allá vamos!

Iré en estricto orden, punto a punto, para que de esa forma la comprensión no se vea mermada:

1.       Que las víctimas puedan personarse como acusación particular en el proceso penal es, sin duda, un gran avance. A esto, faltaría más, sumamos el hecho de que puedan hacerlo sin coste alguno. Pero, ¿qué significa eso de “acusación particular”? Paso a explicarlo: aunque la mayoría de los tipos penales que se dan en violencia de género son perseguibles de oficio (a excepción del acoso y el “revenge porn” o contra la intimidad), esto no viene sino a reforzar la tutela judicial y la confianza de la víctima en el sistema penal. Que un delito sea público o  perseguible de oficio supone que el Ministerio Fiscal (en adelante, MF) está obligado a perseguirlo – valga la redundancia -, sin incluso mediar denuncia del perjudicado/a (siempre y cuando la notitia criminis le llegue. Se me ocurre el atestado policial que se instruye aportando indicios de una presunta comisión delictiva, con el responsable identificado, pero sin que haya denuncia de la parte afectada) Esto convierte al MF en parte acusadora; en representante y defensor de los derechos de la víctima. Bien, además del MF, la legislación contempla que el perjudicado/a se pueda constituir en parte acusadora (con representación letrada y procurador/a) para defender sus derechos y reclamar los daños sufridos de la manera que estime oportuna, de forma paralela y sin que afecte a la actuación del MF. Ahora, en violencia de género, esto es posible a coste cero.

2.       La nueva vía de acreditación de la situación de víctima de violencia de género ha dado mucho que hablar. Se ha escrito largo y tendido sobre este aspecto de la reforma desde aquel caluroso primer viernes de agosto, cuando inopinadamente vio la luz.

Algunos/as afirman que esto es un grave error. Hablan de que los mecanismos jurídicos gozan de un control excepcional y de que dar esta potestad a instituciones locales es una auténtica aberración. Se oye la palabra “estigma” (si se acredita la situación de víctima de una mujer ha de haber, por fuerza, un agresor o maltratador), también inseguridad jurídica, y así hasta que nos hartemos.

Otros/as, en cambio, se muestran favorables al cambio. El argumento que esgrimen es el siguiente: no se trata de reconocer la condición de víctima al mismo nivel que el penal, sino solamente desde el punto de vista administrativo. Es decir, este reconocimiento le abrirá la puerta a derechos sociales y económicos a los que antes solo podía aspirar a través de la denuncia. Afirman que es una manera efectiva de romper el vínculo, sobre todo aquel que afecta de lleno al plano económico, y dotar a la mujer de la independencia necesaria para salir de la situación de maltrato.

¿Mi opinión? Que el cambio será positivo, previa elaboración de un procedimiento básico estandarizado. Me explico: a los que hablan de inseguridad jurídica, hoy por hoy, no les falta razón. En primer lugar, no se ha dispuesto la manera en la que se debe elaborar el “informe” que supuestamente acreditará la situación. En segundo lugar, a mí personalmente no me gusta nada la coletilla “por cualquier otro título”. Se habla de la elaboración de informes por los servicios sociales, los servicios especializados o los servicios de acogida destinados a la víctima de violencia de género de la Administración Pública competentes; para luego finalizar con ese “por cualquier otro título”. No me gusta ni un pelo. Es abstracto, ambiguo y, por tanto, inseguro desde el punto de vista jurídico. En tercer y último lugar, se apunta a que será la Conferencia Sectorial de Igualdad la encargada de elaborar el diseño del procedimiento. No sé, me da que se ha empezado la casa por el tejado, ¿no os parece?

Si pautamos el protocolo, estandarizamos los indicadores a emplear y formamos al personal de los servicios que han de ser competentes; entonces y solo entonces, este cambio será un paso de gigante en esta lucha. Porque a aquellos/as que ya lo defienden no les falta tampoco razón: es un reconocimiento administrativo que para nada afecta a la vía penal; sin duda conseguiríamos romper el vínculo y tener posibilidades de sacarla de la espiral de la violencia, a través de organismos más cercanos a la ciudadanía; y abriríamos la puerta a los recursos de ayuda que hay previstos para mujeres víctimas de maltrato. ¡Chapó! Pero antes, vamos a concretar y dejar a un lado las ambigüedades.

3.       La compatibilidad entre las ayudas no se presta al debate. Se merece una cerrada ovación y nada más.

4.       Por último, el otro punto polémico: la asistencia psicológica de hijos e hijas. Solo le voy a poner un “pero”: en el caso de que estos hijos e hijas sean testigos de la situación de maltrato, siempre y cuando su edad y madurez sean adecuadas, podría ser necesario su testimonio en el procedimiento. En estos supuestos, habiendo intercambiado opiniones con varios/as expertos/as en la materia (a mí se me escapa este tema), es posible que sea conveniente que los menores lleguen a la exploración intactos. Es decir, que su testimonio no se vea contaminado por previos contactos con otros/as especialistas, ajenos a la causa penal. Este es el único contrapunto que puedo aportar. Por lo demás, ha de regir el interés superior del menor y a este respecto, no me cabe duda, esta modificación legislativa es positiva. Recordemos que cuando hay causas abiertas, contra el padre o la madre, los menores son el principal receptor de la violencia. Tanto uno como otra intentará poner piedras en el camino para salirse con la suya. Lo que no saben es que quien sufre esta guerra abierta es el menor.

lunes, 27 de agosto de 2018

El machismo en Twitter

Por segunda semana consecutiva mi entrada gira sobre la misma temática: el maldito machismo. No es fijación, en absoluto; más bien responde a un fenómeno digno de análisis - al menos bajo mi particular prisma -. Aterricé en Twitter allá por el mes de abril de este año (un pepinillo, como en el argot policial nos referimos a los Polis novatos). Tal vez sea esa falta de rodaje la razón por la que me llama tanto la atención los airados ataques machistas que, a través de la figura virtual del troll, se reparten a diestro y siniestro. O tal vez no.
El caso es que su ofensiva en redes sociales es totalmente comprensible: difamar es gratis y en la Red se hace con la cobertura del anonimato. El Internet se consagra como el perfecto espacio para los cobardes, aquellos que prefieren no ir de cara. ¡Qué más se puede pedir! 
Sin ir más lejos, el sábado tuve que bloquear a 4; el domingo, a 2. Estas son mis cifras como hombre e Inspector de Policía Nacional (información que destaca en mi perfil, junto a mi foto). No me quiero ni imaginar los números de muchas de las feministas a las que sigo y tanto respeto. Supongo también - lejos de equivocarme, seguramente -, que el tono de los mensajes dista en gran medida: yo, por fortuna, solo he recibido precarias faltas de respeto y sandeces varias. A ellas les dirigen a diario hasta amenazas - en estos casos extremos, se debe optar por la denuncia -. Lo dicho: la seguridad de refugiarse tras la pantalla del ordenador; esa sensación de impunidad.
Como todo en la vida, la situación acarrea una pizca de humor. No sé a vosotros, pero a mí los nombres con que bautizan sus perfiles me suelen arrancar una sonora carcajada: que si "cazador de brujas", "un chico más", el "coco feminista", "divorciado indigente"; son solo algunos de los sujetos con que me he topado y que ahora engrosan mi lista de contactos bloqueados. Sin duda, la originalidad no es su fuerte.
Ante este aluvión de trolls decidí documentarme online. Pronto me toparía con un artículo de The Guardian en el que varios sociológos compartían el resultado de un estudio sobre esta incipiente figura virtual. Su conclusión era taxativa: hay que ignorarlos y bloquearlos. No podría estar más de acuerdo. Dicho y hecho.
Desde aquí, para terminar, me gustaría mandar un mensaje a la horda de trolls machistas que campan por Twitter: por mucho que os empecinéis en insultar, difamar, amenazar y cuestionar la violencia de género; no vais a conseguir callarnos. El feminismo ha cogido carrerilla y las voces que lo defienden se escuchan cada vez más fuerte. Sobre eso ya no hay discusión posible.
Es más, que el machismo haya optado por la agresión, por estas patéticas faltas de respeto y variopintos ataques; denota que sus privilegios están en riesgo. Ven peligrar los cimientos del patriarcado y se defienden cual gato panza arriba. Pronto la igualdad será una realidad, de ello podéis estar seguros. Entre tanto, seréis bloqueados como moscas.


Imagen extraída de www.arturogcampos.wordpress.com

sábado, 25 de agosto de 2018

El machismo y sus gafas opacas

"No hay más ciego que el que no quiere ver"; reza el archiconocido refrán popular. Para el caso, nos viene como anillo al dedo. Resulta que el machismo, de la mano de sus defensores (los y las machistas, pues hay de ambos sexos aunque cueste creerlo), se defiende del "ataque" a sus privilegios cual gato panza arriba. No necesita de argumentos sólidos, ni recursos contrastados; simplemente se vale de cualquier arma arrojadiza a su alcance: que si la violencia no tiene género, que si existe un alto porcentaje de denuncias falsas, que si no nos importa que asesinen a hombres y a niños, que si la legislación que aboga por la igualdad no es igulitaria... y así podría seguir hasta el fin de los días. Lo dicho, que padecen de la vista.
Para esto hay una explicación sencilla: la amenaza a sus afianzados privilegios se ha vuelto una realidad. Casi la pueden tocar con la yema de los dedos. El feminismo, esa corriente o movimiento que persigue la igualdad real de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, encabezado por un nutrido grupo de valientes féminas, ha dado un puñetazo en la mesa para decir: ¡hasta aquí! Ya no te paso ni una más. A voz en grito y con el gesto visiblemente serio, imperturbable. No sé a vosotros, pero a mí como hombre privilegiado me invita a reflexionar. "A ver si van a tener razón. A ver si va a ser verdad todo eso que dicen sobre los techos de cristal, la violencia de género y demás. Suena justo y sensato, ¿no os parece?". ¡Claro que es de justicia! Faltaría más...
A mí, aliado fiel de la causa feminista, me parece que tienen más razón que un santo. Es más, desde el día en que me puse las gafas moradas no he podido quitármelas; es como si se adhirieran a la piel y pasaran a formar parte esencial e irrenunciable de tu cuerpo. Una sensación magnífica, sin duda. El machismo, por su parte, en vista de los argumentos vacíos y rancios que esgrime pareciera estar repartiendo entre sus fieles seguidores y seguidoras gafas opacas. Lentes oscuras que no permiten pasar la luz y te dejan completamente ciego. Digo esto con conocimiento de causa: ¿cómo es posible que no se den cuenta que cada año asesinan a una media de 60 mujeres?; ¿por qué no ven que faltan féminas en consejos directivos y en puestos de dirección?; ¿qué hay de la brecha salarial?; ¿no se percatan de los numerosos abusos y agresiones sexuales que se registran?. Definitivamente están ciegos, no hay otra explicación posible.
Para aquellos y aquellas de las gafas opacas tengo una buena noticia: ese complemento de la visión - por llamarlo de alguna forma - no se adhiere a la piel, es decir, estáis a tiempo de quitároslas y darles un buen pisotón. ¿Qué me decís?, ¿no os parece que las moradas son mucho mejores? Si finalmente optáis por el cambio, os informo de que hay gafas para todos y todas. Hacedlo, os prometo que no os arrepentiréis.

Fdo. Alguien que un día, no hace mucho, llevó gafas opacas y optó por deshacerse de ellas para siempre.


Imagen exraída de la web www.nocreasnada.com

sábado, 18 de agosto de 2018

La importancia del apoyo externo

El miércoles fue un gran día. Uno de esos que pasan al baúl de los buenos recuerdos; aquel en el que se almacenan solo los que dejan una huella positiva, amable, simpática. Al menos para mí y los míos. De hecho el sentimiento podría quedar perfectamente definido con esta frase: la satisfacción del deber cumplido.
El miércoles pasó a disposición del Juzgado de Violencia Sobre la Mujer Avelino. Esa misma mañana, a pesar de su negativa a declarar en su contra, Amparo salió con una Orden de Protección bajo el brazo. Una medida cautelar que en su nombre solicitaron su madre y la Fiscal de guardia. La situación, sin duda, lo requería.
El caso de Amparo llegó a nuestras manos hace ahora dos semanas. Su madre, Martina, fue la encargada de presentarse en Comisaría para dar cuenta de la presunta situación de violencia de género que su hija sufría. Refería haber visto hematomas en diferentes zonas del cuerpo de la joven en varias ocasiones; marcas físicas que eran justificadas por Amparo a través de excusas inverosímiles: "Me las hice jugando con Avelino; no es nada, déjame que viva mi vida". Pero la mecha la incendió una llamada inesperada: la madre de una amiga de su hija contactó con ella para contarle un episodio violento. El hecho, ocurrido días atrás en un local público, fue presenciado por varias personas más (amigas de Amparo).
Asigné el caso a uno de mis Policías. Como viene siendo habitual en estas situaciones, en las que en principio no contamos con la colaboración de la supuesta víctima, recurrimos al Distrito Sanitario. Se solicitó el historial médico de Amparo. En concreto, aquellas asistencias facultativas registradas que pudieran derivarse de episodios de malos tratos. En 24 horas teníamos la información en el correo electrónico: solamente había una asistencia, por pérdida de peso, náuseas y mareo; ocasionada a raíz de una ruptura sentimental cercana en el tiempo. Esta información ya apuntaba a que, como mínimo, Amparo estaría manteniendo una relación tóxica.
El siguiente paso que dimos era previsible: identificamos a las testigos del supuesto episodio violento, contactamos con ellas por teléfono y las citamos en Comisaría para ser oídas en declaración. Todas vinieron prestas. Estaban decididas a echar un cable a su amiga para salir de la situación de maltrato en la que estaba atrapada.
Al objeto de evitar futuras represalias y que se sintieran más seguras en su intervención (sobre todo lo segundo, pues las partes pronto supieron quienes eran), les ofrecimos la figura del testigo protegido. Se acogieron a ella de buena gana. Martina no se equivocaba cuando dio la voz de alarma: estas jóvenes presenciaron una agresión física semanas atrás, en el seno de un nutrido grupo de personas que disfrutaban del sábado noche en un local de ocio. Así nos lo narraron y así quedó plasmado en el papel.
Amparo, como era de esperar, se acogió a su derecho a no declarar. En este primer contacto no se mostró para nada receptiva. Es más, nos transmitió abiertamente que nuestra presencia la incomodaba. Una vez firmada el acta de no denuncia, nos marchamos con el rabo entre las piernas. Habíamos perdido una batalla pero no la guerra.
Mandé detener a Avelino con los indicios que manejábamos. De hecho, cuando dimos con él estaba con Amparo. Ella pateleó de lo lindo, no quería que su pareja se viniera con nosotros. Su actitud no iba a evitar nuestra actuación: era víctima de violencia de género aunque todavía no lo supiera.
Al día siguiente, en el Juzgado, subí personalmente con el atestado bajo el brazo. Por este orden, hablé con Fiscal y Jueza. Ambas me transmitieron que habría medida cautelar. De ahí me fui a ver a las amigas de Amparo, refugiadas en una sala aparte por seguridad: les di las gracias por lo que estaban haciendo y les prometí que nos íbamos a volcar con su caso. No pararíamos hasta que abriera los ojos.
Por último, me entrevisté en privado con la propia Amparo. He de decir que se mostró más receptiva, o al menos me dio esa impresión: me miraba cuando le hablaba e incluso asentía con la cabeza. Le pedí que viera a una amiga psicóloga del Instituto Andaluz de la Mujer y hablara con ella. "Solo una ocasión, ¿lo harías por mí?". Contestó que sí. Con eso me bastó por el momento.
Ayer me llamó la coordinadora del IAM para decirme que todavía Amparo no había accedido a acudir a ninguna cita. Paso a paso, no podemos querer que todo se resuelva en un plis plas. Con la orden de protección en vigor, tendremos que estar atentos a posibles quebrantamientos y actuar si la situación lo requiere. Al menos le hemos dado la oportunidad de ver la salida y eso nos hace muy felices. O mejor dicho, su madre y sus amigas - en definitiva, sus seres queridos - le han tendido la mano para ayudarla. El apoyo externo es fundamental en esto de la violencia de género. No lo olvidéis.

P.D.: todos los datos (nombres, fechas...) que empleo son ficticios y la situación en sí se encuentra novelada y adaptada. Las razones son obvias.

miércoles, 18 de julio de 2018

Relato para la revista POLICÍA

Era una mañana primaveral de miércoles cuando sonó mi teléfono. Sin esperarlo, en la creencia de que esa llamada pasaría al cajón de la rutina, como ocurre con la mayoría, contesté con el habitual: “UFAM Investigación, buenos días”. Al otro lado había un compañero de una ODAC de Distrito, quien me transmitía que un ciudadano había presenciado un presunto episodio violento de pareja y deseaba denunciarlo. Le indiqué que lo derivara a nuestra Unidad de inmediato.

Este señor, a quien me dirigiré por el nombre de Ángel (pronto descubriréis el porqué), llegó a mi oficina sobre las 15:30. Era, de hecho, su descanso para almorzar en el trabajo. Visiblemente inquieto, extrajo su teléfono del bolsillo y me dijo que quería enseñarme una grabación. Si os digo que su cara era un poema no estaría exagerando lo más mínimo. Me acerqué a él para poder ver con claridad lo que tenía que mostrarme. El vídeo, de algo más de un minuto de duración, no dejaba lugar a la interpretación. Estaba grabado desde el interior de un vehículo que se encontraba parado en lo que parecía una suerte de atasco. En el interior del coche que se encontraba justamente delante, de repente, se inicia una agresión. Un varón, a los mandos, comienza a gesticular de manera violenta con sus brazos, mientras dirige su mirada al asiento del copiloto, donde viajaba una mujer. La discusión inicial se tornó instantes después en un ataque físico. En un intento desesperado de repeler la embestida, ella se cubría con sus brazos y se inclinaba hacia atrás hasta que su cuerpo chocó con la puerta del vehículo. En cuestión de segundos se sucedieron numerosos golpes que impactaron en el cuerpo de la mujer. La virulencia del acometimiento saltaba a la vista, te erizaba el vello corporal.

Me dirigí a Ángel para decirle: “Mire, todo apunta a que estamos ante un ataque con tintes machistas. Usted es testigo directo de los hechos, además de poder aportar un documento gráfico que los recoge y, por tanto, de gran valor para la investigación. Para velar por su seguridad y mantenerlo en el anonimato, existe la figura del testigo protegido. Con ella su nombre no aparecerá en ninguna parte; el agresor jamás sabrá que es usted la persona que ha denunciado”. Él, en un intento de interiorizar toda la información que acababa de recibir, me preguntó: “No sé, ¿qué haría usted en mi lugar? Quiero ayudar”. Mi respuesta sería algo como: “El simple gesto de venir hasta aquí, en su único rato de esparcimiento diario, me dice que es usted una persona implicada y a quien le preocupa esta lacra social. ¿Si la mujer del vehículo fuera su hermana, o su madre, querría que la ayudaran?”. Me dio un sí rotundo y formalizamos la denuncia. Antes de irse le di las gracias de nuevo por el ejemplo de ciudadanía que había demostrado, algo poco habitual en estos tiempos que corren, además de indicarle que lo llamaría para acompañarlo a declarar al Juzgado.

Ya solo en el despacho, volví a reproducir el vídeo y anoté en un papel la placa de matrícula del vehículo en cuyo interior se desarrollaba la agresión, presuntamente machista. Estaba a nombre de una mujer, de edad similar a la que se podía inferir en las imágenes. Le asigné el caso a uno de mis Policías.

Entrada la tarde, cuando me encontraba en el parque con mi pequeñín, recibí su llamada en mi teléfono. Me indicaba que la señora estaba casada, que tenía dos hijos menores y vivía en un lugar muy próximo a donde se grabó el documento gráfico. Me propuso lo siguiente: “La citamos para que venga a Comisaría con el pretexto del vehículo. Una vez aquí, le preguntamos por el coche, por quién suele ser el conductor habitual y quién iba al volante esa mañana. Luego le mostramos el vídeo y le leemos la dispensa de la obligación de denunciar”. La estrategia era una maravilla y así se lo hice saber.

A la mañana siguiente vino la mujer. Confirmó que el coche estaba a su nombre pero que lo conducía su marido y que esa mañana venían de dejar a los niños en el Colegio. Se le mostró el vídeo y se quedó perpleja. Lo negó todo, lo defendió, justificó la conducta. Como era de esperar decidió no declarar en su contra.
A estas alturas, siendo un delito perseguible de oficio, esto no nos iba a parar los pies. Lo detuvimos y lo pusimos a disposición del JVSM a la mañana siguiente. Ángel se ratificó en la declaración prestada en Sede Policial y, ¿sabéis que ocurrió? Se dictó sentencia condenatoria de conformidad. 4 meses de alejamiento e incomunicación, incluso sin mediar la declaración de la víctima. ¿Hicimos bien? No me cabe duda de ello. A ella, que tiene una venda en los ojos y no se reconoce como mujer maltratada, le hemos dado una oportunidad de lujo para apartarse un tiempo de él y recapacitar. La labor del Protector, en este período, será fundamental de mostrarle el camino.

Gracias a un Ángel, nuestro Ángel, esta mujer tiene en su mano encontrar la salida. Gracias a este ciudadano modelo, esta mujer podría hallar la felicidad. Gracias Ángel.


sábado, 7 de julio de 2018

Mi abuelito


Pedro contaba con 27 primaveras. La fatídica llamada llegaría instantes después de almorzar, un frío día de febrero en la ciudad de Ávila. Su madre le revelaba una noticia que sería difícil de digerir; una partida que dejaba tras de sí recuerdos y experiencias inolvidables. Fue amistad verdadera, amor sin condiciones forjado en torno a una pasión común: el deporte rey.

Todo empezó cuando Pedro tan solo contaba con 4 años. Aquel caluroso mes de junio su abuelo, Adolfo, le contagió esa maravillosa afición. El equipo de su ciudad natal (el Córdoba C.F.) militaba por entonces en 2ªB del fútbol español. Se jugaba el ascenso a la división de plata en un grupo, a priori, complicado. De hecho la prensa local lo bautizó como “el grupo de la muerte”.

Una tarde, al salir del colegio, Pedro se llevó una grata sorpresa. Su “abuelito” (como él cariñosamente se dirigía a Adolfo) había venido a recogerlo y sujetaba en su mano derecha dos entradas para ver el primer encuentro de la liguilla de promoción. El Córdoba jugaba contra un equipo con nombre algo extravagante, un tal Barakaldo. Según le explicó su “abuelito” era un equipo del norte muy compacto y, en definitiva, duro de roer.

La experiencia que estaba a punto de vivir marcaría para siempre su futuro. Todo ocurrió en la grada de Preferencia, a pleno sol, rodeado de multitud de aficionados y aficionadas que vitoreaban cada jugada de su equipo. Oír al público rugir durante 90 minutos y, sobre todo, compartirlo con su “abuelito” fue una vivencia extraordinaria. El Córdoba perdió 0-2 ese día pero el resultado era lo de menos.

Esa noche Pedro no pegó ojo. Por su cabeza pasaban tantas emociones que era imposible relajarse. Mañana hablaré con papá para que me apunte a la escuela de fútbol del barrio. Voy a ser futbolista.” Bien entrada la madrugada, vencido por el cansancio, se durmió con una sonrisa dibujada en su cara. Estaba feliz.

La mañana siguiente, como no podía ser de otra forma, llevó a término su intención. Su padre, por su parte, la recibió con gran agrado - Esta tarde, después del cole, iremos a la escuela a apuntarte - A lo que Pedro respondió, preocupado - Pero si no tengo equipación ni zapatillas... - La réplica no se hizo esperar, revestida de su característico tono conciliador - Las tendrás, ya verás - No hicieron falta más palabras. Pedro agarró su mochila, besó a su papá en la mejilla y salió de casa riendo a carcajadas y dando pequeños “saltitos”.

Primero fue la escuela; luego el equipo de un pueblo cercano donde, de la mano de un curtido entrenador (a quien todos conocían como “El Puskas”), aprendió los valores que se esconden detrás de este fantástico deporte; para de allí pasar al conjunto donde llegaría a la madurez futbolística, un club con peso a nivel autonómico. En cada etapa, en cada paso que daba, estuvo presente su “abuelito”. Adolfo lo acompañaba incluso a los entrenamientos, que tenían lugar entre semana, primero después del colegio y más tarde del instituto.

Fuera de los terrenos de juego, en el calor del hogar, Pedro y Adolfo se juntaban cada fin de semana para ver a su Córdoba y al Real Madrid. Los partidos se extendían más allá del pitido final, con tertulias interminables. El vínculo entre ambos, desde aquel caluroso día a la salida del colegio cuando el Córdoba se enfrentaba a ese equipo de nombre impronunciable, no dejó de alimentarse y crecer en ningún momento.

Todo lo que Pedro es en la actualidad se lo debe a su “abuelito” y al fútbol: amigos que, tras años sin contacto, continúan siendo como de la familia; el significado del esfuerzo y el sacrificio, de trabajar en equipo para llegar más lejos; además del magnífico valor del deporte, de la importancia de cuidar la salud a través del ejercicio físico. Son solo algunos de los aprendizajes que el fútbol y, por supuesto, su “abuelito” le brindarían.

Pedro no llegó a ser futbolista profesional – solo unos cuantos lo consiguen -, sin embargo, disfrutó de cada momento, de cada pase, de cada tertulia. En definitiva, de la amistad verdadera. Y es que el fútbol es capaz de conseguir todo esto. Es capaz de llegar a lo más profundo de los corazones para instalarse de forma indefinida. Es capaz de unir a las personas con lazos tan bien anudados que serán imposibles de romper.

La última conversación con su “abuelito” jamás la olvidará.

- ¿Qué tal estás? ¿comiste bien? - Pedro preguntó.

- Sí cariño - dijo Adolfo, con voz entrecortada  - ¿Cuándo vendrás?

- El viernes estaré allí. No te olvides que el sábado tenemos un partido decisivo.

- ¡Cómo iba a olvidarlo! Por cierto, ¿cómo quedásteis en ese amistoso contra el Ávila? - Su "abuelito" parecía estar más lúcido que días atrás.

- Empatamos. No habíamos entrenado lo suficiente, faltaba unión - replicó Pedro, sin ahondar en los detalles.

- El estar compenetrados lo es todo, en el fútbol y en la vida. ¿Disfrutaste?

- Mucho abuelito.

- Eso es lo realmente importante.

Pedro echó un vistazo a la foto de los dos en su mesilla de noche.
- No olvides que te quiero mucho. Cuídate para que te dé un buen achuchón el viernes.

- Así lo haré cariño. Hasta el viernes - contestó Adolfo.

- Hasta el viernes.

Estos escasos tres minutos de charla, a través de un teléfono y a más de 500 kilómetros de distancia, serían las últimas palabras que ambos intercambiarían. Lo siguiente ya lo conocéis.
Tres días después de su marcha Pedro regresó a Ávila. El deber llamaba, la vida seguía sin detenerse. A pesar del dolor de la despedida, siempre estará agradecido de haber disfrutado de su “abuelito” durante 27 años, de haber vivido instantes tan intensos junto a él. Cada vez que vea un partido en televisión o eche una “pachanga” con sus amigos sonreirá. Su “abuelito” estará presente.



domingo, 10 de junio de 2018

El creciente impulso del feminismo

Este movimiento, estaréis de acuerdo conmigo, se ha puesto de moda en los últimos tiempos. Más que un movimiento, a mi personalmente me gusta referirme al feminismo como una teoría, una manera de pensar y actuar que nos define. Pero, ¿Qué es realmente? Es una forma de vida; es la búsqueda activa de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres; es condenar la discriminación por razón de género; es el fomento del respeto, de la corresponsabilidad.
Esta definición me la podéis atribuir en calidad de autor, es original y espontánea de principio a fin. Me limité a plasmar en el papel mis pensamientos, conforme iban apareciendo, simple y llamamente. Espero que cumpla con vuestras expectativas. "Vale Álvaro, puesto así como tú lo pintas, ¿solo puede ser positivo y beneficioso?" Absolutamente. No se me ocurre ni una sola característica de tintes negativos que pueda, de alguna manera, quedar vinculada al feminismo.
Visto de esta forma parece hasta sencillo. Es más, quien no se considere feminista, desde este preciso instante, ha de quedar catalogado de machista. Sin derecho a tambor ni a un juicio justo; por no promover la no discriminación. Ojalá fuera así de fácil...
Resulta que hace unos días estuve dando una charla al APA y parte del profesorado de un colegio. La temática, por supuesto, incluyó la violencia de género, su problemática en edades adolescentes y las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Siempre me gusta, al inicio de mis conferencias, romper el hielo con algunas preguntas y una breve proyección de vídeo. Ese día elegí, como casi siempre, empezar con: ¿Cuántos/as de vosotros/as os consideráis feministas? Así, en frío.  Les pedí que levantaran las manos en señal de afirmación. De unas 40 personas con las que contaba entre el público asistente, solo 3 ó 4 alzaron uno de sus miembros superiores. Entre esta minoría, estaba mi mujer. Decidí levantar yo también la mía, a ver si así la influencia del "especialista" inclinaba la balanza del lado de la igualdad. Cuál fue mi sorpresa cuando solo 2 ó 3 más se animaron a seguirme. Y, todo sea dicho, solo mujeres.
La siguiente pregunta que planteé no podía ser otra que: ¿Alguien de los aquí presentes se atreve a definir el término feminismo? Un señor de unos cuarenta años, muy decidido él, llamó mi atención y sin dudarlo ni un momento le di la palabra. A grandes rasgos vino a decir algo así como: "Sí, el feminismo es parecido a lo que vemos estos días en televisión. Mujeres radicales que reclaman poder a golpe de insulto, griterio y quejas varias. Desde lo de la Manada se ha agravado". Varios y varias en la sala emitieron sonidos de conformidad, de aceptación. Ahora sí estaba en mi salsa.
Tenía un buen toro de lidia por delante, eso sí es cierto. Sin embargo, todavía no he tenido el placer de conocer personalmente al miedo. No es algo que me preocupe, ni mucho menos. Retomé las riendas del coloquio, expliqué conceptos con una buena dosis de cariño y respeto (solo así calan las enseñanzas). A pesar de la esperada polémica y algún que otro debate esperado, tuve éxito. Conseguí convencerlos de que la igualdad era de justicia; de que el feminismo era algo positivo, necesario. Esa visión planteada en los primeros compases no podía atender a otra razón que no fuera un intento del patriarcado de mantener sus privilegios. Una defensa a lo "gato panza arriba". La tarde fue muy agradable y amena, con el público muy participativo en todo momento. Un deleite.
Aun así, de camino a casa reflexioné sobre lo ocurrido. Los que me conocéis sabéis que en mis argumentos nuncan faltan ciertos elementos, a mi juicio, esenciales en el debate feminista. El primer argumento que suelo esgrimir es la necesaria implicación del varón en esta contienda. Una participación de respaldo, de apoyo, pues es la mujer la que reclama el protagonismo y por tanto, debe llevar la voz cantante. Si queremos convencer a la otra mitad de la humanidad (al caso, la mía) de que la igualdad en todos los frentes es de justicia, tenemos que implicarlos. No solo eso, hemos de convencerlos. No nos queda otra opción.
El segundo argumento es de sentido común y conocimiento universal: si queremos algo lo pedimos por favor, recurrimos al diálogo desde la cordura. Lo hacemos una vez, lo hacemos dos veces y si a la tercera no se nos escucha nos "echamos a la calle". Por supuesto, de forma pacífica. El 8M supuso un giro de 180º en nuestra causa. Ya lo decía al principio: el feminismo se ha puesto de moda.

jueves, 17 de mayo de 2018

La denuncia en violencia de género

Desde la habitación de un hospital en mi Málaga del alma, con tiempo de sobra para elucubrar y hasta soñar, vuelvo a este lugar, mi rincón literario, mi hogar. Tuve que pedir a mi madre que se desplazara a una papelería cercana para comprar una libreta y un bolígrafo. ¡Lo sé! Vivimos en la era post-tecnológica. De hecho, os confesaré que ostento un nivel avanzado de mecanografía (con esfuerzo y constancia todo llega). A pesar de ello, no podréis negarme que no hay nada como el papel y la tinta, es una sensación que supera con creces al sonido de las teclas de un teclado, cuando tus dedos impactan contra ellas. Nada que ver.

Antes de empezar debo comunicaros que saldré "vivito y coleando" de este sobrevenido ingreso hospitalario. No le dediquéis ni un segundo de vuestro tiempo a preocuparos por mi salud, estoy fuerte como un roble. En un par de días, entero, de una pieza y más fresco que una lechuga volveré a dar guerra. Una dichosa amigdalitis (las clásicas anginas de toda la vida, vaya) derivó en una complicación inesperada, que acabó inflamando en exceso mi garganta y me trajo hasta aquí. Como os digo, si Dios quiere el jueves estaré en casa rodeado de los míos.

Ahora sí. Hecha la correspondiente introducción, es momento de entrar de lleno en faena con un tema que está de indiscutible actualidad: la violencia por razón de género. Llevamos varios días recibiendo información estadística sobre el pasado ejercicio (incluso acumulados que hacen comparaciones entre varios años). Un baile de cifras en el que, por regla general, entran en juego las siguientes variables: número de denuncias frente a número de órdenes de protección dictadas (en fase de instrucción como medidas cautelares), así como este último dato o valor frente al número de sentencias condenatorias. Soy conocedor de que existen otros muchos mensurables que acompañan a los tres recién introducidos, sin embargo, por economía literaria me centraré en el análisis de estos.
En este sentido, mi pretensión con esta entrada es invitar al lector/a a la reflexión, con fortuna hasta al debate. Para ello intentaré abarcar los factores de mayor interés que condujeron a la consecución de los resultados que analizaré, y no a otros distintos.

Comenzamos. En lo que respecta al número de denuncias la tónica generalizada es incremental. Se está registrando un aumento en el número de atestados instruidos por las FFCCS (como documento de inicio del procedimiento penal más habitual y que, además, me afecta de lleno), ascenso que podría ser explicado en base a varios motivos.

En primer lugar, destaca sobre los demás la incipiente exposición y visibilización de la violencia machista. Hay más conciencia social, eso es innegable, aparte de un mayor apoyo externo e institucional. Esto genera en la víctima una sensación de seguridad, son cada vez más las mujeres que deciden enfrentarse de cara a su maltratador.

En segundo lugar, motivo que entronca de manera directa con el anterior, aparece la creciente confianza en los Cuerpos policiales. La especialización es una realidad; la mayor cercanía a la población, un hecho tangible y consolidado. Campañas de prevención, charlas en diversos foros, participación en jornadas... La Policía se ha hecho visible, está ahí cuando se la necesita. Os invito a explorar el Twitter de la Policía Nacional para que comprobéis la veracidad de mis afirmaciones. A día de la fecha, están acariciando la cifra de 3.200.000 seguidores, a la cabeza de todas las Policías del mundo. Es un orgullo representar "el azul", una auténtica maravilla.

En tercer y último lugar, no por ello menos importante que los anteriores, debo destacar el positivo efecto del feminismo. Hablo del movimiento que lleva como bandera la mesura, la razón y el diálogo, por supuesto. La búsqueda de la igualdad real de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, sin lugar a dudas, va por buen camino. Siempre lo digo y no me cansaré de repetirlo: hay que implicar al hombre en esta lucha; para lograr el éxito es fundamental su participación activa y en papeles protagonistas.

Con esto he querido decir que la subida no se debe a un incremento en la violencia machista, no señora. Este ascenso en las denuncias, bajo mi humilde opinión, responde al proceso de visibilización del maltrato. Aún así, todavía me atrevo a afirmar que estamos viendo solo la punta del iceberg. Seguimos.

Analizada la cifra de denuncias, pasaré sin más preámbulos a los datos referidos a las órdenes de protección y las condenas. Con las oportunas correlaciones, claro está. Para el análisis propongo partir del siguiente interrogante: ¿cómo es posible que de un total de 166.620 denuncias solo se obtengan 38.501 órdenes de protección? En una palabra: 416.

Obviamente existen otras causas que explican esta desproporción, no obstante, la dispensa se lleva la palma. El artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal recoge la dispensa de la obligación de declarar, en virtud del principio de solidaridad. Incluye una lista de relaciones o vínculos entre víctima y victimario en las que es de aplicación su contenido. A nosotros nos interesa el plano afectivo, la unión de tipo sentimental. Pero, ¿la relación ha de estar vigente para que sea de aplicación? Así es, concretamente a la fecha en que se produce el hecho violento a denunciar. Dichosa solidaridad. No me malinterpretéis por ser tan espontáneo, hay que ser solidario y caritativo, absolutamente. Sin embargo, cuando se trata de vencer a este gigante no debemos mostrar fisuras ni debilidad alguna. Esta, indiscutiblemente, es un auténtico talón de aquiles.

Hasta el momento todo pinta muy negro, al menos en lo que respecta al abultado desequilibrio entre número de denuncias y total de órdenes de protección concedidas. No es mi intención que así sea. Me considero alguien que afronta la vida con actitud harto positiva, por lo que intentaré sacar algo beneficioso al respecto de lo comentado hasta ahora. Eso sí, con cifras objetivas e irrefutables, para que la credibilidad sea irrebatible. Resulta que, si comparamos 2017 con 2016, percibimos un aumento de 3'4 puntos en las adopción de órdenes de protección. Sin duda, un dato halagüeño.

Decía que la dichosa dispensa nos está trayendo de cabeza. ¿Soluciones posibles? Recordad, siempre positivos/as. Visto lo visto, y es que del contenido del Pacto de Estado se infiere que no hay intención de eliminarla en un futuro próximo, tendremos que usar la imaginación y buscar vías auxiliares que nos permitan combatirla. Desde mi posición de Policía, especialista en familia y mujer, debo deciros que mi objetivo último será la interposición de denuncia, el enfrentamiento directo. No obstante, debemos mostrar cautela a la hora de optar por esta vía. Pregunto: ¿qué se requiere para tomar esta salida? Si os digo valentía, a pesar de sonar fabulosamente, os estaría engañando. Es, por desgracia, mucho más complejo que eso. Se necesita información, para empezar. Hay que decirle a la mujer lo que supone presentar una denuncia, narrar su dolor a la Policía. ¿Declaro y luego todo se acaba? Ojalá fuera así, pero estamos solo ante el inicio de un largo proceso, durante el que tendrán que contar su sufrimiento en varias ocasiones, a distintas personas a las que no conocen de nada.

Para ello, se necesitará de una buena dosis de empoderamiento. Este vocablo creado por el feminismo tiene un significado rico en matices. Empoderar es adquirir poder. Empoderar es independizar, salir de una situación desfavorable reforzada. Empoderar es recuperar la autoestima. Para enfrentarse al proceso penal, con sus retrasos y demás fallos, hay que tener seguridad en una misma. La mujer debe estar preparada para cualquier cosa, debe estar convencida de que se hará justicia y de que su ejemplo, no me cabe duda, servirá de referente a muchas otras en su misma situación. Por tanto, solo si la mujer se siente fuerte y preparada será recomendable acogerse a esta vía.

También, como no, se necesita apoyo externo. Aquí conviene que introduzca un nuevo dato que, si os soy sincero, me ha sorprendido ingratamente. De las denuncias registradas tan solo el 2% fueron presentadas por familiares de las víctimas. Quien dice familiares dice amigos/as, vecinos/as, compañeros/as de trabajo. Os recuerdo, para que así cale, el mensaje de la campaña de prevención del Gobierno de este año: "Tus amigos y vecinos sienten no haber hecho nada". Repito, conocedor de la fragilidad de la memoria humana: "tus amigos y vecinos sienten no haber hecho nada". Ya puestos hago una pequeña crítica: podrían haber hecho uso del lenguaje inclusivo en su elaboración. Anotado y para la próxima.

Erre que erre. Hay que ser cansino para crear conciencia, ¿no creéis? Vuelvo a leer el mensaje de la campaña y, dicho así, a secas, parece no tener el mismo impacto que en la fotografía. Paso a describirla para los/as más despistados/as. En ella se ve la puerta principal de una vivienda, de cuyo pomo cuelga un centro de flores con una banda cruzada. El mensaje se encuentra escrito en la banda, perfectamente visible. Ahora sí, ahora ya me quedo tranquilo. Solo quería que apreciarais el alcance de este apoyo, tal vez se podrían evitar muchos de los asesinatos. En esta línea, aprovechando que el caso todavía está en el candelero, pondré de ejemplo lo ocurrido en el campo de tiro de Las Gavias, en Granada. Allí murió una pareja joven a consecuencia de varios disparos. Él se suicidó, no sin antes acabar con la vida de ella. Esta afirmación la baso en los informes revelados en los últimos días. Resulta que al respecto dicen las amigas de la víctima que "sabían que era una relación tóxica y que estaba sufriendo maltrato psicológico". Voy, si me lo permitís, más allá. La chica había pedido auxilio a través de varios audios, en los que también revelaba que su pareja tenía problemas mentales. ¿Qué hicieron para ayudarla? Nada. Por favor, que no os pase a vosotras lo mismo con un ser querido.

Y así nos acercamos al final de esta entrada, con el análisis de las condenas. Mira que me propuse ser breve al comienzo, ni con esas. Intentaré no explayarme en exceso, pues estoy seguro que mucho de lo que os pueda aportar ya lo conocéis. La violencia de género es un tipo de delito que, por su forma de acontecer, dificulta en gran medida la investigación policial. La razón es obvia: como norma general, ocurre en el ámbito íntimo, en la privacidad del domicilio, fuera de la mirada de terceras personas. Además, por si fuera poco, contamos con otro hándicap que obstaculizará su averiguación. Resulta que el maltratador no desea ser descubierto, es decir, en su proceder tomará las precauciones necesarias para que su actuación trascienda lo mínimo al exterior. Nunca olvidaré como Marina Marroquí, durante un curso de especialización al que asistí en Madrid, nos decía: "la violencia física es un fallo del maltratador. No está dentro de su hoja de ruta, pues una agresión deja marcas y podría exponerlo." ¡Cuánta verdad hallo en tus palabras, Marina! Gracias de corazón.

Todo esto que os cuento supondrá un obstáculo, casi nunca insalvable, a la hora de recopilar indicios que refuercen las manifestaciones de la víctima. No está demás recordar que, para enervar la presunción de inocencia es necesario un plus, una carga probatoria suficiente. A esto habría que unir, de nuevo, la posibilidad de que la mujer se acoja a la maldita (con perdón) dispensa. Como os lo cuento, ella se puede arrepentir en cualquier momento, mientras su proceso penal siga vivo. ¿Y qué pasa con lo declarado hasta la fecha?, ¿no sirve? Desgraciadamente no. Ese era otro caballo de batalla importante que, a día de la fecha, todavía no ha alcanzado su objetivo: permitir traer a la vista oral manifestaciones previas de la víctima. Por ejemplo, aquellas vertidas durante la fase de instrucción del procedimiento. Seguiremos reclamando más recursos y mayores facilidades; si algo nos caracteriza es la persistencia.

Bueno, ¿entonces qué se puede hacer para llegar al final de proceso penal con éxito? Se puede hacer mucho. Nosotros/as (mi equipo de trabajo) analizamos hasta el más mínimo detalle, en busca de elementos que desequilibren la balanza a favor de nuestra superviviente. Elaboramos informes vecinales: para ello nos entrevistamos con los vecinos/as de los implicados, les ofrecemos la posibilidad de acogerse a la figura del testigo protegido. Aquí apelamos a la humanidad, a la solidaridad. Si vemos que lo que pueden contar es relevante, les decimos que su testimonio es fundamental para salvar a su vecina; que su bienestar está en sus manos. También recabamos informes de los Servicios Sociales e historiales médicos completos, en busca de alguna agresión registrada en el pasado. Derivamos los menores a las Unidades de Valoración, para ser explorados por especialistas y conseguir extraer un relato consistente. Asimismo inspeccionamos el lugar de los hechos, buscamos desórdenes poco habituales, enseres rotos. De todo lo que pudiera ser interesante policialmente, tomamos fotografías. Estas son algunas de las herramientas a nuestro alcance, siempre listas para ser usadas en ayuda de la mujer.

En definitiva, hay salida. Se puede derrotar al machismo; se puede vencer a la maldita (no puedo evitarlo...) dispensa. Desde aquí también hago examen de conciencia y recojo parte de la culpa. Todavía nos queda mucho por cambiar, numerosos caminos por explorar. Estamos, sin duda, inmersos en un ciclo de mejora continua. Os dejo una propuesta para la reflexión: la coordinacion entre todos los organismos implicados en esta lucha es clave. ¿Es una utopía soñar con conseguir, en cada ciudad de España, un sistema de atención a víctimas tipo "ventanilla única"? Es decir, que la mujer acuda a una Comisaría y reciba una atención integral. Abogada especializada, psicóloga para situaciones de crisis, Policía investigador y protector... Para mí, sería lo más parecido al paraíso.

Sin más me despido. Hasta la próxima, bloggers. Y recordar: el feminismo es la búsqueda de la igualdad de oportunidades y derechos entre hombre y mujeres. Punto y final.

P.D.: publico esto desde el salón de mi casa, por lo que mi predicción de alta hospitalaria se cumplió. 

viernes, 23 de febrero de 2018

La delincuencia juvenil: ¿Un problema social de primer orden?

En las últimas semanas los medios de comunicación se han hecho eco de un par de casos de una gravedad considerable, en los que los protagonistas han sido menores de edad.
Conviene, en estos primeros compases, que fijemos un concepto válido de menor de edad - capaz de abarcar las perspectivas social y jurídica. Por menor de edad el ciudadano "de a pie" entiende aquel que todavía no ha cumplido los 18 años. Sin embargo, desde el punto de vista jurídico se hace necesario introducir unos pequeños matices: la conocida como "Ley del Menor" (L.O. 5/2000) contempla la responsabilidad penal, sujeta a sus estipulaciones, de los menores de entre 14 y 18 años. En el supuesto de menores-infractores de menos 14 años, solo procederá una actuación protectora y en ningún caso penal.
Las medidas que la referida "Ley del Menor" contempla,  de aplicación a menores-infractores en la descrita franja de edad - los delitos en los que pueden incurrir coinciden con aquellos previstos para los adultos y recogidos, en su mayoría, en el Código Penal -; según la propia definición del legislador en la exposición de motivos, son penales desde el punto de vista formal y "sancionadoras-educativas" desde el material. ¿Esto qué quiere decir en realidad? Básicamente que, si bien los "castigos" previstos pordrían afectar a derechos fundamentales - e.g. la libertad de movimientos, en el supuesto de internamientos en régimen cerrado -, su finalidad principal es la reeducación del menor. No podemos perder de vista que estamos ante infractores en etapas de desarrollo madurativo, lo que desde un enfoque criminológico nos abrirá la puerta a una mayor probabilidad de rehabilitación, de reinserción. Es decir, estamos a tiempo de reconducirlos.
Sin ánimo de elaborar un análisis detallado, una vez en situación, entraré de lleno en lo que os he venido a contar. Soy perfectamente conocedor de que se trata de una materia controvertida y mi objetivo principal con esta entrada es remover consciencias y generar debate. Espero conseguirlo.
Bien, decía al principio que hemos sabido por los "Mass Media" de dos casos de gran repercursión en las últimas semanas. El primero ocurría en Jaén, donde PRESUNTAMENTE - las mayúsculas las introduzco "a posta" y no por error - cuatro alumnos, de edades comprendidas entre los 12 y los 14 años, violaban a otro de tan solo 9 años de edad. La presunción de inocencia es un principio de primer nivel en Derecho, según el cual estos niños no podrán ser considerados culpables de los hechos que se les atribuyen hasta que recaiga sentencia - es decir, inocentes a no ser que se demuestre lo contrario. 
Se trata de un hecho atroz, deplorable, que nos invita a poner en tela de juicio el mecanismo de la socialización en su conjunto. ¿Estamos haciendo las cosas bien? Se hace necesario puntualizar que esta conducta tiene lugar en el Centro Educativo, a lo que habría que sumar el hecho de que la víctima - también PRESUNTAMENTE, por cierto - viniera sufriendo un acoso de largo recorrido, crónico, a manos de sus verdugos. ¿Cómo es posible que no se detectara por sus tutores/profesores? ¿Se podría haber parado antes del trágico desenlace? Siempre hay que analizar los casos individualizadamente, al objeto de implementar medidas de mejora y evitar situaciones futuras análogas.
Por otro lado, el segundo de los casos salía a la palestra a los pocos días, esta vez en la ciudad de Málaga. Dos niños de 11 años habrían, supuestamente, perpetrado una violación sobre una compañera de 14 años. La víctima tiene una discapacidad intelectual del 41%.
Volviendo a la edad de los PRESUNTOS - como podéis comprobar soy persistente - autores, surge de nuevo el debate: ¿Se debería bajar la edad mínima de responsabilidad de los menores? Si la respuesta es afirmativa, ¿la bajamos a 12 años? En Reino Unido está fijada en 10 años, por poner un ejemplo cercano.
Se trata de dos casos que salen a la luz en la misma semana, circunstancia ésta que tiene un efecto muy negativo en la sociedad. Esta inquietud de la que hablo se conoce en el ámbito de la Política-criminal como alarma social, siendo un medidor normalizado del grado de enfado e inconformismo del ciudadano con la legislación vigente. ¿Qué efecto causa en el Gobierno de turno? Preocupación, desasosiego; estados de ánimo que pueden conducir a la toma de decisiones precipitadas (e.g. un cambio legislativo).
Pero, - aquí llega la pregunta del millón -, esta alarma social de la que hablo, ¿solo se debe a la gravedad de los hechos en cuestión y la temprana edad de sus PRESUNTOS responsables? La respuesta, desde mi humilde opinión, es taxativa: no. Gran parte de la culpa recae sobre los medios de comunicación que, lejos de cumplir la función que de ellos se espera - informar -, se dedican a tergiversar lo ocurrido y a exagerar en términos de incidencia. Es decir, convierten lo que a priori son dos casos poco frecuentes que, a pesar de ser muy próximos en el tiempo - por azar del destino o, quién sabe, un efecto llamada -, en ningún caso revisten la gravedad que les quieren inyectar - en términos de prevalencia, lógicamente. Nos hacen creer que este tipo de sucesos se han tornado crónicos, nada más lejos de la realidad.
Como respaldo para esta recién lanzada "acusación" - en el buen sentido de la palabra, por supuesto -, aportaré algunos datos estadísticos actuales del fenómeno de la delincuencia juvenil: Podemos afirmar, sin ánimo de ser exhaustivos, que la delincuencia en menores supone aproximadamente un 15% de la delincuencia total registrada. Resalto el participio: registrada. Hablo de estadísticas oficiales, cuya lectura e interpretación ha de ser restringida (recordemos que solo recogen las conductas denunciadas, aquellas que entran en contacto con las instituciones oficiales). No obstante, a los efectos de este análisis, las tomaremos como válidas y representativas.
Asimismo, hecho el apunte estadístico general, conviene puntualizar que no se han experimentado incrementos descontrolados en la tasa de criminalidad juvenil en los últimos 10 años. Sin embargo, sí es cierto que se ha registrado un aumento en los delitos violentos, entre los que destacan los homicidios y las violaciones, así como en aquellos de carácter tecnológico. ¿Es preocupante en cifras? A mi juicio, tanto como para propiciar un giro en la legislación de 180º, no.
Ya a finales del siglo XIX, concretamente en el 1893 y en su obra "La división del trabajo social", decía Durkheim que las sociedades modernas habían perdido los valores tradicionales. Esta pérdida de referencias morales y normativas la bautizó como anomia.
Según el autor, la sociedad de aquel entonces proponía dos estandartes con los que identificarse: el logro del éxito y la competitividad. El problema surge cuando a todos se les exige la consecución de las mismas metas, sin tener en cuenta la disparidad de medios a su alcance. Aquí surgen las desigualdades, la frustración y, como resultado, el crimen. Si no soy capaz de lograr el éxito haciendo uso de los medios lícitos a mi disposición, acudiré a las vías delincuenciales.
Estamos en el siglo XXI, sin embargo, ¿no creéis que las propuestas de Durkeim todavía pudieran tener sentido? Yo personalmente sí lo creo. Fin del inciso.
Por mucho que los medios de comunicación se empeñen en generar una suerte de esquizofrenia social, y cuestionar constantemente nuestra "Ley del Menor", debemos mostrarnos objetivos y basarnos en datos estadísticos. Hablaba al principio de la presunción de inocencia pero, ¿qué hacemos con la condena social? Resulta que desde el primer momento los medios se encargan de "etiquetar" a ls presuntos autores. Luego, en algunos supuestos - no entraré en números, no viene al caso -, se dictan sentencias absolutorias de las que la prensa no se suele hacer eco. Esas personas ya serían consideradas delincuentes a los ojos de sus vecinos, de su comunidad.
Llegados a este punto del análisis, estimo que va siendo hora de sintetizar y poner en orden las ideas expuestas.
Primera conclusión: la solución no radica en ampliar la franja de edad en los menores, ni en imponer medidas más severas, ni mucho menos. El control social formal ha de ser subsidiario, el Derecho Penal la "última ratio" (en términos de andar por casa:  el recurso final al que acudiremos, cuando todos los mecanismos menos lesivos a nuestra disposición hayan fracasado).
Entonces, ¿qué cambios podemos y debemos implementar? Multitud de ellos. Como requisito coincidente aparecerá la circunstancia de que afecten de lleno al proceso de socialización, y más en concreto a las instancias de control social informal.
Nombraré algunos: en educación, tanto familiar como a nivel de Centros. Educar en el respeto; enseñar las emociones e instruir en habilidades sociales (empatía, autocontrol, confianza en uno mismo...); etc. A nivel comunitario, de vecindario, se me ocurren los siguientes: dotar a los barrios más desfavorecidos - aquellos con presencia de numerosas familias desestructuradas y altas tasas de delincuencia -, de recursos institucionales de asistencia. Servicios Sociales, actividades (costura, juegos de mesa para jóvenes, por poner algún ejemplo), instalaciones deportivas, etc. Y por último, en lo que respecta a la instancia más cercana al menor - la familia -, se podría: preveer un mayor apoyo asistencial y económico a los núcleos familiares más desfavorecidos; promover talleres para educar a los padres, es decir, dotarlos de recursos para criar a sus hijos/as...
Segunda conclusión: con los menores delincuentes hay que ser tolerante y comprensivo. Desde un punto de vista general, sin ahondar en casos concretos ni tener en cuenta la posible presencia de patologías en infractores, podemos afirmar que existen muchas probabilidades de resocializarlos. De ahí la orientación de las medidas a imponer: educativa.
No son pocas las sentencias en nuestro país que toman esta dirección. Condenar a un menor infractor a aprender a leer y a escribir; a asistir a talleres de control de impulsos; a convivir en una comunidad distinta a su círculo familiar (medida adoptada cuando las circunstancias familiares no son particularmente favorables).
Luego está la otra cara de la moneda. Al violador o al homicida (una vez los hechos quedan probados y recogidos en la correspondiente sentencia), se les castiga con internamientos en régimen cerrado, que podrían prolongarse hasta 8 años. Decía el Juez de Menores Emilio Calatayud, en una conferencia a la que tuve la suerte de asistir: "¿Qué pensáis que se oye en los Centros de Reforma por la noche, cuando apagan las luces? Llantos. Niños llorando." Son cárceles para menores en las que se les priva de libertad. Es cierto que se programan tratamientos tendentes a la reinserción, llevados a cabo por profesionales. Sin embargo, no dejan de estar encerrados.
Para la reflexión, os dejo una frase de Fernández García, sobre el fin resocializador de los castigos: "es muy difícil educar para la libertad en condiciones de no libertad, puesto que la vida en prisión se caracteriza por la aparición de una subcultura especifica a la que ha de adaptarse el recluso para sobrevivir, a las normas de sus compañeros".
Tercera y última conclusión: el tratamiento de la información por parte de los "Mass Media" ha de ser responsable. La semana pasada leí opiniones del tipo: "barra libre" de impunidad entre nuestros menores; se van "de rositas" con conductas atroces; la Ley del Menor es muy laxa, hay que cambiarla para incluir penas que surtan efecto; y así podría seguir hasta llenar otra entrada de blog. Libertad de expresión, sí, pero con responsabilidad.
Espero no haber sido excesivamente técnico en la redacción y sobre todo, haber conseguido mi objetivo: remover consciencias y fomentar el debate sano. Eduquemos a nuestros menores con cariño, no olvidéis que lo que más desean es nuestra atención.