UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA

UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA
UNA DE BUENOS AMIGOS

sábado, 11 de noviembre de 2017

El papel de familia y allegados

Buenas días queridos lectores! Antes de entrar en faena, me gustaría agradecer a Ana Sellers la inyección de motivación que, sin coste adicional ni esperar nada a cambio, me ha administrado. Esta encantadora periodista, con la que tuve la suerte de compartir experiencias un día de feria, me enseñó que en el mundo todavía queda solidaridad. Aquí me tienes siguiendo tus valiosos consejos Ana, un millón de gracias.
Corría una calurosa tarde de principios de agosto. No me equivoco si afirmo que la temperatura de la oficina superaba en 4 ó 5 grados la exterior - su orientación no es precisamente la mejor, pues recibe el sol directo de la tarde. Era viernes, el primero del mes. Todavía recuerdo que veía las ansiadas vacaciones a años luz y el hecho de que Mari Ángeles - mi Oficial, a la postre única acompañante en este viaje - hablaba con júbilo de sus días de esparcimiento en Alhendín no ayudaba lo más mínimo.
Esa mañana recibí una llamada de la jefa del Gabinete de Prensa - que por cierto también responde al nombre de Ana. Me pedía ayuda para otra amiga periodista, que le había transmitido que alguien muy cercano había sido víctima de violencia machista. En vista de que el volumen de trabajo lo permitía, la llamé de inmediato para citarme con ella durante la tarde. Ya por teléfono me adelantó que era su hermana quien necesitaba ayuda, por lo que le pedí que vinieran las dos juntas a la oficina.
Con puntualidad británica, ambas jóvenes hicieron acto de presencia en Comisaría. La periodista, de mi edad, y su hermana de tan solo 28 años. Las invité a pasar a mi despacho, cerré la puerta tras de mí y les pedí que se pusieran cómodas. Me dirigí a Amanda (nombre ficticio, por razones obvias de privacidad) y le indiqué que me hablara de su ya extinta relación de pareja. 
Por período de dos años había mantenido una relación de noviazgo con un hombre mayor que ella - 46 años. Explicaba que al principio le "daba pena", lo vio muy solo y triste. Éste sería el principal motivo que la llevó a acercarse a él y a solidarizarse con su situación.
Las conductas de control no tardarían en llegar. Desde los primeros compases de la relación, este señor comenzó a comentar su forma de vestir, a indicarle que no debía usar maquillaje para salir a la calle. Estos consejos los justificaba en que él la veía guapa siempre, incluso sin arreglar, y que le parecía más atractiva con vaqueros que no fueran muy ajustados y zapatillas de deporte.
Estas actitudes machistas se vieron seguidas, sin solución de continuidad, por otras de mayor calado. Su ex-pareja empezó a aislarla de su círculo social y familiar. "¿Otra vez vas a salir con tus amigas?, mejor nos quedamos aquí viendo una peli los dos juntos, que tengo muchas ganas de estar contigo; no vayas hoy, quédate mejor"; eran algunas de las frases que le decía. El problema de esto es que no ocurría en ocasiones contadas, si no más bien cada vez que Amanda hacía planes con sus amigas.
Con vuestro permiso haré un breve inciso que viene muy al caso: el pasado martes tuve la suerte de participar, junto con el Área de Igualdad del Ayuntamiento de Málaga, en un cine-fórum con cerca de 300 adolescentes. Proyectaron el documental de TVE, "El machismo que no se ve" (a quienes no lo hayáis visto, os recomiendo encarecidamente que lo hagáis). A su finalización, Ángélica - psicóloga - jefa del Negociado contra la Violencia de Género -  y un servidor dedicamos una hora a debatir el documento gráfico con los jóvenes allí presentes. He de decir que me sorprendí gratamente, pues de ninguna de las maneras me esperaba tanta implicación y participación de una población en riesgo (las estadísticas dicen que una de cada cuatro jóvenes sufre violencia psicológica). Una chica, volviendo a enlazar con la historia del presente post, dijo: "la gente se piensa que es fácil salir de una situación de violencia. Dicen que porqué no rompemos la relación cuando comienza el maltrato; dicen que porqué aguantamos carros y carretas; lo dicen porque no son ellos quienes están ahí, sufriéndolo en sus carnes". Cuánta razón tenía esta joven. Y es que debéis plantearos la siguiente comparativa: conozco a un chico por redes sociales y tenemos una primera cita. Quedamos para tomar café en una terraza y, de buenas a primeras, me suelta un guantazo en la cara. ¿Qué haría? Me juego un brazo a que prácticamente el 100% de vosotras os levantáis de la mesa y os marcháis. Y entonces, si lo haríais en esa situación, ¿Por qué no os "marcháis" al primer tortazo en vuestra relación? Posiblemente muchas lo hagáis, sin embargo, el maltrato en el ámbito de género es más sutil. Se presenta de forma escalonada, muy poco a poco, nos va comiendo terreno hasta que nos tiene rodeados y sin posibilidad de escapar.
Estas primeras actitudes del ex-novio de Amanda van encaminadas a esa construcción de la situación desigual, del desequilibrio. La relación avanza y sin daros cuentas os váis quedando solas. Bueno, lo tenéis a él, es lo único que tenéis. Por eso lo perdonáis una y otra vez, os une un vínculo sentimental muy fuerte y su propósito de enmienda es suficiente. Sin embargo, la violencia siempre vuelve, es cíclica.
La situación de Amanda se fue deteriorando, como era de esperar. Su ex-pareja llegaba a ir a buscarla donde estuviera con sus amigas para obligarla a volver a casa con él, conducta obsesiva que acompañaba de comentarios despectivos. Comenzó a desconfiar de ella, le decía que la había visto salir del gimnasio del barrio con otro hombre - cuando ella jamás había estado allí.
La relación se hizo insostenible cuando comenzaron los insultos y las agresiones físicas. A pesar de lo anternior, Amanda tuvo la valentía de recurrir a la persona que más la quiere en este mundo: su hermana. Ella la iba a ayudar a salir de esa espiral de maltrato.
Todavía recuerdo como si fuera ayer como la hermana de Amanda lloraba en mi despacho, lamentándose de no haberse dado cuenta por sí misma de la situación y haberla ayudado antes. Aquí es donde quería llegar, el objetivo principal de esta entrada.
El papel de la familia, amigos y otras personas cercanas a la víctima es fundamental en la lucha contra esta lacra. No me cansaré de recordaros que, un tercero ajeno a la situación de maltrato, no solo puede denunciar la conducta, si no que tiene la obligación moral de hacerlo. Ayúdala a salir, no te quedes sentado de brazos cruzados.
Os dejo la última campaña del Ministerio, que seguramente muchos ya habéis visto en la calle. Es muy acertada y lo más importante, directa. "CUANDO HAY MALTRATO EN UNA PAREJA, NO SON SÓLO COSAS DE PAREJA. NO PERMITAS LA VIOLENCIA DE GÉNERO". Espero que nunca tengáis que colgar un centro de flores en la puerta de la casa de un ser querido. Feliz fin de semana.