UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA

UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA
UNA DE BUENOS AMIGOS

miércoles, 22 de mayo de 2019

Más de lo mismo...

La historia se repite: no hace mucho, leía a mi querido Miguel Lorente hablar de la especie de bucle en que se encuentra atrapado el machismo (y por extensión, los y las machistas). Una y otra vez recurren a los mismos argumentos, "disfrazados" torpemente de novedosos, en un intento de socavar el decidido avance hacia la Igualdad. Y es que el feminismo lleva ya tiempo caminando, con paso firme, en busca de una meta clara: la autonomía total de las mujeres y su acceso efectivo a idénticos derechos y oportunidades que sus congéneres, los hombres.

Esta mañana, sin ir más lejos, me topaba con una de estas argucias (término más apropiado que "argumentos", ¿no creéis?). Lo más gracioso de todo es que quien la esgrime pretende, por regla general, hacernos creer que ha de tener la consideración de "verdad absoluta". ¡Claro! Como lo dice un hombre desde su pedestal, entonces debemos tomarlo como un dogma. Ahora todo encaja: ver, oír y callar, ¿no? Ya, por suerte, NO - en mayúsculas -. Este "espontáneo", desde un perfil anónimo (para qué ir de frente...), aseguraba que "las denuncias de malos tratos son recursos utilizados por las mujeres en su propio beneficio", sobre todo para acelerar los trámites de la separación/divorcio. Así, en frío. Yo, con afán dialogante, le pregunto en qué estudio o estadística se apoya tal afirmación, que según él "está demostrada". Tal y como era de esperar, alude a su supuesta dilatada experiencia en la materia - nada más y nada menos que 30 años -. Un bagaje que respalda cualquier aseveración, por torticera que sea...

Hay veces que me planteo si mis dotes de investigador estarán en proceso de merma, si habrá un gran número de mujeres que, haciendo un uso fraudulento del sistema, me la "cuelan" constantemente, sin que me de cuenta. En otras ocasiones pienso: a lo mejor, en lugar de ser "fallo" mío, la explicación recae en que estos "espontáneos" disponen de una bola de cristal, de esas que usan las pitonisas, que cuando la frotan les "chiva" si la denunciante que tienen frente a ellos está mintiendo. Ni una teoría ni otra se sostiene, sinceramente.

Entonces, ¿dónde está el quid de la cuestión? En el eterno mandato de género, por supuesto. La construcción cultural de las mujeres como malas y perversas viene de largo: son calculadoras, vengativas, persiguen causar daño a hombres buenos, a través de estrategias psicológicas variadas, para así quedarse con la paga, la casa y la descendencia. Nada nuevo bajo el sol.

Lo que obvian cuando recurren a esta argumentación es que las cifras y los estudios científicos apuntan en una dirección muy distinta: la de considerar la violencia sobre la mujer pareja como un problema de salud pública (OMS, 2002). En concreto, los procesos judiciales de separación o divorcio no deseados por el hombre; o aquellos conflictos en torno al cuidado de los menores, se erigen en factores detonantes de la violencia. Todo lo que genere desacuerdo y, por ende, tensión, alimenta la posibilidad de que se registre una agresión. De hecho, un número considerable de los homicidios y asesinatos en este contexto se producen bajo estas circunstancias.

Y así con todo: que si las agresiones son causadas por factores externos (véanse, el alcohol o las drogas), que si todas las violencias han de tratarse como lo que según ellos son: simplemente violencias; que si los "chiringuitos" del género se lucran a costa de todo esto, etc. Repetitivo a más no poder, como si de un bucle se tratara. O tal vez sea su propio eco, que reverbera en el interior de la caverna a la que se aferran. Quién sabe.