UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA

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UNA DE BUENOS AMIGOS

jueves, 26 de diciembre de 2013

Viena, la ciudad de la Navidad

Aprovecho este espacio de mi propiedad, que al mismo tiempo comparto con vosotros mis amigos, para esbozaros brevemente las sensaciones y el buen sabor de boca que me dejó la capital austríaca. Organizamos el puente de diciembre allá por el mes de julio, durante mis vacaciones en Brighton, ciudad natal de mi bella prometida. Lo que en un principio sería un viaje a París, la cité de l'amour, acabó por convertirse en una maravillosa estancia en Viena, la ciudad de la Navidad. Por razones de presupuesto, poca disponibilidad de vuelos a precios asequibles y otras dificultades inesperadas, decidimos pensar en otros posibles destinos. Y allí estaba Air Berlin, ofreciéndonos un vuelo ida y vuelta a Viena a un coste irrechazable. Recuerdo preguntar a mi suegro, que ha viajado bastante, si alguna vez había estado en Austria y qué le había parecido. Como era de esperar había ido en un par de ocasiones, y la impresión que la ciudad le había dado era inmejorable. Además no olvidaré como remarcó lo siguiente: "The winter is actually the best time to visit Vienna". No se equivocó ni un ápice.
Hogar de grandes músicos, filósofos, y otras mentes prodigiosas, una ciudad que en el siglo XVIII sólo con 50.000 habitantes intramuros, pero caracterizada por sus numerosos cafés humeantes y cargados de encanto, se convierte en nuestros días en un destino turístico esencial. Hoy, en el siglo XXI, hay abierto al público un apartamento de los muchos en los que residió Wolfgang Amadeus Mozart. Reconvertido en una especie de museo en el que poder conocer todas sus obras y vicios (le encantaba el juego ilegal), conservando así mismo muchas de sus pertenencias, se instituye en una visita obligada.


No sólo músicos de renombre se afincaron en esta fría ciudad, atravesada por el Danubio. El padre del Psicoanálisis, de las asociaciones libres, el inventor del tratamiento psicológico en el que el paciente se recuesta cómodamente en un sofá para que así pueda expresarse sin ataduras... correcto, Sigmund Freud también cuenta con un museo-apartamento abierto al público en Viena. A mí personalmente, como a todo buen amante de la Psicología que se precie, me impresionó mucho el sitio. Gestionado por una sociedad privada, han mantenido intactas gran número de sus pertenencias, dando al visitante una idea muy certera del trabajo desempeñado por el a menudo descrito como la figura más importante de la Psicología en la historia.



Otras visitas obligadas son: la catedral, ubicada en pleno centro comercial y neurálgico, la Casa de la Música (Haus der Musik), el café Sperl, entre otros muchos cafés históricos, en los que puedes degustar una sacher deliciosa, el Parlamento, incluso tuvimos la oportunidad de asistir a un concierto de Jazz en un bar de temática primitiva (situado en un sótano, parecía una cueva ancestral, con una decoración muy cuca)... y os preguntaréis porqué hago esta enumeración tan rápida y sin entrar en detalles... pues bien, muchos ya habréis estado y por otra parte no pretendo competir con la innumerables guías turísticas disponibles en el mercado, así que me dedicaré al propósito inicial de esta entrada: Viena, la ciudad de la Navidad. Sin duda lo que más me maravilló fue el ambiente navideño que podías sentir en cada rincón. La decoración e iluminación no se ceñía a la zona centro de la ciudad, como ocurre en la mayoría de las ciudades españolas, sino que se abría paso a cada recobeco de esta urbe llena de encanto.
Pudimos visitar hasta un total de 5 mercados navideños. Consistían de un gran número de stands de madera en los que se ofertaban todo tipo de cosas relacionadas con la Navidad: podías encontrar desde adornos para el árbol y la casa hasta regalos (accesorios, casas fabricadas de jengibre y dulces varios...) y comida y bebida típicas en la Navidad (En mi caso pude saborear un Punch de naranja calentito que difícilmente olvidaré... no me sentía los pies ni las manos por el gélido frío; así como un plato hecho de cebolla, patatas y algo que pudiera parecerse al jamón que estaba delicioso y del que no recuerdo el nombre, ups).
La felicidad se podia respirar en cada lugar, un ambiente mágico que te corría por las venas y te contagiaba llenándote de alegría, una ciudad encantada en estas fechas del año. Llegados a este punto sólo me queda recomendaros que visitéis esta maravillosa capital y a ser posible y si no es mucho pedir que elijáis esta época del año. No os dejará indiferentes, os lo aseguro. Felices Fiestas y Próspero Año 2014. Que el nuevo ejercicio - como dicen los economistas -  venga cargado de buenos propósitos, éxito, felicidad y sobre todo mucha salud para seguir disfrutando de cada instante. No olvidéis que el tiempo no se para. Un fuerte abrazo queridos bloggers.






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