Desde la habitación de un hospital en mi Málaga del alma, con tiempo de sobra para elucubrar y hasta soñar, vuelvo a este lugar, mi rincón literario, mi hogar. Tuve que pedir a mi madre que se desplazara a una papelería cercana para comprar una libreta y un bolígrafo. ¡Lo sé! Vivimos en la era post-tecnológica. De hecho, os confesaré que ostento un nivel avanzado de mecanografía (con esfuerzo y constancia todo llega). A pesar de ello, no podréis negarme que no hay nada como el papel y la tinta, es una sensación que supera con creces al sonido de las teclas de un teclado, cuando tus dedos impactan contra ellas. Nada que ver.
Antes de empezar debo comunicaros que saldré "vivito y coleando" de este sobrevenido ingreso hospitalario. No le dediquéis ni un segundo de vuestro tiempo a preocuparos por mi salud, estoy fuerte como un roble. En un par de días, entero, de una pieza y más fresco que una lechuga volveré a dar guerra. Una dichosa amigdalitis (las clásicas anginas de toda la vida, vaya) derivó en una complicación inesperada, que acabó inflamando en exceso mi garganta y me trajo hasta aquí. Como os digo, si Dios quiere el jueves estaré en casa rodeado de los míos.
Ahora sí. Hecha la correspondiente introducción, es momento de entrar de lleno en faena con un tema que está de indiscutible actualidad: la violencia por razón de género. Llevamos varios días recibiendo información estadística sobre el pasado ejercicio (incluso acumulados que hacen comparaciones entre varios años). Un baile de cifras en el que, por regla general, entran en juego las siguientes variables: número de denuncias frente a número de órdenes de protección dictadas (en fase de instrucción como medidas cautelares), así como este último dato o valor frente al número de sentencias condenatorias. Soy conocedor de que existen otros muchos mensurables que acompañan a los tres recién introducidos, sin embargo, por economía literaria me centraré en el análisis de estos.
En este sentido, mi pretensión con esta entrada es invitar al lector/a a la reflexión, con fortuna hasta al debate. Para ello intentaré abarcar los factores de mayor interés que condujeron a la consecución de los resultados que analizaré, y no a otros distintos.
Comenzamos. En lo que respecta al número de denuncias la tónica generalizada es incremental. Se está registrando un aumento en el número de atestados instruidos por las FFCCS (como documento de inicio del procedimiento penal más habitual y que, además, me afecta de lleno), ascenso que podría ser explicado en base a varios motivos.
En primer lugar, destaca sobre los demás la incipiente exposición y visibilización de la violencia machista. Hay más conciencia social, eso es innegable, aparte de un mayor apoyo externo e institucional. Esto genera en la víctima una sensación de seguridad, son cada vez más las mujeres que deciden enfrentarse de cara a su maltratador.
En segundo lugar, motivo que entronca de manera directa con el anterior, aparece la creciente confianza en los Cuerpos policiales. La especialización es una realidad; la mayor cercanía a la población, un hecho tangible y consolidado. Campañas de prevención, charlas en diversos foros, participación en jornadas... La Policía se ha hecho visible, está ahí cuando se la necesita. Os invito a explorar el Twitter de la Policía Nacional para que comprobéis la veracidad de mis afirmaciones. A día de la fecha, están acariciando la cifra de 3.200.000 seguidores, a la cabeza de todas las Policías del mundo. Es un orgullo representar "el azul", una auténtica maravilla.
En tercer y último lugar, no por ello menos importante que los anteriores, debo destacar el positivo efecto del feminismo. Hablo del movimiento que lleva como bandera la mesura, la razón y el diálogo, por supuesto. La búsqueda de la igualdad real de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, sin lugar a dudas, va por buen camino. Siempre lo digo y no me cansaré de repetirlo: hay que implicar al hombre en esta lucha; para lograr el éxito es fundamental su participación activa y en papeles protagonistas.
Con esto he querido decir que la subida no se debe a un incremento en la violencia machista, no señora. Este ascenso en las denuncias, bajo mi humilde opinión, responde al proceso de visibilización del maltrato. Aún así, todavía me atrevo a afirmar que estamos viendo solo la punta del iceberg. Seguimos.
Con esto he querido decir que la subida no se debe a un incremento en la violencia machista, no señora. Este ascenso en las denuncias, bajo mi humilde opinión, responde al proceso de visibilización del maltrato. Aún así, todavía me atrevo a afirmar que estamos viendo solo la punta del iceberg. Seguimos.
Analizada la cifra de denuncias, pasaré sin más preámbulos a los datos referidos a las órdenes de protección y las condenas. Con las oportunas correlaciones, claro está. Para el análisis propongo partir del siguiente interrogante: ¿cómo es posible que de un total de 166.620 denuncias solo se obtengan 38.501 órdenes de protección? En una palabra: 416.
Obviamente existen otras causas que explican esta desproporción, no obstante, la dispensa se lleva la palma. El artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal recoge la dispensa de la obligación de declarar, en virtud del principio de solidaridad. Incluye una lista de relaciones o vínculos entre víctima y victimario en las que es de aplicación su contenido. A nosotros nos interesa el plano afectivo, la unión de tipo sentimental. Pero, ¿la relación ha de estar vigente para que sea de aplicación? Así es, concretamente a la fecha en que se produce el hecho violento a denunciar. Dichosa solidaridad. No me malinterpretéis por ser tan espontáneo, hay que ser solidario y caritativo, absolutamente. Sin embargo, cuando se trata de vencer a este gigante no debemos mostrar fisuras ni debilidad alguna. Esta, indiscutiblemente, es un auténtico talón de aquiles.
Hasta el momento todo pinta muy negro, al menos en lo que respecta al abultado desequilibrio entre número de denuncias y total de órdenes de protección concedidas. No es mi intención que así sea. Me considero alguien que afronta la vida con actitud harto positiva, por lo que intentaré sacar algo beneficioso al respecto de lo comentado hasta ahora. Eso sí, con cifras objetivas e irrefutables, para que la credibilidad sea irrebatible. Resulta que, si comparamos 2017 con 2016, percibimos un aumento de 3'4 puntos en las adopción de órdenes de protección. Sin duda, un dato halagüeño.
Decía que la dichosa dispensa nos está trayendo de cabeza. ¿Soluciones posibles? Recordad, siempre positivos/as. Visto lo visto, y es que del contenido del Pacto de Estado se infiere que no hay intención de eliminarla en un futuro próximo, tendremos que usar la imaginación y buscar vías auxiliares que nos permitan combatirla. Desde mi posición de Policía, especialista en familia y mujer, debo deciros que mi objetivo último será la interposición de denuncia, el enfrentamiento directo. No obstante, debemos mostrar cautela a la hora de optar por esta vía. Pregunto: ¿qué se requiere para tomar esta salida? Si os digo valentía, a pesar de sonar fabulosamente, os estaría engañando. Es, por desgracia, mucho más complejo que eso. Se necesita información, para empezar. Hay que decirle a la mujer lo que supone presentar una denuncia, narrar su dolor a la Policía. ¿Declaro y luego todo se acaba? Ojalá fuera así, pero estamos solo ante el inicio de un largo proceso, durante el que tendrán que contar su sufrimiento en varias ocasiones, a distintas personas a las que no conocen de nada.
Para ello, se necesitará de una buena dosis de empoderamiento. Este vocablo creado por el feminismo tiene un significado rico en matices. Empoderar es adquirir poder. Empoderar es independizar, salir de una situación desfavorable reforzada. Empoderar es recuperar la autoestima. Para enfrentarse al proceso penal, con sus retrasos y demás fallos, hay que tener seguridad en una misma. La mujer debe estar preparada para cualquier cosa, debe estar convencida de que se hará justicia y de que su ejemplo, no me cabe duda, servirá de referente a muchas otras en su misma situación. Por tanto, solo si la mujer se siente fuerte y preparada será recomendable acogerse a esta vía.
También, como no, se necesita apoyo externo. Aquí conviene que introduzca un nuevo dato que, si os soy sincero, me ha sorprendido ingratamente. De las denuncias registradas tan solo el 2% fueron presentadas por familiares de las víctimas. Quien dice familiares dice amigos/as, vecinos/as, compañeros/as de trabajo. Os recuerdo, para que así cale, el mensaje de la campaña de prevención del Gobierno de este año: "Tus amigos y vecinos sienten no haber hecho nada". Repito, conocedor de la fragilidad de la memoria humana: "tus amigos y vecinos sienten no haber hecho nada". Ya puestos hago una pequeña crítica: podrían haber hecho uso del lenguaje inclusivo en su elaboración. Anotado y para la próxima.
Erre que erre. Hay que ser cansino para crear conciencia, ¿no creéis? Vuelvo a leer el mensaje de la campaña y, dicho así, a secas, parece no tener el mismo impacto que en la fotografía. Paso a describirla para los/as más despistados/as. En ella se ve la puerta principal de una vivienda, de cuyo pomo cuelga un centro de flores con una banda cruzada. El mensaje se encuentra escrito en la banda, perfectamente visible. Ahora sí, ahora ya me quedo tranquilo. Solo quería que apreciarais el alcance de este apoyo, tal vez se podrían evitar muchos de los asesinatos. En esta línea, aprovechando que el caso todavía está en el candelero, pondré de ejemplo lo ocurrido en el campo de tiro de Las Gavias, en Granada. Allí murió una pareja joven a consecuencia de varios disparos. Él se suicidó, no sin antes acabar con la vida de ella. Esta afirmación la baso en los informes revelados en los últimos días. Resulta que al respecto dicen las amigas de la víctima que "sabían que era una relación tóxica y que estaba sufriendo maltrato psicológico". Voy, si me lo permitís, más allá. La chica había pedido auxilio a través de varios audios, en los que también revelaba que su pareja tenía problemas mentales. ¿Qué hicieron para ayudarla? Nada. Por favor, que no os pase a vosotras lo mismo con un ser querido.
Y así nos acercamos al final de esta entrada, con el análisis de las condenas. Mira que me propuse ser breve al comienzo, ni con esas. Intentaré no explayarme en exceso, pues estoy seguro que mucho de lo que os pueda aportar ya lo conocéis. La violencia de género es un tipo de delito que, por su forma de acontecer, dificulta en gran medida la investigación policial. La razón es obvia: como norma general, ocurre en el ámbito íntimo, en la privacidad del domicilio, fuera de la mirada de terceras personas. Además, por si fuera poco, contamos con otro hándicap que obstaculizará su averiguación. Resulta que el maltratador no desea ser descubierto, es decir, en su proceder tomará las precauciones necesarias para que su actuación trascienda lo mínimo al exterior. Nunca olvidaré como Marina Marroquí, durante un curso de especialización al que asistí en Madrid, nos decía: "la violencia física es un fallo del maltratador. No está dentro de su hoja de ruta, pues una agresión deja marcas y podría exponerlo." ¡Cuánta verdad hallo en tus palabras, Marina! Gracias de corazón.
Todo esto que os cuento supondrá un obstáculo, casi nunca insalvable, a la hora de recopilar indicios que refuercen las manifestaciones de la víctima. No está demás recordar que, para enervar la presunción de inocencia es necesario un plus, una carga probatoria suficiente. A esto habría que unir, de nuevo, la posibilidad de que la mujer se acoja a la maldita (con perdón) dispensa. Como os lo cuento, ella se puede arrepentir en cualquier momento, mientras su proceso penal siga vivo. ¿Y qué pasa con lo declarado hasta la fecha?, ¿no sirve? Desgraciadamente no. Ese era otro caballo de batalla importante que, a día de la fecha, todavía no ha alcanzado su objetivo: permitir traer a la vista oral manifestaciones previas de la víctima. Por ejemplo, aquellas vertidas durante la fase de instrucción del procedimiento. Seguiremos reclamando más recursos y mayores facilidades; si algo nos caracteriza es la persistencia.
Bueno, ¿entonces qué se puede hacer para llegar al final de proceso penal con éxito? Se puede hacer mucho. Nosotros/as (mi equipo de trabajo) analizamos hasta el más mínimo detalle, en busca de elementos que desequilibren la balanza a favor de nuestra superviviente. Elaboramos informes vecinales: para ello nos entrevistamos con los vecinos/as de los implicados, les ofrecemos la posibilidad de acogerse a la figura del testigo protegido. Aquí apelamos a la humanidad, a la solidaridad. Si vemos que lo que pueden contar es relevante, les decimos que su testimonio es fundamental para salvar a su vecina; que su bienestar está en sus manos. También recabamos informes de los Servicios Sociales e historiales médicos completos, en busca de alguna agresión registrada en el pasado. Derivamos los menores a las Unidades de Valoración, para ser explorados por especialistas y conseguir extraer un relato consistente. Asimismo inspeccionamos el lugar de los hechos, buscamos desórdenes poco habituales, enseres rotos. De todo lo que pudiera ser interesante policialmente, tomamos fotografías. Estas son algunas de las herramientas a nuestro alcance, siempre listas para ser usadas en ayuda de la mujer.
En definitiva, hay salida. Se puede derrotar al machismo; se puede vencer a la maldita (no puedo evitarlo...) dispensa. Desde aquí también hago examen de conciencia y recojo parte de la culpa. Todavía nos queda mucho por cambiar, numerosos caminos por explorar. Estamos, sin duda, inmersos en un ciclo de mejora continua. Os dejo una propuesta para la reflexión: la coordinacion entre todos los organismos implicados en esta lucha es clave. ¿Es una utopía soñar con conseguir, en cada ciudad de España, un sistema de atención a víctimas tipo "ventanilla única"? Es decir, que la mujer acuda a una Comisaría y reciba una atención integral. Abogada especializada, psicóloga para situaciones de crisis, Policía investigador y protector... Para mí, sería lo más parecido al paraíso.
Sin más me despido. Hasta la próxima, bloggers. Y recordar: el feminismo es la búsqueda de la igualdad de oportunidades y derechos entre hombre y mujeres. Punto y final.
P.D.: publico esto desde el salón de mi casa, por lo que mi predicción de alta hospitalaria se cumplió.