UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA

UN SÁBADO CUALQUIERA EN CÓRDOBA
UNA DE BUENOS AMIGOS

jueves, 27 de septiembre de 2018

El cambio recae en la educación

En esta trágica semana es más necesario que nunca sentarse a hacer balance. ¿Se podrían haber evitado los 5 asesinatos?, ¿qué ha fallado?, ¿por qué no se ha protegido convenientemente a estas mujeres? En todos los casos, sin excepción, habían acudido a las instituciones en busca de ayuda que, a la vista de los fatales desenlaces, no surtió el efecto deseado.
Son ya numerosos los artículos en prensa que desgranan - o al menos lo intentan - los fallos del sistema. También hemos tenido acceso a varias publicaciones que en unos casos "culpan" a la Jueza de Castellón; en otros a la Fiscalía; y, para no dejarse a nadie en el tintero, los hay que apuntan con el dedo a la Policía (Leí uno en concreto que recogía las manifestaciones del Delegado del Gobierno de la Comunidad Valenciana, en las que desvelaba posibles errores en la valoración policial del riesgo).
Como no podría ser de otra manera en la era post-tecnológica, a modo de complemento a la información recibida por los medios de comunicación, me he topado con todo un arsenal de reacciones en redes sociales - reacciones a título individual -. Unas hablan de justicia patriarcal; otras de desprotección total; incluso algunas hacen referencia a una supuesta violencia institucional. Las hay para todos los gustos.
Partiendo de la premisa de que el asesinato de una mujer a manos del maldito machismo - que previamente había acudido a la Administración en demanda de auxilio - ha de ser considerado un fracaso institucional; intentaré, de forma breve y escueta, exponer algunos pensamientos e ideas que estos tristes días me rondan la cabeza.
PRIMERO.- Empezaré, por su cercanía temporal, por Manuela. Esta mujer, vecina del Morche - yo vivo a escasos 10 kilómetros del lugar -, fue acuchillada mortalmente por su pareja en su domicilio en el día de ayer. Víctima y agresor, a pesar de existir orden de alejamiento en vigor, habían retomado la convivencia. 
Esto no es poco habitual, en absoluto. El vínculo emocional que une a la mujer a su maltratador es difícil de romper y se necesita un trabajo psicológico-asistencial paralelo al proceso penal. Por supuesto, la situación dificulta el seguimiento de la protección por parte de la Policía. Pregunta: ¿Una "pulsera" habría evitado que volvieran a convivir? Sí. Sin embargo, el medio telemático está reservado para casos cuyas características - de gravedad, entre otras - lo requieran. Aunque no lo creáis tiene sus contras: la mujer está constantemente en situación de alerta; cuando el dispositivo "pita", os podéis imaginar el miedo que pueden llegar a sufrir (en muchas ocasiones los saltos de alarma son fortuitos); genera ansiedad, desasosiego... No todo es positivo.
A mí, si os soy completamente sincero, lo que más me sorprende son las declaraciones de vecinos que he leído en la prensa: "aseguran que tenían una relación muy tormentosa; era frecuente verla discutir en público con su pareja; aunque no podía estar sin él..." (la negrita va con toda la intención del mundo, que quede claro). ¡Ah! Que esto venía de largo y su entorno más cercano lo sabía. Me atrevo incluso a afirmar que conocían de la existencia de la medida cautelar, fijaos. Esto tiene un nombre: anestesia social.
No pasa nada, miramos para otro lado y ya está. Si "son cosas de pareja" y además ella asegura que no puede estar sin él... ¿Qué falla entonces? Muchas cosas, sin duda. Pero el error de mayores dimensiones recae sobre la ciudadanía; sobre la sociedad en su conjunto. Mientras se siga mirando para otro lado, el machismo seguirá campando a sus anchas.
SEGUNDO Y ÚLTIMO.- El terrible asesinato de las niñas de Castellón. Aquí los fallos han sido múltiples, sobre eso no hay discusión posible. Yo, por mi parte, optaré por analizar un par de cuestiones.
La primera será en torno a la falta de Unidades de Valoración Forense adscritas a los Juzgados de Violencia sobre la Mujer. Se necesita - con urgencia - que se establezcan en todas partes y comiencen a desplegar sus funciones (sobre todo cuando hay niños y niñas de por medio). Para los que no sepáis qué son, os diré que se trata de equipos multidisciplinares compuestos por un/a médico forense, un/a psicólogo/a y un/a trabajador/a social. Sus valoraciones de todos los intervinientes (víctima, agresor, menores, entorno familiar...) serían el complemento perfecto a las valoraciones policiales de riesgo. Porque, pregunto: ¿alguien ha hecho un seguimiento al varón?, ¿se le ha valorado psicológicamente?, ¿sabemos si ese señor estaba en condiciones de cuidar a sus hijas?, ¿alguien ha explorado a la niña mayor? He leído que era consciente de la situación. Incluso en una ocasión llegó a coger a su hermana - de 1 año por aquel entonces - para protegerla de su propio padre. Él, según la información a la que he tenido acceso, comenzó a romper enseres en el salón de manera violenta. Son solo algunas de las preguntas que me asaltan y que comparto con vosotros/as.
La segunda y última cuestión recae sobre el agresor y su entorno. No podemos perderlo de vista. Al respecto también recuerdo haber leído en prensa que un amigo declaró a los periodistas que estaba viviendo una situación límite. Cuentas intervenidas, un despido reciente sobrevenido, riesgo de embargo de su vivienda... Además, por si fuera poco, achacaba todo esto a su ex-mujer. Decía algo del estilo: "me ha dejado sin un duro, esto es todo por su culpa". ¿A este supuesto amigo no se le ocurrió pedir ayuda? Otra dosis de anestesia social.
En definitiva, la Policía y la Justicia intervienen una vez el conflicto se ha generado, es decir, acudimos para reprimir al autor y auxiliar a la víctima. Con los recursos y la formación a nuestro alcance - ambas, a todas luces, escasas - hacemos todo lo que está en nuestra mano y un poquito más, si cabe. Como humanos que somos erramos, eso es de cajón.
Sin embargo, la base del problema radica en los cimientos de la sociedad y lleva por nombre patriarcado. La educación es la llave que abre la puerta de la igualdad, que a su vez podría conducir a la erradicación de esta violencia estructural. Mientras sigamos creyendo - como escribió de manera magistral Miguel Lorente hace unos días - que un maltratador puede "querer a sus hijos y ser un buen padre", el machismo seguirá desplegando sus conductas de agresión contra las mujeres. Por el simple hecho de ser eso, mujeres. Mientras sigamos pensando que lo que ocurre en la pareja son cosas de pareja, seguiremos llorando a nuestras amigas, vecinas y familiares. Es una lacra social y urgen acciones. No miremos para otro lado. Actuemos.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Primeras medidas del Pacto de Estado


Hace escasos 2 días se convalidaba el polémico Real Decreto-ley 9/2018, de 3 de agosto, en la Cámara Baja. El apoyo, como no podía ser de otra forma, fue unánime. Se trata de la aprobación del primer “paquete” de medidas que suponen la modificación de textos legales, enmarcadas en un Pacto de Estado que vio la luz hace prácticamente un año. 11 meses y 13 días, para ser exacto. Entre medias numerosos vaivenes políticos, quebraderos de cabeza con aires separatistas y un sinfín de cosas que ahora no alcanzo a recordar. ¿Excusas? Si tenemos en cuenta que la violencia de género es la manifestación más cruel del desequilibrio de poderes entre hombres y mujeres, en la sociedad actual, podríamos decir que sí. Que nada importa más que lo que nos ocupa.

Sin embargo, no estoy por la labor de ser negativo: “Más vale tarde que nunca”; y sobre todo que este paso siente un precedente. Recurro a una analogía empleada en el deporte rey: “Una vez se abre la caja vienen todos seguidos” (para los/as menos futboleros/as: después de meter el primer gol todo es más fácil). A este achaque de positivismo se suma el hecho de que finalmente hayan convertido el texto en proposición de ley, lo cual supondrá que se someterá a debate y otros grupos políticos podrán incorporar enmiendas. Todo lo que sea revisar en pos de un mayor consenso siempre es favorable. No os quepa duda.

Dicho esto, que ha de servir como somera introducción, me gustaría que el cuerpo de esta entrada discurriera por dos frentes – ambos igual de importantes -: el primero consistirá en un intento de explicar en qué consiste exactamente la modificación legislativa que nos ocupa; el segundo, como no podía ser de otra forma, en aportar y fundamentar mis opiniones personales al respecto. Sin más preámbulos, ¡vamos al lío!

Las medidas que con este Real Decreto-ley se despliegan son varias:

En primer lugar, se llevan a cabo varias modificaciones de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la violencia de género. La “Ley” por antonomasia; nuestra herramienta de mayor valor en esta lucha. Bien, tres son los artículos afectados por la reforma: el artículo 20, que versa sobre la representación procesal de las víctimas (es decir, su derecho a asistencia letrada).  Se modifica el apartado cuarto, que pasa a tener la siguiente redacción: “4. Igualmente, los Colegios de Abogados adoptarán las medidas necesarias para la designación urgente de letrado o letrada de oficio en los procedimientos que se sigan por violencia de género y para asegurar su inmediata presencia y asistencia a las víctimas.” Designación urgente e inmediata presencia y asistencia a las víctimas. Esto va en la línea de proteger a la mujer de forma integral y desde los primeros compases. Asimismo, como novedad, se incorporan tres apartados al mentado artículo: todos ellos se orientan a la posibilidad de que la víctima se persone como acusación particular en la causa. Para ello se prevé la representación por Procurador/a y se especifica que podrá incorporarse como parte activa en cualquier momento del procedimiento. Todo esto, por supuesto, a coste cero.

De aquí pasaríamos al artículo 23. En él se recogen las vías o formas a través de las que se puede acreditar la situación de violencia de género de una mujer. Hasta ahora solo se podía conseguir por la vía penal: sentencia condenatoria por delito de violencia de género, Orden de Protección o cualquier otra medida cautelar dictada a favor de la víctima y en defecto de los anteriores, informe del Ministerio Fiscal que acredite la existencia de indicios de delito. Esto suponía que necesariamente la víctima tenía que pasar por el trámite de la denuncia para que existiera la posibilidad de desplegar el “paquete” de medidas integrales previstas en la L.O. 1/2004. Digo “existiera” porque no siempre se daban las condiciones impuestas, a pesar de haber interpuesto la correspondiente denuncia (véase, archivo en Juzgado de Violencia Sobre la Mujer por falta de indicios que acrediten la situación de violencia o porque la mujer se acoge a su derecho a no declarar en contra del supuesto agresor). A partir de ahora se abre un nuevo camino: informe de los servicios sociales, de los servicios especializados, o de los servicios de acogida destinados a víctimas de violencia de género de la Administración Pública competente; “o por cualquier otro título, siempre que ello esté dispuesto en las disposiciones normativas de carácter sectorial que regulen el acceso a cada uno de los derechos y recursos.” Termina añadiendo: “El Gobierno y las Comunidades Autónomas, en el marco de la Conferencia Sectorial de Igualdad, diseñarán, de común acuerdo, los procedimientos básicos que permitan poner en marcha los sistemas de acreditación de las situaciones de violencia de género.”

En lo que afecta a la L.O. 1/2004, nos encontramos una última modificación. Ésta concierne al contenido del artículo 27, sobre la compatibilidad de ayudas económicas. Con el cambio se pretende que la mujer víctima pueda acceder a ayudas de carácter local o autonómico, entre otras, y que éstas no sean incompatibles con las de carácter estatal.

En segundo lugar, se modifica el artículo 156 del Código Civil. Con poco margen de error me atrevo a afirmar que estamos ante el cambio más polémico. No es para menos. Con él, en palabras literales de la exposición de motivos, se pretende “desvincular la intervención psicológica con menores expuestos a violencia de género de la patria potestad”. Aquí cabe añadir, aunque luego lo hayan incorporado a la nueva redacción, que también aplica en violencia doméstica (es decir, si es él – el varón -, el afectado por la violencia o bien lo son sus hijos/as a manos de su madre). Resulta que a partir de ahora, si uno de los progenitores está “incurso en un proceso penal iniciado por atentar contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad o indemnidad sexual del otro progenitor o de los hijos e hijas de ambos”; su consentimiento dejará de ser necesario en lo que respecta a la atención psicológica de los hijos e hijas menores de edad (con dos puntualizaciones: que habrá de informársele de este extremo y que en caso de hijos/as mayores de 16 años se recabará siempre el consentimiento expreso de éstos). En resumidas cuentas: un o una presunto/a autor/a de violencia de género/doméstica perderá su derecho a decidir en este aspecto de la patria potestad. El presunto/a significa que está siendo investigado por unos hechos que podrían ser delictivos, si bien todavía no ha recaído sentencia condenatoria. Todo esto ha de quedar claro cristalino.

En tercer y último lugar, se incorpora un apartado a la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local. Su contenido reza: “Actuaciones en la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres así como contra la violencia de género”. Con esto se pretende poner el foco en las Administraciones Locales. Por cercanía y confianza, a la vista de que en torno al 70% de las mujeres asesinadas hasta la fecha no habían interpuesto denuncia, se considera primordial que el papel de Ayuntamientos y sus servicios asistenciales se vea convenientemente reforzado. Esto enlaza a la perfección con la ampliación del catálogo de vías de acreditación de la situación de víctima de violencia de género.

Hasta aquí lo que da de sí la reforma. Momento ahora de entrar de lleno en las opiniones a título personal. ¡Allá vamos!

Iré en estricto orden, punto a punto, para que de esa forma la comprensión no se vea mermada:

1.       Que las víctimas puedan personarse como acusación particular en el proceso penal es, sin duda, un gran avance. A esto, faltaría más, sumamos el hecho de que puedan hacerlo sin coste alguno. Pero, ¿qué significa eso de “acusación particular”? Paso a explicarlo: aunque la mayoría de los tipos penales que se dan en violencia de género son perseguibles de oficio (a excepción del acoso y el “revenge porn” o contra la intimidad), esto no viene sino a reforzar la tutela judicial y la confianza de la víctima en el sistema penal. Que un delito sea público o  perseguible de oficio supone que el Ministerio Fiscal (en adelante, MF) está obligado a perseguirlo – valga la redundancia -, sin incluso mediar denuncia del perjudicado/a (siempre y cuando la notitia criminis le llegue. Se me ocurre el atestado policial que se instruye aportando indicios de una presunta comisión delictiva, con el responsable identificado, pero sin que haya denuncia de la parte afectada) Esto convierte al MF en parte acusadora; en representante y defensor de los derechos de la víctima. Bien, además del MF, la legislación contempla que el perjudicado/a se pueda constituir en parte acusadora (con representación letrada y procurador/a) para defender sus derechos y reclamar los daños sufridos de la manera que estime oportuna, de forma paralela y sin que afecte a la actuación del MF. Ahora, en violencia de género, esto es posible a coste cero.

2.       La nueva vía de acreditación de la situación de víctima de violencia de género ha dado mucho que hablar. Se ha escrito largo y tendido sobre este aspecto de la reforma desde aquel caluroso primer viernes de agosto, cuando inopinadamente vio la luz.

Algunos/as afirman que esto es un grave error. Hablan de que los mecanismos jurídicos gozan de un control excepcional y de que dar esta potestad a instituciones locales es una auténtica aberración. Se oye la palabra “estigma” (si se acredita la situación de víctima de una mujer ha de haber, por fuerza, un agresor o maltratador), también inseguridad jurídica, y así hasta que nos hartemos.

Otros/as, en cambio, se muestran favorables al cambio. El argumento que esgrimen es el siguiente: no se trata de reconocer la condición de víctima al mismo nivel que el penal, sino solamente desde el punto de vista administrativo. Es decir, este reconocimiento le abrirá la puerta a derechos sociales y económicos a los que antes solo podía aspirar a través de la denuncia. Afirman que es una manera efectiva de romper el vínculo, sobre todo aquel que afecta de lleno al plano económico, y dotar a la mujer de la independencia necesaria para salir de la situación de maltrato.

¿Mi opinión? Que el cambio será positivo, previa elaboración de un procedimiento básico estandarizado. Me explico: a los que hablan de inseguridad jurídica, hoy por hoy, no les falta razón. En primer lugar, no se ha dispuesto la manera en la que se debe elaborar el “informe” que supuestamente acreditará la situación. En segundo lugar, a mí personalmente no me gusta nada la coletilla “por cualquier otro título”. Se habla de la elaboración de informes por los servicios sociales, los servicios especializados o los servicios de acogida destinados a la víctima de violencia de género de la Administración Pública competentes; para luego finalizar con ese “por cualquier otro título”. No me gusta ni un pelo. Es abstracto, ambiguo y, por tanto, inseguro desde el punto de vista jurídico. En tercer y último lugar, se apunta a que será la Conferencia Sectorial de Igualdad la encargada de elaborar el diseño del procedimiento. No sé, me da que se ha empezado la casa por el tejado, ¿no os parece?

Si pautamos el protocolo, estandarizamos los indicadores a emplear y formamos al personal de los servicios que han de ser competentes; entonces y solo entonces, este cambio será un paso de gigante en esta lucha. Porque a aquellos/as que ya lo defienden no les falta tampoco razón: es un reconocimiento administrativo que para nada afecta a la vía penal; sin duda conseguiríamos romper el vínculo y tener posibilidades de sacarla de la espiral de la violencia, a través de organismos más cercanos a la ciudadanía; y abriríamos la puerta a los recursos de ayuda que hay previstos para mujeres víctimas de maltrato. ¡Chapó! Pero antes, vamos a concretar y dejar a un lado las ambigüedades.

3.       La compatibilidad entre las ayudas no se presta al debate. Se merece una cerrada ovación y nada más.

4.       Por último, el otro punto polémico: la asistencia psicológica de hijos e hijas. Solo le voy a poner un “pero”: en el caso de que estos hijos e hijas sean testigos de la situación de maltrato, siempre y cuando su edad y madurez sean adecuadas, podría ser necesario su testimonio en el procedimiento. En estos supuestos, habiendo intercambiado opiniones con varios/as expertos/as en la materia (a mí se me escapa este tema), es posible que sea conveniente que los menores lleguen a la exploración intactos. Es decir, que su testimonio no se vea contaminado por previos contactos con otros/as especialistas, ajenos a la causa penal. Este es el único contrapunto que puedo aportar. Por lo demás, ha de regir el interés superior del menor y a este respecto, no me cabe duda, esta modificación legislativa es positiva. Recordemos que cuando hay causas abiertas, contra el padre o la madre, los menores son el principal receptor de la violencia. Tanto uno como otra intentará poner piedras en el camino para salirse con la suya. Lo que no saben es que quien sufre esta guerra abierta es el menor.