Hoy no hablaré de él. Tampoco me
centraré en ella. Hoy la víctima y el autor pasarán, si me lo permitís, a un
segundo plano. Hoy, aún a sabiendas de que me salgo un poco del guion habitual,
pondré el foco en el entorno de la pareja; en aquellos y aquellas que, aun
cuando se encuentran en una posición privilegiada de detección y ayuda, optan
en multitud de ocasiones por guardar silencio.
Por si todavía te estás
preguntando sobre el tema que os traigo, procedo a aclararlo antes de entrar de
lleno en materia: pretendo escribir sobre la importancia del apoyo externo en la
violencia de género. Hablo de aquella que cursa del varón hacia la mujer,
siempre y cuando exista o haya existido una relación de afectividad entre ambos
(según la definición legal vigente en nuestro país).
Hace unos días conocíamos las
estadísticas del 2018 sobre violencia de género, a través de la Web oficial del
Consejo General del Poder Judicial. 166.961 denuncias: un 0’4% más que en 2017.
Pero de todos estos casos, ¿cuántos se iniciaron por la propia víctima? Un
69’06%, exactamente. Es decir, 115.303, de los que 4.676 fueron denuncias
interpuestas directamente en Juzgados y 110.627, ante Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad con competencia en instrucción de atestados en este ámbito.
Casi en un 70% de los casos fue
la propia mujer, por su propio pie y en lo que yo, personalmente, considero un
alarde de valentía; quien se “plantó” ante un Juzgado o en una Comisaría a
pedir amparo. Por motivos de espacio no me detendré a desglosar el 30% restante
(si tenéis curiosidad por conocer los datos en mayor profundidad os invito a
consultar el informe). Solamente os diré que 768 denuncias (un 0’46% del total)
fueron presentadas por familiares en Juzgados, a lo que habría que sumar las
2.716 interpuestas por éstos ante Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (un 1’63%).
Juntos ascenderían a un insignificante 2’09% de todas las denuncias de 2018. Un
mísero 2% de casos en los que el círculo más cercano de la mujer da el paso y
pide ayuda para su ser querido.
No sé a vosotros y vosotras, pero
a mí me parece que falta implicación “por un tubo”. Pensad que una mujer
víctima de maltrato se enfrenta a muchos factores, sobre todo psicológicos, que
le van a complicar enormemente demandar auxilio por sí sola. Os hablo de miedo,
dependencia emocional y económica, baja o nula autoestima… Barreras que la
aíslan del exterior, que la debilitan hasta el punto de estar a merced de su
maltratador.
Aquí han de entrar en escena los
familiares, amigos y amigas, vecindario, etc. Me refiero a todo aquel que, de
una forma u otra, pertenezca al círculo cercano de la víctima. Es momento de
salir del silencio cómplice y pasar directamente a la acción. No podemos mirar
para otro lado porque todavía creamos que “son solo problemas de pareja”. La
violencia de género nos afecta a todos y todas, impliquémonos.