- "Te juro que te mato."
Dijo, a voz en grito.
José estaba fuera de sí. Desde su
posición - parapetada detrás de la mesa del salón -, María pudo ver cómo se
adentraba en la cocina, con paso decidido. Oyó el sonido del cajón e
inmediatamente después, el roce del metal.
- "Por favor, José." El llanto
ahogó cada palabra. Solo pensaba en su hijo, a quien abrazaba con tanta fuerza
que temía hacerle daño.
A los pocos segundos, su marido entró en
el salón, cuchillo en mano. Y entonces todo cambió.
- "¡Policía! Abran la puerta."
Había esperanza.
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