Hoy me gustaría hablaros del clásico sobrino que, en una cena de Navidad, contó que su vecino le dijo que a su hermano lo habían denunciado falsamente. O del amigo que, a través de su panadero, supo sobre lo que le ocurrió al hijo del frutero a quien, sin margen de duda ni error posible, denunció su mujer para quedarse con la custodia de los niños. Tanto una como otra, siempre según su versión, son mujeres "de las malas".
No quiero que vayáis a pensar que estas historias siempre salen de la boca de hombres. Nada más alejado de la realidad. De hecho, el pasado fin de semana fue una mujer la que me deleitó con uno de estos relatos. No sé si se trataba del cuñado de su peluquero, o de un antiguo compañero de trabajo, al caso viene a ser lo mismo. La ecuación responde, por regla general, a la que a continuación expongo: Sujeto A (mujer "de las malas") denuncia a Sujeto B (hombre "de los buenos") falsamente, con la intención de quedarse con los hijos, la casa y, si hubiera en cantidades considerables, la pasta. En el supuesto de familias humildes, o de ser ella extranjera, probablemente refieran que buscaba la famosa "paguilla".
Lo más gracioso de todo es que la clásica historia que aquí nos ocupa llega justo después de que les diga a qué me dedico. Para que os hagáis una idea, intentaré reproducir el sentido de la conversación. Sería algo así como:
Álvaro: "Soy Inspector de Policía. Dirijo un Grupo de Investigación especializado en familia y mujer. Violencia de género, doméstica y delitos contra la libertad sexual."
Interlocutor/a: "Qué chungo. Debe ser difícil trabajar en algo así..."
Álvaro: "La verdad es que se ven cosas desagradables, pero la oportunidad de ayudar al que más lo necesita compensa todo lo que se ponga por delante." Os prometo que siempre, siempre, intento transmitir sensibilidad desde el minuto uno. Ni aún así...
Interlocutor/a: "Imagino. Ahora está la cosa "calentita" con eso de las denuncias falsas. Seguro que veis muchas..."
Álvaro: "Pues en cuatro años que llevo solo he tenido unas cuatro o cinco investigaciones sobre violencia de género en las que concluyera una posible falta a la verdad. Luego no les he seguido la pista; desconozco cuántas acabaron en condena."
Interlocutor/a: "Qué raro. A mí me han contado varios casos. Sin ir más lejos, el tío de mi amiga del pueblo pasó un fin de semana en el calabozo..." Con vuestro permiso, obviaré los cinco minutos de historia que siguen.
Después de esto intento explicarles que un sobreseimiento judicial no implica que la mujer mintiera. También les hablo del privilegio de la dispensa de declarar en contra de sus parejas, al que se acogen más mujeres de las que desearíamos. Les digo que el hecho de que "retiren la denuncia" en el Juzgado - como coloquialmente se define esta acción -, no significa que la presunta perjudicada tenga motivaciones espúreas. Continúo contándoles que la violencia de género, como tipología delictiva, cursa bajo unas circunstancias que la hacen especial. Suelo destacar una en concreto: el maltrato queda normalmente confinado en las cuatro paredes del hogar, lejos de la mirada de terceros. Esto dificulta en gran medida la prueba, porque en numerosas ocasiones solo tenemos la palabra de uno contra la de otro. Por tanto, que no condenen a un determinado hombre no significa, necesariamente, que la supuesta víctima engañara al sistema. Faltaría más.
Os confieso que hay veces que consigo cambiar mentalidades. Otras, después de ponerle una buena dosis de paciencia y cariño, levanto el pie del acelerador y doy el caso por perdido. Sea de una manera u otra, lo que más me choca es el pensamiento que parece estar calando en parte de la población: hay multitud de denuncias falsas en el ámbito de la violencia de género. Esto da que pensar. En un país donde anualmente son asesinadas una media de 60 mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas, hay gente que se queda con historias de tercera o cuarta mano, en las que se acusa a una porción del sexo femenino ("las malas") de denunciar a hombres "buenos". Hay algo que no cuadra; una pieza no encaja en este puzzle.
Ante toda esta confusión, en la que se mezclan mensajes incompletos con falta de conciencia social, entre otros aspectos; el remedio que se erige en infalible es, sin lugar a dudas, la educación. No nos dejemos llevar por informaciones imprecisas, no contrastadas. Necesitamos igualdad, y a ser posible, cuanto antes.
Álvaro: "Soy Inspector de Policía. Dirijo un Grupo de Investigación especializado en familia y mujer. Violencia de género, doméstica y delitos contra la libertad sexual."
Interlocutor/a: "Qué chungo. Debe ser difícil trabajar en algo así..."
Álvaro: "La verdad es que se ven cosas desagradables, pero la oportunidad de ayudar al que más lo necesita compensa todo lo que se ponga por delante." Os prometo que siempre, siempre, intento transmitir sensibilidad desde el minuto uno. Ni aún así...
Interlocutor/a: "Imagino. Ahora está la cosa "calentita" con eso de las denuncias falsas. Seguro que veis muchas..."
Álvaro: "Pues en cuatro años que llevo solo he tenido unas cuatro o cinco investigaciones sobre violencia de género en las que concluyera una posible falta a la verdad. Luego no les he seguido la pista; desconozco cuántas acabaron en condena."
Interlocutor/a: "Qué raro. A mí me han contado varios casos. Sin ir más lejos, el tío de mi amiga del pueblo pasó un fin de semana en el calabozo..." Con vuestro permiso, obviaré los cinco minutos de historia que siguen.
Después de esto intento explicarles que un sobreseimiento judicial no implica que la mujer mintiera. También les hablo del privilegio de la dispensa de declarar en contra de sus parejas, al que se acogen más mujeres de las que desearíamos. Les digo que el hecho de que "retiren la denuncia" en el Juzgado - como coloquialmente se define esta acción -, no significa que la presunta perjudicada tenga motivaciones espúreas. Continúo contándoles que la violencia de género, como tipología delictiva, cursa bajo unas circunstancias que la hacen especial. Suelo destacar una en concreto: el maltrato queda normalmente confinado en las cuatro paredes del hogar, lejos de la mirada de terceros. Esto dificulta en gran medida la prueba, porque en numerosas ocasiones solo tenemos la palabra de uno contra la de otro. Por tanto, que no condenen a un determinado hombre no significa, necesariamente, que la supuesta víctima engañara al sistema. Faltaría más.
Os confieso que hay veces que consigo cambiar mentalidades. Otras, después de ponerle una buena dosis de paciencia y cariño, levanto el pie del acelerador y doy el caso por perdido. Sea de una manera u otra, lo que más me choca es el pensamiento que parece estar calando en parte de la población: hay multitud de denuncias falsas en el ámbito de la violencia de género. Esto da que pensar. En un país donde anualmente son asesinadas una media de 60 mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas, hay gente que se queda con historias de tercera o cuarta mano, en las que se acusa a una porción del sexo femenino ("las malas") de denunciar a hombres "buenos". Hay algo que no cuadra; una pieza no encaja en este puzzle.
Ante toda esta confusión, en la que se mezclan mensajes incompletos con falta de conciencia social, entre otros aspectos; el remedio que se erige en infalible es, sin lugar a dudas, la educación. No nos dejemos llevar por informaciones imprecisas, no contrastadas. Necesitamos igualdad, y a ser posible, cuanto antes.
Foto: Pixabay
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